VII

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Aquí estoy

He aquí mi perdición, una perdición que no la veía venir, una perdición que se apoderó de mí.

Hace mucho que empuñé con enojo aquel insensible corazón, pensaba que lo era, y sí, lo era, pero de pronto apareció aquella silueta femenina con larga cabellera negra, moviéndose sutilmente en su espalda mientras caminaba.

He aquí mi perdición, una perdición fantasma, una perdición que desapareció apenas e intente tocarla.

Rasgos, trazos, aroma, color, vida. Enfrascaba todo, tal y cual como lo había soñado, como lo había visto en mis largos sueños de verano.

He aquí mi perdición, una perdición sin pies, ni cabeza.

Ojos negros azabache,
labios carnosos,
nariz pequeña,
mentón perfectamente contorneado,
intento de hoyuelos en sus mejillas,
un soplo directo al alma si llegase a elevar lentamente la comisura de sus labios.

He aquí mi perdición,
he aquí mi más eminente perdición,
volviéndola poesía,
que apareció de repente entre toda esa multitud de ovejas perdidas,
haciéndome renacer y creer que allá afuera aún existe gente con esencia de fiera y alma de Atenea.

Audaz y brillante, libre y fugaz, me atreví a cruzar la línea y empecé una pelea digna de luchar.

He aquí mi perdición, he aquí aquel sentimiento, lo mataría de por vida pero ha quedado para el recuerdo.

No es más que poesía barataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora