Estaba sentada en la calle, apoyada en la pared de una de tantas construcciones de la enorme ciudad Alanbwad. Capital del reino de Lizerian y cantomunidad principal de las doce en las que se separaba el continente de Insetchdul. En todo el tiempo que estuve en el mundo de Tkazleo, no encontre dos habitantes que pronunciasen, ni remotamente, ninguno de estos nombres igual.
La extraña cabra con alas y de cuerpo antropomorfo que se me había presentado como Render, revoloteaba a mi alrededor mientras yo me mantenía ocupada en la ardua tarea de esconder mi cabeza entre mis rodillas para seguir autocompadeciendome de mi misma.
Ya sentía a la tristeza aporreando mis lagrimales y aquel ser, que con el tiempo se logró convertir en mi mejor amigo y que siempre lograba dar con las palabras exactas en el momento oportuno, ahora no conseguía encontrar lo necesario para detener el inminente llanto.
- Animate, chica- lo intentaba toscamente, mientras de fondo resonaban sus alas de colibrí.
- Pero no lo entiendo- me ofuscaba yo- No lo entiendo.
- No hay nada que entender, ¿de dónde procedes no hay héroes?
- No lo se- repase todos aquellos capítulos de la historia de la humanidad que, no tanto por intención cultural pero si por reiteración en exámenes en el instituto o documentales de extraterrestres, tenía el bien conocer- Supongo que si.
- ¿Por ejemplo?- insistió.
- Rafa Nadal- mierda.
- ¿Qué hizo?
- Es...como una especie de guerrero legendario- la oleada de vergüenza que me inundaba y empezaba a colorear mis mejillas, solo la pueden entender aquellos que son maldecidos con la desdicha de dar siempre con la respuesta mas mediocre posible.
- ¿Y sientes frustración por no haber sido como él?
- Supongo que no- respondí dándome cuenta de a donde quería llegar. Siempre me habían dado asco los brazos de los tenistas.Render tenía un buen punto ahí; pero aunque yo nunca hubiese ganado un Gran Slam, sabía que esta situación era bien distinta.
- ¿Cuántos días tienes, chica?- me volvió a preguntar al darse cuenta de que yo no me había dado por vencida en la misión de sentirme una desgraciada.
- ¿Qué?
- ¿Cuántos días tienes?- repitió. Pero se percató que el problema no era su dicción (la cual era de un castellano puro, del mismisimo centro de Valladolid), sino de la propia semántica de la pregunta y la volvió a abordar de forma más clara- ¿Qué cuántos días han transcurrido desde tu nacimiento?Comprendí que este debía ser el sistema para cuantificar la edad en Lizerian. Un sistema más preciso, pero mucho más agotador que el nuestro. Con el tiempo, comprobé que el ratio de habitantes que llevaban al día "sus días" era más bien escaso, creando una sociedad en la cual era muy difícil medir, por ejemplo, su esperanza de vida y más saber quien contaba ya con la mayoría de edad (7000 días). El resultado de todo esto, eran montones de jóvenes diciendo ser más adultos de lo que aparentaban (sobretodo para poder beber en las tascas), adultos fingiendo ser más jóvenes que lo que su pelo, o más bien la falta de este, demostraban (para así poder ligar) y ancianos alardeando de lo muy ancianos que eran para así poder cobrar pensiones más cuantiosas.
- Unos 8500 o así- calculé tras unos pocos segundos de operaciones de cabeza, muy posiblemente equivocadas.
- Pues si te sirve de consuelo, la profecía que vaticinó la llegada de la princesa Yrene, hablaba de una chica de no más de 6321 días- 16 años, calcule yo trastabillando con los número.- ¡Y de eso hace ya más de 1850 días!
- ¿Y como se supone que me debería hacer sentir eso mejor?
- No sé- se encogió de hombros la criatura- He pensado que las oportunidades perdidas duelen más cuando se esfuman delante de tu hocico. Y tú has estado a bastantes días de ello.
- Muchas gracias- le contesté desganada para volver a hundirme entre mis rodillas.Claro que eso no ayudaba y el frío silencio que se posó entre nosotros fue testigo de ello.
- ¿Como es ella?- le pregunté yo ahora a él desde mi cubículo hecho de piernas- La princesa.
- Ciega- fue lo primero que contestó Render, como si esto fuese la primera cualidad a destacar.En cierto modo, agradecí que su primera respuesta no fuese algo romantico y vetusto; "una belleza que ni los espejos en los que se refleja son capaces de igualar", o algo así. Pero por otro lado sentí la panzada de humillación que se siente cuando alguien físicamente en peores condiciones que tu te vence. Acompañado, inmediatamente después, por los gritos de remordimiento de mi conciencia por considerar a una persona ciega inferior a mi.
- ¿Y siendo ciega logró cumplir la profecía?- no se que clase de contestación esperaba obtener con esta pregunta. "Pues la verdad es que se dejó un poco sin cumplir, por si te interesa hacerte cargo"
- Solo es ciega en el modo básico de entender la ceguera- al percatarse de mi cara de no ser una amante de los subtextos, añadió- dicen que siempre camina con los ojos cerrados, pero que es capaz de ver todo a su alrededor. Y mucho más.Su Sol, pues dudaba mucho que compartiéramos el mismo, comenzaba a perderse ya en la capital, tiñendo todo de tonos anaranjados que se reflejaban en todas direcciones gracias al mármol que se usaba en todas las construcciones de la ciudad. Se ocultaba en el horizonte dirección norte, justo sobre la colina donde, como emergiendo de las entrañas de la ciudad, se alzaba El Castillo de Diamante; lugar donde la princesa Yrene, aquella que llegó a este mundo del mismo lugar que yo pero hace 1850 días, habitaba. Cumpliendo de esta manera noseque profecía, liberando al reino de dios sabe que mal y consiguiendo, no solo el trono de Lizerian, sino también ser la heroína protagonista de cientos de historias y de miles de cantares. Hasta los anteriores a su llegada fueron modificados para incluirla en sus estrofas. Hija de puta, la ciega.
Yo, no solo había llegado los susodichos 1850 días tarde, con mis 2179 días de exceso de edad, sino que la única canción que había recibido alguna vez cómo dedicada, fue la de aquel chico de Internet que me llevó a un parque para oírle tocar la guitarra en concierto privado.
Y lo peor, LO PEOR, es que acabé follando con aquel imbécil. Este patetismo era un buen resumen de lo que era mi vida cuando llegue a Tkazleo. El hacer y elegir las cosas, no por pasión, ni por estar especialmente motivada, sino porque sencillamente, no tenía nada mejor y lo mismo me daba ocho que ochenta. Lo cutre.
Esta nueva ola de autocompasión la cortó Render con una sugerencia:
- Si de tan fantástico mundo provienes, habrá montones de cosas que nos podrías enseñar.
De nuevo, Render volvía a dar en la diana con sus sugerencias. Era cierto, esta gente estaba anclada prácticamente en el medievo. Sus carros eran tirados por una especie de caballos con unas delicadas patas de gambas y, en las calles, no parecía que quedase poco tiempo hasta que alguien se le ocurriese descubrir la electricidad e instalar un alumbrado que no condenase a la ciudad a quedarse por la noche tan a ciegas como la princesa que la regentaba.
Repase mentalmente las maravillas de la era moderna que yo sería capaz de replicar, e inmediatamente me arrepentí de estar estudiando Administración y Empresas en la universidad.
Me levanté de mi recogida posición y me sacudí el polvo de mis vaqueros.
-¿Has oído hablar de los que es una pyme?
Esa fue la manera en que Render y yo nos hicimos amigos. Avanzando por el atardecer de la ciudad. Él fingiendo interés por lo que yo podía contar y yo fingiendo que, en un mundo donde aún no había sistemas de alcantarillado y pasear por sus calles era exponerse a una lluvia fecal desde las ventanas, podía levantar una startups de bicicletas (que era el único invento de mi mundo que creía que poder replicar toscamente)
Al final, aquello fue un fracaso claro, como tantas otras cosas que intente. Pero fue el punto de salida para migrar Alanbwad, descubrir el mundo e intentar encontrarme a mi misma.
Mucho tiempo después, tras innumerables aventuras que, cuando venza a la pereza, me molestare en escribir y sobretodo de decepciones, conocería a la princesa Yrena, quien resultó no ser una ciega que caminaba con los ojos cerrados, sino china. Y una puta cría de cuidado.
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Aborto, tal vez
ComédieA la chica a la que amas en secreto, a veces, se le rompe el papel higiénico al limpiarse y se llena los dedos de mierda. Tu padre, quizás, fue alguna vez de esos desgraciados que pegan un moco en el espejo del ascensor. Y hoy me he encontrado en el...