➳Cinco

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《Comienzos》

El tiempo ha pasado, Negan ha vuelto.

Y esta poniéndome de los nervios.

Camino detrás de él como un estúpido y obediente perro faldero, mi fastidio crece con cada paso que doy y su estúpida sonrisa solo logra causar que me ponga aún más violenta, lo que solo hace que quiera jodidamente borrarsela a golpes. 

-¿qué es lo que quieres imbécil? - le gruño una vez que estamos en la armería.

- bájame el tono, mocosa - él gruñe, y yo le sonrió solo para llevarle la contraria.

-¿Y si no que? - le pregunto, alzando levemente las cejas al verlo sonreír con burla.

-  Es mejor que no me provoques, Adelaida, puedo obligarte a hacer muchas cosas que no van a gustarte - la mirada en sus ojos es oscura, sin embargo me encuentro raramente divertida ante ello.

- ¿Eso crees? - vuelvo a preguntar.- ¿Como estas tan seguro de ello? - insisto, susurrando levemente entre dientes, inclinándome cortamente hacia él.

- Faltan dos putas armas - suelto una risa fría al notar cómo decide simplemente evadir el tema anterior.

- Y es mi culpa exactamente ¿porque? - lo ataque de vuelta.

- Eres la hija del líder, tu estúpido padre no está así que dile a tu grupo de imbéciles que me den lo que quiero - reí, parecía un maldito niño caprichoso.

- ¿Si? - ladee el rostro.- Es una lastima, pero me temo que no puedo ayudarte - susurre e hice el amago de irme, pero entonces lo escuche dar un golpe que resonó en la habitación vacía.

- No voy a repetirlo, Adelaida - siseo.- Las armas - alce las cejas.

- No tengo tus putas armas - discutí con una sonrisa.

- Mira pequeña zorra - entreabrí la boca, con una mueca cada vez más burlona plantada en el rostro.- no me hagas perder la maldita paciencia porque no te gustará nada lo que puedo hacerte si no cierras tu sucia boca - y entonces mi sonrisa creció cuando me apretó la garganta entre los dedos.

- Te he dicho que las armas no están - asegure, con aburrimiento.- Y este numerito de matón  abusivo no me asusta - sisee satisfecha al ver la rabia en su rostro.

- No me importa - su grito hace que simplemente mi diversión sea mayor.- las buscas y me las das, ¿lo entiendes o eres muy estúpida como para hacerlo? - mierda.

- Escucha, cerdo - gruñí esta vez algo molesta.- tal vez las armas ya no estén aquí, no es mi culpa que el grupo tome sus propias decisiones, además te llevaste la mayoría la última vez, así que no me vengas con - me interrumpe.

- No te pases de lista, no me importa si eres la culpable o no, no te lo he preguntado, quiero las armas que faltan, nada más que eso, es fácil de entender - hago una mueca.

- Mira - me calla.

- Nada. Ya sabes las reglas; por actos de tu grupo de inútiles uno puede morirse hoy, así que busca las malditas armas si aprecias tu patética vida como la princesa de papi - me suelta con gran brusquedad, por lo que me chocó contra los estantes vacíos y entonces me paso la lengua sobre los labios, mirándolo directamente y con frialdad.

Estúpido hijo de puta arrogante.

- Buen número, reina del drama - me permito decir, siseando mientras salgo con rapidez de la armería.

Seguro fue la perra de Rosita en uno de sus ridículos e innecesarios actos heroicos.

Desde que Abraham murió se comporta como una niña caprichosa. Todas y cada una de las cosas que ha hecho de cierto modo están comenzando a jodernos, y ahora tengo que hacerme cargo de esto, como si fuera mi culpa.

- ¿Tienes las armas que faltan? Ese hijo de puta esta como loco y va a matar a varios - Rosita me mira con desinterés desde el pórtico al oírme hablar con frialdad cuando la encuentro.

- ¿Porque las tendría? - perra.

- ¿que te parece a ti, cariño? - susurre, sonriendo de lado.- Eres la única que siempre esta intentando romper la paz - le recordé.

- ¿Y que sabes tu? - ella salto a la defensiva casi en automático.- tienes 20 años y eres una niña mimada, no sabes nada sobre la vida más allá de lo que tu papi crea para ti, princesa - una mueca de diversión se forma en mi rostro y entonces avanzo hacia ella.

Carajo, es la segunda vez en el día que me llaman "princesa"

¿Debería comenzar a creerlo? porque en verdad es patético.

- Vamos a dejar las cosas claras, preciosa - susurre, posando mi cuerpo más cerca del suyo.- Vas a tener que parar de ser un martir y comenzar a aportar, porque de verdad no estoy interesada en tenerte en medio como una carga - murmure.- La gente ha comenzado a morir por tu culpa, y no me gusta, ¿sabes? - ella me mantuvo la mirada, desafiándome en silencio.

- No te metas en cosas que no entiendes, Adelaida - advirtió.

- Mira, maldita resentida social - le sisee de vuelta.- tal vez no te importe tu miserable vida, pero mi padre esta allá afuera pelándose el culo para conseguir municiones tanto para el grupo como para darle a ese psicópata, y no dejare que hagas desastres mientras no esta, porque te guste o no sigue siendo el maldito líder y yo su maldita hija y eso significa que tengo derecho a manejar esta mierda mientras no esta - ella ríe.

- Por supuesto ¿no? - maldita zorra.

- Si quieres irte la puerta esta abierta, no te aseguro que puedas arreglártelas tan bien estando sola y actuando como lo haces, pero ¿quien sabe? - sonreí.- No me importa una mierda lo que te pase, pero no me provoques, Rosita, porque de verdad no te gustara el resultado - susurre.

- Claro - murmuro, desviando la vista, cuando se vio a si misma momentáneamente derrotada.

Y entonces luego ella me tiende una especie de bolsa, con una mueca de molestia y sus dientes algo apretados.

La tomo en mis manos, y le dedico una mirada helada antes de moverme lejos de ella con pasos rápidos para llegar lo más rápido posible a la armería y poder darle las armas al loco antes de que él comenzara un nuevo desastre del que hacerme cargo.

- Que eficaz eres, mocosa, mucho más que tu propio padre - él habla con diversión al verme entrar, pero lo ignoro y le entrego la bolsa sin mirarlo.

- Tus cosas están en la puerta y ya tienes las armas, ahora puedes largarte - le digo con frialdad desinteresada.

- Eres una muy buena chica Adelaida, tu papi debería estar orgulloso de ti - su tono es algo extraño, aunque ni siquiera le presto la debida atención.- y creo que lo esta - me alejo con rapidez al sentir su voz sobre mi oído.- nos vemos en unas semanas muñeca - comienza a silbar y yo simplemente dejo escapar un quejido.

- Hijo de perra - lo maldigo por lo bajo, sintiéndome temblorosa por cortos segundos.

Este tipo se estaba convirtiendo en un problema.

Y no me gustaba.

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editado✓


Savage ➼ Negan (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora