Capitulo 16: Todos tenemos algo que ocultar.

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Este capitulo es bastante diferente para quienes lo conocen, pues es la fusión de un capitulo de UA junto con otros one-shot publicados con anterioridad, así que podría decir que este capitulo es prácticamente nuevo. Disfrútenlo.

Capitulo 16: Todos tenemos algo que ocultar.

Abrí los ojos bruscamente, sobresaltado por el dolor punzante que sentía en el brazo. Mis pupilas estaban dilatadas así que solo veía luces por todas partes, como encandilado luego de una caminata con mucho sol. Cerré los ojos y respiré, a mi alrededor habían ruidos amortiguados. No sabía dónde estaba, lo último que recordaba era... "Adrián es Elías" Sí, ese sueño donde Susana me hablaba y no se parecía en nada a un sueño sino a una alucinación. O quizás era un contacto inconsciente con los muertos, quien podría saberlo...

—Adrián es Elías...—repetí en un susurro sin poder creerme eso.

Notaba la aguja incrustada en mi vena, esa que enviaba suero a mi organismo y mordía mi carne sin piedad. Abrí los ojos con pesadez, y al sentarme en la cama lo primero que hice fue quitarme la aguja. Una mancha roja mojó la sabana producto de la sangre que manaba de mi vena por mi falta de delicadeza al quitármelo. Odiaba esos aparatos. Suspiré con cansancio... Si Susana había venido a mí en mis sueños para anunciarme acerca de la identidad de Elías, entonces debía investigar. Adrián era la pista principal.

Sin embargo, el solo hecho de imaginarlos como una sola entidad me causaba hiperventilación, ¿Miedo, tal vez? No, pánico. Y tanto era el temor que hacía que mis entrañas se retorcieran, casi como si algo estuviera meciéndose en mis intestinos y esparciendo ácido en todo mi estómago. Y ahora se manifestaba como algo físico cuando notaba la sensación trepar por mi laringe y subir hasta mi boca. Era algo desagradable.

Antes de darme cuenta ya estaba en el baño de ese lugar, vomitando hasta el alma, sacando lo que comí ayer, lo de antes de ayer. Y vomité más, comenzando agregarle penas, inseguridades, pura mierda. Y no me detuve hasta que mi estómago y alma estuviesen saciados, hasta que la tráquea me dolió por tanto movimientos compulsivos, y cuando vi el lavamanos percibí que no era sólo comida, no era sólo pena, sin saber también había estado vomitando sangre. Miré la viscosa sustancia totalmente asqueado, abrí el grifo y dejé que el agua lavase la evidencia. Nadie debía saberlo.

Normalmente cuando me estresaba en extremo tendía a vomitar sangre.

Aproveché y me lavé la boca y cara. Debía salir de allí y buscar respuesta. Si antes no quería saber nada de mi pasado, ahora me urgía. Debía saberlo. Necesitaba saberlo, sino me volvería loco con tanto misterio de por miedo. Porque era como estar ahogándome sin saber exactamente qué era lo que me empujaba al fondo del averno.

Miré a mí alrededor, detallando dónde me encontraba y lo entendí de inmediato. Estaba en el hospital. Seguramente después de mi desmayo alguien me había traído hasta aquí, pero eso significaba que él ya estaba cociente de mi estado.

—¿Desde cuando vomitas? —me cuestionó una voz clara y varonil una vez que abandoné el baño.

—Deja de espiarme. —respondí malhumorado.

—No te espiaba. Pasaba de casualidad por aquí cuando te oí vomitar.

—Mentiroso.

—Está bien, está bien. Venía a ver cómo estabas, pero veo que amaneciste de pésimo humor —comentó con una sonrisa—. Venga; cuéntame desde hace cuánto que vomitas.

Suspiré resignado. No me iba a dejar en paz si no respondía, me andaría acosando con preguntas estúpidas y lo que más detestaba era que me persiguiesen. Lo miré unos segundos; Santiago era mayor que yo por tres años y menor que Luis por uno, teniendo entonces veintisiete años. Se graduó en medicina y trabajaba como doctor en ese hospital. Se encontraba especializándose en cardiología y amaba tener un corazón en sus manos, literalmente. Éramos del mismo tamaño aunque nuestras similitudes resultaban muy diferentes; su cabello era mucho más claro que el de Luis y el mío, llegando a ser un color rubio bastante pálido, además de ser él el único que heredó los ojos claros de mi abuela, adquiriendo así dos gotas de agua por ojos. No estaba casado, aunque yo sabía que era un mujeriego por naturaleza, presumiendo de cuanta mujer pasaba por su camino. Él al igual que Luis, no tenían remedio.

Uke Acosador. ME PERTENECES (PARTE I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora