En el andén de una concurrida estación, una chica y un chico que se encuentran esperando al mismo tren llevan desde largo rato con un juego de, cada vez menos, discretas miradas entre ellos.
El tren llega y aunque el chico, por comodidad en la distancia, debiese entrar al vagón que le es más próximo a donde se encuentra, decide entrar el mismo en el que la chica se sube. Dicho vagón está a rebosar de trabajadores del turno de tarde que vuelven a sus hogares y no queda más remedio que estar de pie y buscar algún soporte para asirse.
En el trajín inicial de subida y la sacudida del arranque, el chico la pierde de vista momentáneamente, pero, poco después, ella se abre paso hasta donde está él y se coloca a su lado.
La vergüenza de la distancia rota, hace que el vaivén de miradas se vea interrumpido, de hecho, hasta casi se dan la espalda. Pero tras la primera parada, ella, como quien no quiere la cosa, mueve lentamente el codo hasta que este toca con el del chico. Él, en vez de apartarse, ya que ahora hay algo más de espacio, se queda en el sitio manteniendo ese leve contacto.
Este toma y daca de roces intencionados se mantiene algunas paradas más, hasta que el tren está lo suficientemente vacío para hacer insostenible la farsa de que seguir de pie, y sobre todo tan juntos, es algo no intencionado y fruto de la situación.
La suerte, sin embargo, quiere que un par de asientos en paralelo se queden vacíos a la vez y ambos jóvenes puedan tomarlos. La vergüenza se vuelve a instaurar y parece que, por su timidez, nadie se atreve a romper la última barrera definitivamente y hablar con el otro.
Las ultimas paradas hasta el final de la línea pasan y ninguno hace nada.
Ya casi llegando a su destino, el móvil del chico vibra. Este lo saca y mira de que se trata: es una notificación de WhatsApp de un grupo llamado "VasTards Vikingos" y quien lo envía, un tal "Ismael Uni".
Se trata de un vídeo que el chico abre sin pensarlo demasiado. En este se muestra a varios hombres arrodillados, desnudos, maniatados y con los ojos vendados en medio de lo que podría ser cualquier zona desértica de oriente medio.
Frente a estos, hay instalada una enorme torreta de finalidad antiaérea apuntándoles directamente, sin que los hombres, indefensos, siquiera parezcan saberlo.
El resultado no se hace de esperar y el arma se dispara contra los reos. Una inmesa nube de polvo se levanta por la fuerza del impacto y, unos pocos segundos después, el vídeo termina. En los fotogramas finales, se empezaban a discernir, la masa de piernas, abdómenes y entresijos que habían sido alguna vez tres hombres adultos.
Como si el disparo también hubiese reventado la vergüenza, el chico mira con incertidumbre a la chica.
Esta, que también le devuelve la mirada, está aguantándose la risa, que al final no tiene más remedio que dejar salir en una sonora carcajada. Él, sin tampoco poder remediarlo, comienza a reír también.
Así el amor estalla y el precio pagado parece pequeño.
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Aborto, tal vez
HumorA la chica a la que amas en secreto, a veces, se le rompe el papel higiénico al limpiarse y se llena los dedos de mierda. Tu padre, quizás, fue alguna vez de esos desgraciados que pegan un moco en el espejo del ascensor. Y hoy me he encontrado en el...