Una vida de papel

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Lina se apresuró a agacharse y a recoger los libros que sus delgados brazos no habían podido sostener al añadírseles el peso de la presencia de la persona que estaba llamando a la puerta.

Todos parecieron paralizarse momentáneamente, como si fuera la mísmisima Muerte la que estuviese llamando a la puerta y ninguno quisiera abrirle la puerta a riesgo de convertirse en su siguiente víctima. Era un presentimiento ridículo pero los mantuvo a todos anclados al suelo hasta que el impaciente dueño del local volvió a llamar a la puerta y el señor Garrido se precipitó sobre ella, casi tropezándose.

Aquel hombre de negocios engreído y manipulable los mantenía temerosos sin motivo aparente, y él parecía disfrutar y recrearse en ese ambiente pues nunca antes había causado una impresión tan imponente y le gustaba sentirse en control por primera vez en toda su vida.

-Habíamos quedado a las ocho de la tarde.- dijo Lina intentando mostrarse firme en aquella transacción.

-Cierto, pero me ha surgido un compromiso a esa hora, imposible de anular, y cuando lo supe era muy tarde para informaros.- dijo con una sonrisa cínica.

-Bueno, no es nada grave, a fin de cuentas.- dijo la joven intentando relajar el ambiente.

-Como ya he dicho, tengo prisa, así que, si tenéis el dinero, sería un placer recibirlo.- dijo de manera tan repelente e insufrible que Lina no pudo evitar sentir el impulso de querer echarlo a patadas de la librería.

-En seguida.-dijo el señor Garrido rebuscando en los cajones de su escritorio con manos temblorosasa por la mezcla del alcohol con los nervios.

El empresario empezó a taconear con impaciencia, haciendo que el temblor en las manos del señor Garrido aumentara exponencialmente.

-Voy a ayudarle a encontrarlo.- dijo Lina deseosa de que aquel señor despreciable saliera de su librería.

La tensión era insufrible y perceptible para cualquiera hasta para el niño de pelo negro cuya presencia en aquel negocio no había sido prevista.

-¿Qué está pasando exactamente?- preguntó el niño en voz baja en el oído de la niña rubia.

Ella simplemente le tapó la boca con la mano y le chistó para que guardara silencio, él no debería estar aquí y no debía enterarse ni entorpecer nada. Tiburón Rayado levantó una ceja, lleno de curiosidad por aquella situación, se moría de ganas por saber que era lo que sucedía.

Tras unos segundos eternos que mantuvieron a todos en vilo, Lina alzó victoriosa el sobre que contenía el futuro garantizado de''Bibliopea''. Con seguridad y una sonrisa regocijante, el pequeño patito feo le entregó el reluciente sobre a su dueño. Él, que parecía no querer recogerlo, lo abrió con escepticismo y empezó a revisar su contenido ante las miradas, que aguantaban la respiración, que lo acribillaban.

-Creo que está todo...- dijo lentamente mientras terminaba de contar los billetes.- Espera, espera un momento.- dijo haciendo que el corazón de todos se parase un milisegundo.- ¿Es esto todo?

Lina tragó saliva lentamente y respirando pausadamente se acercó al dueño con un aura desequilibrada.

-Sin duda ahí está todo el dinero, incluidos los intereses.- comunicó la joven librera.- Yo misma lo he contado y recontado varias veces para estar segura.

-Creo que no os habéis dado cuenta de vuestro error.- dijo el empresario deleitándose mientras torturaba a aquellas personas.- ¿Qué día es hoy?

-Sábado.-contestó Lina sin dudar un instante.

-El número.- dijo el empresario intentando parecer menos alegre por aquel tecnicismo que le iba a cubrir de dinero en el futuro.

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