Capítulo 9: amor y recuerdos.

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Capítulo 9: Amor y recuerdos.

La abuela siempre insistía en que la acompañara a la iglesia. Nunca fui de esos católicos fieles. Normalmente iba cuando eran días feriados, pero mi abuela me daba mucha lata con el asunto, según ella debía ir ese día porque quería presentarme con sus amigas de la iglesia y así presumir el nieto tan buen mozo que tenía.

— ¡Pero abuela!

—¡Leandro, me vas a acompañar a la iglesia! —recalcó con tono infantil y entrecerrando sus ojos.

Yo suspiré cansado. No tenía caso discutir con ella. Tendí mi brazo hacía su persona como un caballero, ella sonrío y aceptó el gesto, tomando mi brazo como una dama

— ¡Seguro que a mis amigas les vas a simpatizar mucho!

Cuando llegué a la iglesia, todas sus amigas se acercaron y comenzaron a pellizcar mis mejillas hasta ponerlas roja como tomate. En tanto yo trataba de liberarme de sus brazos para huir y así prevenir que me descuartizasen. Decían cosas como "¡Qué lindo nieto tienes, Marieta!" "¡Definitivamente es un buen mozo igual que su hermano!" "¡Pero qué cosa más bonita!" y cuando el ataque acabó, ya yo estaba sentado en una de las bancas de la iglesia, masajeándome las mejillas adoloridas y esperando a que la misa comenzara.

Miré a mí alrededor, buscando a alguien en específico. Mi hermano Luis era miembro del coro y por eso siempre venía a la iglesia. Por supuesto, él llegaba más temprano que de costumbre para ensayar junto a los niños que conformaban el canto.

Lo vi a lo lejos, cerca de la tarima. Allí con él se encontraban unos niños de diferentes tamaños y edades. Me hizo señas para que me acercara antes de que la misa empezara. Mi hermano era mayor que yo por tres años. Tenía el cabello castaño y ojos claros como la miel, piel tostada y sonrisa pícara. Era casi de mi misma apariencia, solo que él era un poco más alto que yo y más... social. Yo era un asocial por naturaleza, no me gustaba mezclarme demasiado con las personas, sin embargo, él era perfecto para juntarse con la gente.

—¡Ey hermanito! Así que la abuela te obligó a venir —asentí con pesar.

Observé a cada uno de los miembros del coro, algunos parecían no tener interés en nada y conversaban con sus compañeros, otros simplemente repasaban las letras de las canciones a cantar, pero había uno especial que llamó mi atención. Sin embargo, me costó mucho visualizarlo, su silueta era muy borrosa y por más que tratara de enfocarlo, no podía.

Luis, al ver mi atención en alguien en específico, se atrevió a intervenir, presentándome al infante. El niño, aun con su rostro borroso, levantó la mirada, dijo algo que no llegó a mis oídos y sonrió. No entendía porqué no podía verlo ni escucharlo. De hecho, dejé de oír a Luis. Me sentí como si hubiese sido tragado por una gran caracola y solo era capaz de escuchar un rumor apagado. Algo como sonido de estática, eso hasta que el ruido fue cortado por el tenue sonido de la campanilla del monaguillo, esa que indicaba que la misa estaba por comenzar.

»«

El despertador acababa de sonar y resonaba en mis oídos. Odiaba tanto los despertadores y tenía unas ganas tremendas de tirarlo y partirlo, pero como no quería apagar mi frustración con un objeto inanimado, fui paciente y lo apagué.

Suspiré cansado. Había soñado con mi hermano mayor, hacía mucho que no lo veía. De hecho, no lo veía desde que me había mudado a ese complejo de apartamentos. Hubo un tiempo en que se fue a la milicia a pagar servicio y nunca más volvió a la iglesia, luego pidió la baja y comenzó a estudiar derecho, allí conoció y se enamoró de Elizabeth, su esposa, con quien tuvo dos hijos. Él siempre me llamaba al igual que mi otro hermano Santiago, para preguntarme sobre mi bienestar y cosas así. Suponía que era natural que los hermanos mayores se preocupasen por sus hermanos menores, pero ellos resultaban un poco más histéricos que la mayoría. Cerré los ojos, evocando en mi memoria ese sueño tan extraño... porque yo no recordaba a ese niño...

Uke Acosador. ME PERTENECES (PARTE I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora