El Patito Feo

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Herc la miraba devorar el almuerzo como si llevara semanas enteras sin probar bocado. Tenía los carrillos a máxima capacidad, y a las muelas haciendo turno doble, seguramente sin pagar las horas extras. Por sus mejillas se derramaban los excesos que su boca no era capaz de asimilar, llegando hasta su frente o su barbilla. Hubo un momento en el que la máquina llegó a sobrecargarse de tal manera que se paró, haciendo que la pequeña tosiera.

-Deberías tomártelo con más calma.- le avisó Herc mientras palmeaba su espalda.

Aguie, con los manchados mofletes sofocados, recuperó la respiración lentamente. Miró a su hermano unos instantes, como si valorara la posibilidad de hacerle caso, para, luego, volver a apretujar trozos de tortilla en su boca. Herc sacudió la cabeza, siempre cansado. La pequeña empujó su plato inmaculado, sonriente por haber terminado. Miró a su hermano con reproche, pues éste apenas había probado bocado. Herc sonrió para después llevarse otro trozo de comida a la boca, como para acallar a sus ojos.

-¡Voy a cepillarme los dientes!- exclamó mientras se levantaba, para correr hacia el cuarto de baño.

El rubio suspiró con pesadez, el trabajo había sido un verdadero infierno aquella mañana, como casi todas. Su jefe era un absoluto cretino, que no podía aceptar el hecho de que la oficina podía funcionar a la perfección sin la necesidad de que él estuviera estorbando a todo el mundo. Además, aquel día le había reprochado el hecho de no haber cambiado el papel a la fotocopiadora, trabajo que ni siquiera le correspondía a él, siempre se olvidaba que ya no era un becario. Y a pesar de ese hecho, su sueldo seguía en esa fina línea que separaba lo decente de lo deplorable

¿Por qué nadie le había avisado acerca del horror que le traería estudiar Economía? Seguro que habría escuchado pacientemente, incluso podría haber optado por otros estudios con un futuro más prometedor, como una Ingeniería. ''Por lo menos tengo un trabajo.'' se decía a menudo para consolarse. Sin olvidar que fue gracias a ese puesto fijo en ''Loans along the way'', pudo lograr ser tutor de Aguie, algo imposible si hubiera estado desempleado. Y se recordaba cada día que debía conservarlo, si quería seguir cuidando de su hermanita.

-¿Has terminado ya?- preguntó una voz infantil y chillona.

Herc sacudió la cabeza, devolviendo su mente a su cuerpo. Miró su plato, todavía con comida. No tenía más hambre.

-Claro, pero no nos vamos hasta que haya fregado los platos. Puedes aprovechar para empezar tus tareas.- le aconsejó mientras vaciaba los restos de su plato en la papelera.

La niña frunció los labios, incrédula, sin moverse de su lugar. Lo siguió con la mirada en cada movimiento, con tan poco paciencia que le ponía nervioso. En cuanto acabó con los quehaceres, la niña le arrastró hasta la puerta, apenas dejándole tiempo para tomar su chaqueta y las llaves del apartamento. Agarrando su mano, casi ruedan por las escaleras.

-Si que te apetece un libro nuevo, ¿eh?- preguntó Herc con diversión mientras se detenían en la puerta de Bibliopea.

La niña se detuvo delante suya, absolutamente seria. La sonrisa sarcástica del rubio se suavizó, observando cuan importante era aquella tarde para su hermana.

-¿Prometes no fastidiarla?- preguntó ella.

-Palabra de honor.- dijo dibujando una cruz sobre su pecho.

Aguie asintió, dejando que una sonrisa se abriera paso entre sus dientes. Su hermano lo haría bien. Tomó el pomo fuertemente y lo giró con suavidad.

Una música melancólica le acarició el pelo. Su hermano la miró, alzando una ceja. Aguie abrió la puerta con recelo. Nada podría haberla preparado para lo que estaba a punto de ver. La imagen se reproducía a cámara lenta ante sus ojos.

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