¿Qué?

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El caballero cansado camina por una pila de huesos, tanto de animales como de humanos. Los que no se quiebran bajo sus pies, se hunden en el lodoso suelo que rodea al lago donde se dirige. El cielo está completamente encapotado, pero un calor húmedo y pegajoso rellena la atmósfera.

Al llegar a la orilla del lago, toma asiento en un tronco derribado cerca de esta y con un resoplido exhausto se quita la espada y el casco para tomar aire.

Tras recuperar un poco el aliento, se da cuenta de que, en el centro del lago, bastante lejos de la costa, el torso desnudo de una mujer sobresale del agua. En los pocos centímetros que quedan entre su cintura y la superficie del agua que la cubre, se dejan entrever tentáculos en vez de piernas, que se introducen hacia el fondo del lago hasta perderse en la oscuridad de este.

La chica, que le ha visto desde el primer momento, le sonríe dulcemente.

- Cansado y exhausto caballero- le dice- Si aún tienes fuerzas para nadar hasta aquí, recompensare tu tenacidad con un premio con el que ningún hombre mortal puede siquiera tener el placer de desear.
- ¡¿Qué?!- grita el caballero con los ojos entrecerrados intentando escuchar lo que dice la chica- No te oigo.
- ¡Que si vienes aquí- grita ahora la chica intentando no perder el gesto tierno- conseguirás UN PREMIO!
- ¡¿Qué?!- sigue sin entender el caballero.
- ¡UN PREMIO!
- ¿Un premio de qué?
- ¡Que si vienes aquí...!
- ¡Que si voy ahí! - le repite el caballero para hacerla notar que la está entendiendo.
- ¡...te doy...!- chilla la chica señalándole.
- ¡Me das un premio! - completa la frase el caballero.
- ¡Si! – exclama la chica mientras abre los brazos recibiéndole con un gesto sensual.
- ¡No!

El rostro de la joven se congela en una mueca de contrariedad.

- ¡¿Por qué?!
- ¡Los tentáculos! - le señala ahora el caballero a ella- ¡Que te los veo!

La chica se da cuenta de que, quizás, está más expuesta de lo que debería para que sus trucos provocativos funcionen.

- ¡Son solo imaginaciones de un caballero cansado que necesita que alguien le alivie! - le contesta mientras se introduce, como quien no quiere la cosa, unos centímetros más en el agua para ocultar el principio de sus tentáculos.
- ¡Mis cojones treinta y tres!
- ¡¿Acaso no quieres el premio que puedo ofrecerte?!
- ¡Me vas a matar!
- ¡¿Qué?!
- ¡Matar! - vocifera el caballero- ¡Ma-tar! Lo veo clarísimo.
- ¡Solo quiero recompensar tu valor! ¡VA-LOR!
- ¡No, no! ¡Tú- matar! ¡Ma-tar-me!
- ¡No, no! - niega la chica a viva voz- ¡Premio! ¡Valor!
- ¿Y qué premio me vas a dar? - le pregunta sin interés el caballero.
- ¡¿Qué?!- grita la chica incapaz de entender una palabra.
- Joder...- masculla el caballero para si mismo- ¡QUE PREMIO ME VAS A DAR, HOSTIA!

La chica se contonea provocativamente.

- Una pasión desenfrenada y una lujuria capaz de derretir glaciares; un gozo que puede de trascender el mismo tiempo y el espacio- dice la chica como en ese tono de discurso bien ensayado.
- ¡¿Qué?!

La muchacha suspira cansada.

- ¡Una pasión desenfrenada y una lujuria capaz de...!
- ¡No he entendido ni lo primero! - le corta el caballero.
- ¡¡Una pasión desenfrenada y...!!
- ¡Aquí hay mucho eco, ¿eh?! Es que no te oigo nada.
- ¡¡¡Sexo salvaje que jamás olvidaras!!!- le resume ella.
- ¡¿Noseque de un viaje?!- escucha el caballero.
- ¡Salvaje!
- ¡Ah! - se da cuenta el caballero- ¿Pero el que?
- ¡El sexo!
- ¿Plexo? ¿Plexo salvaje?
- ¡¡¡¡¡SEXO!!!- aúlla la chica dejándose los pulmones en ello.
- ¡Ah, coño! - razona por fin el caballero- ¡Sexo!
- ¡Salvaje! - añade esperanzada- ¡Capaz de derretir glaciares!
- ¡Es que seguimos en las mismas! ¡Eres un monstruo, lo he visto! ¡Hay huesos por todos los lados!
- ¡Qué no!
- ¡Y además no me gustas! ¡Eres como muy niña! ¡Y muy plana!

Esto último parece ofenderla gravemente.

- ¡Y tú tienes cara de maricón! - insulta perdiendo completamente el encanto que podía haber llegado a conseguir.
- ¡Que te jodan! - le responde el caballero también airado.
- ¡Qué te jodan a ti, hijo de puta! – grita la chica nada creativamente a causa de la ira que ya empieza a colorear su cara.
- ¡Monstruo de mierda! – el caballero coge una piedra del suelo y se la lanza a la chica, pero esta apenas tiene fuerza como para recorrer la mitad de la distancia que los separa.

Como respuesta, de un lado del lago sale un enorme tentáculo que barre el agua con intención de mojar al caballero, pero, como paso con la piedra, hay tanta longitud, que, cuando el agua llega al caballero, apenas es una ondulación en la orilla del lago.

- ¡Limpia esto un poco, cerda! - le dice el caballero mientras coge sus cosas para irse.
- ¡Pichafloja!
- ¡Que sí! ¡A ver si en vez de tanto tentáculo desarrollas algo de tetas, niñata!
- ¡Anormal!
- ¡Culo gordo!
- ¡No tengo culo, imbécil!
- ¡Si, en la cara!

Así, entre desaires, el caballero se aleja con paso pesado desapareciendo en la espesura que colinda el lugar, dejando a la chica de nuevo sola en el centro del lago.

Cuando ya deja de escuchar las grebas del caballero perderse entre los árboles, la chica ofendida e iracunda se introduce toda ella en el lago y baja hasta lo más profundo de este. Desde allí, observa su nube de tentáculos extenderse por todo el lecho, como las raíces de un viejo árbol. De un tronco podrido y medio enterrado saca un pedazo de espejo que alguien dejo caer al lugar mucho antes de que ella llegara.

Repasa con la mirada su rostro, la línea de sus finas cejas, la nariz respingona y salpicada de pecas, su boca con su labio superior ligeramente levantado en el centro, que guarda en su interior unos dientes brillantes y perfectos a excepción de unos colmillos, quizás para los humanos, demasiado afilados. Aleja el espejo para ahora ver su cuerpo. Toca sus pechos, midiéndolos con la palma de la mano.

Deja caer el espejo, que ingrávidamente rebota contra el tronco podrido y se clava en el lodo del fondo. Mira hacia arriba, donde la superficie del agua le devuelve el cielo gris encapotado,
distorsionándolo y desfragmentándolo en un mosaico de luz.

Suspira agotada y las burbujas ascienden a la superficie.

Desde fuera, el lago se muestra tranquilo y sereno, pero, aunque nadie sea capaz de percibirlo, allí dentro hay un monstruo llorando.

Aborto, tal vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora