XXV

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ALBA

Me rugía su cobardía,
me escupía sus verdades,
me mordía los labios cuando se cansaba de hablar,
sus dientes apretaban con más fuerza cuando se hartaba de no escuchar ni una sola palabra mía en medio de una tenue niebla que adornaba su hogar.
Me enamoré de una bestia llamada alba,
esa que sólo era mía a partir de las cuatro de la mañana.
Un resoplido distinto se disparaba cuando la luz del día caía, y desaparecía cual coche huyendo de quién sabe qué.

No es más que poesía barataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora