Casino Royale

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Aguie miraba con el ceño fruncido como Lina paseaba de un lado a otro de la librería con su teléfono pegado al oído, diciendo cosas que no tenían sentido para ella. Podía ver como rechinaba los dientes, intentando no elevar su voz más de lo debido, pero sin llegar a conseguirlo. Aguie seguía su eterna caminata por encima del lomo de su tomo recién adquirido. Era divertida verla ir de un lado a otro, gesticulando violentamente y haciendo muchas muecas. El señor Garrido era de su misma opinión pues se encontraba en la misma posición que la niña, uno al lado del otro. Cada vez que la mirada encolerizada de la librera se posaba en ellos utilizaban las cubiertas como escudo contra el mal humor.

-Te apuesto cinco euros a que está hablando con tu hermano, Pulgarcita.- dijo el señor Garrido a la niña con una sonrisa divertida.

-Se equivoca, señor Garrido, seguro que es Tora.- dijo la niña arrugando la nariz con decisión.

Ambos estrecharon las manos, seguros de que su cuenta bancaria crecería cinco euros en los próximos minutos. Observaban a la joven con más atención, intentando identificar a su interlocutor antes que el otro. Lina colgó el teléfono con tal furia que creían que había rajado la pantalla.

-¿Quién ha sido el que ha tenido el placer de escuchar tu cándida y angelical voz en esa conversación tan jovial y amena?- preguntó el señor Garrido intentando ocultar su evidente regocijo.

-No me apetece hablar de ello.- dijo la joven dejando el móvil a los pies del señor Garrido, sobre la mesa.

-Hablar de lo que nos preocupa suele ser mejor solución que ocultarlo.- recitó la niña del libro que estaba leyendo con una sonrisa traviesa.

Lina los miró levantando una ceja, preguntándose que les pasaba hoy para estar tan interesados en su reciente discusión.

-No es nada, a veces Tora puede ser realmente increíble, eso es todo.- dijo con resentimiento.

La niña no resistió expresar su júbilo con una sonrisa altanera y extendió su manita hacia el anciano que la miraba con fastidio mientras rebuscaba en la caja registradora un billete que entregarle a la pequeña manipuladora. A pesar de lo obvio de la situación y lo molesta que era, Lina decidió respirar hondo y sonreir.

-Como sujeto de vuestras apuestas, espero un mínimo de un cincuenta por ciento de las ganancias.- anunció recuperando su buen humor.

-Si inviertes en un helado de vainilla podríamos arreglarlo.- dijo la niña resuelta mirando inmediatamente después al señor Garrido en busca de aprobación.

El señor Garrido asintió con seriedad y revolvió su pelo, orgulloso de su pequeña discípula.

-¿La estás corrompiendo? - preguntó la joven con un deje decepcionado y divertido.

-Hay que aprovechar ahora que es pequeña e influenciable.- dijo el señor Garrido como si hablara de la manera correcta de cuidar de un perrito.

-Aguie, me has decepcionado enormemente.- dijo la librera con gravedad.

-Prometo sólo apostar con el señor Garrido, con nadie más, y no jugar nunca con el dinero.- dijo la niña con premura no queriendo defraudar a su modelo a seguir.- Con él es muy fácil, no se fija en nada.- dijo riendo y guiñándole un ojo al señor Garrido.

Lina negó con diversión para después mirar su reloj.

-Creo que te debería llevar ya a tu casa, Herc se estará tirando de los pelos.- dijo Lina con una sonrisa.

-Puedo volver yo sola, siempre lo hago.- dijo Aguie, algo confusa.

-Ya lo sé, es que me quedo a cenar, pensé que te lo había dicho.- añadió la librera frunciendo el ceño.- Señor Garrido, usted también es bienvenido.

-Muchas gracias, pero me quedaré aquí un poco más.- dijo el anciano revolviendo una vez más el pelo de la niña.

Las chicas se encogieron de hombros y salieron de la librería, seguras de que, como iba siendo habitual, acabaría quedándose dormido con los pies sobre su amado escritorio.

Lina llevó de manera presurosa a Aguie a su piso, como si llegaran tremendamente tarde a algún evento de gran calibre. Herc les abrió la puerta, extrañado.

-Siempre llegas temprano...- comentó dejándolas pasar.

-Voy tarde a un lugar, no puedo quedarme a cenar, lo siento.- dijo la joven mirando alternativamente su reloj y a los hermanos.- Pero, antes, tengo noticias.

-Cuenta.- dijo Aguie con impaciencia.

-Nuestra segunda persona nos ha fallado y no hay manera posible de recuperarla.- dijo Lina con nerviosismo.- Hay que centrarse, por lo tanto, en convencer a la tercera persona.- Lina tragó saliva, haciendo evidente el desafío que esta misteriosa tercera persona presentaba.- Tenemos que visitarla lo antes posible, ¿mañana podéis?

-Creo que podré pedirme la tarde libre...- murmuró Herc desconcertado por la actitud nerviosa y escurridiza de la librera.

-¡Perfecto!- exclamó Lina sobresaltando a los hermanos.- ¡Luego me llamas y concretamos los detalles! - gritó mientras bajaba a toda prisa las escaleras de su urbanización.

Los hermanos se miraron, perplejos.

-¿Sabes que le pasaba a la librera psicópata?- preguntó Herc con cierta curiosidad.

-Ni idea.- dijo Aguie, igual de curiosa que su hermano sobre la extraña actitud de Lina.

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Hola, personitas de Wattpad. Este mini-capítulo es un bocadito de lo que se avecina, que espero que nos desespere. Me encanta la relación del señor Garrido y Aguie, como una familia. Sin embargo, ¿de qué estaría discutiendo Lina con Tora? ¿Quién era la segunda persona a la que no van a ver? Todavía quedan cosas sin aclarar. Espero que estéis disfrutando de la historia tanto como yo.

Besos,

La escritora

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