Capítulo 5: un cumpleaños no tan normal
Luego de un día largo y exhausto, decidí irme a casa. Eran eso como las seis de la tarde, cuando el sol comenzaba a morir por la zona montañosa. Lidiar con mocosos de la preparatoria no era nada fácil, pero me divertía torturándolos. Ese día, los gemelos no venían conmigo pues tenían la tarde libre, así que me tocaba irme solito hasta la estación del tren y de allí hasta mi casa. Cuando llegué a mi apartamento me encontré con la grata sorpresa de ver a un jovencito de primorosa edad esperándome en la puerta.
Y no. No era Adrián. Era alguien más.
—Profesor Leandro —me llamó con dulce voz y cálida sonrisa.
—No esperaba verte por aquí.
—Ah, lo siento. Debí haber avisado —y sacó la lengua en modo infantil para después sonreír cálidamente.
Aquel chico se llamaba Mario Ponce. Era un jovencito que asistía al mismo instituto donde daba clase; excelente estudiante, inteligente, encantador, todo un ejemplo de como debía ser un alumno y ante todo, ¡Me respetaba! Iba en cuarto año, igual que Adrián, y para entonces, contaba con quince años y un metro cincuenta y cinco de estatura. Su cabello era de un rubio natural muy claro a la luz del sol y sus ojos dos piedras almendradas. Pálido como una hoja. Y menudo como un crío. Se notaba su entrada en la pubertad, aunque su voz aun no se hubiese puesto ronca. Seguía siendo un niño.
Yo no daba clases en su salón, así que lo conocí por mera causalidad. Fue un día que tuve que hacer suplencia a la profesora de química. Mario demostró tener una gran destreza en las materia, por eso llamó mi atención (No en el sentido que ustedes están pensando, cochinos) y bueno, solo le di clase un día pero el joven, al parecer, se encariñó conmigo (y nuevamente, NO de la manera en que están pensando). Se trataba más que todo de un cariño fraternal. Supongo que vio en mi algo así como una figura paternal. Suele venir de vez en cuando a pedirme ayuda con sus estudios, o libros prestados.
—Aquí le vine a traer el libro que me prestó el otro día, profesor —removiendo en su bolso, sacó un libro y me lo entregó sin dejar de sonreír. Yo le devolví el gesto—. Me divertí mucho leyéndolo.
—Me da gusto saber que ha sido de su agrado, joven Ponce.
—Profesor, está bien si solo me llama por mi nombre.
—Uh, sí, por supuesto. ¿Quieres tomar algo jov..., Mario? —
Él asintió con una sonrisa y yo abrí la puerta de mi apartamento para dejarlo pasar. Y no piensen mal. Era cierto que me acostaba con Adrián, y también que era un poco pervertido, pero eso no significaba que anduviese cogiendo con cualquier estudiante que se metiese en mi apartamento.
De cualquier manera, él entró sin cohibirse. Había que reconocer que el chico era bastante tímido. Sin embargo, conmigo se mostraba abierto de expresiones. Se sentía en confianza. Mario tomó asiento en el sofá y miró el interior de la casa con curiosidad, como la primera vez que llegó. Tal vez era que le sorprendía que un hombre soltero tuviese tanta pulcritud en su casa. Yo solo pasé hasta la cocina en busca de una bebida fresca que ofrecerle.
—Mañana es sábado y es treinta y uno de octubre, ¿Va a celebrarlo, profesor? —preguntó
Yo oí la fecha y sentí escalofríos. No es que Halloween se celebre mucho aquí. Por estos lares, en este país, no es muy buen visto. Celebrar el día de los muertos es cosa más sagrada que un juego. La gente es pragmática. Pero hay otros que lo hacen, se juntan en un sitio. Organizan todo. Y las personas que desean celebrarlo lo hacen allí.
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Uke Acosador. ME PERTENECES (PARTE I)
RomanceLeandro es un profesor recién egresado que pretende trabajar en el instituto "Ángel de la Guarda". Todo va más o menos bien hasta que conoce a uno de sus estudiantes: Adrián, un chico pelirrojo de timadores y brillantes ojos verdes que lo acosará si...