Capítulo 6.

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-Dime Eduardo; ¿Cómo te has sentido en el trabajo?

Iván y yo nos encontramos en una fuente de sodas, nos pareció buena idea salir para platicar un momento, ambos estamos sentados conversando, mientras disfrutamos de unas malteadas y comemos unas hamburguesas acompañadas con papas.

-Verás me he sentido bastante bien, desde el primer día que llegue todos fueron muy amables conmigo.

-Parece que te has adaptado bien al empleo hermano, ¡Te felicito! Mamá no deja de mencionarte, está encantada con tu trabajo y parece que muchas personas también, no cabe duda, tu desempeño a sido excelente; me alegra haberte mencionado el trabajo.

-Jamás te había escuchado felicitando a nadie, no desde nuestros días en la escuela.

-Los tiempos cambian, diferentes personas, nuevas amistades, ¡Bah! Ya no soy el mismo Iván de antes y tu ya no eres el mismo Eduardo; bueno, para serte franco sigues siendo el mismo cupido enamorado cursi, pero, fuera de eso también has cambiado. A propósito, ¿Cómo va todo con Rebeca?

Mis ojos se abren; la pregunta de Iván me toma por sorpresa, tomo un sorbo largo a mi malteada y trago desesperadamente.

-Hasta ahora todo va, mmm, bien.

-¿Estas seguro Romeo? No te ves muy convencido de tu respuesta.

Los ojos de Iván se topan con los míos, su mirada es penetrante, fija, asechadora, me es imposible mantenerme calmado; desvió mi mirada y tomo rápidamente mi hamburguesa, con una mordida grande trato de evadir la situación.

-¡Ya basta Eduardo! ¿Ahora que pasa contigo?

-De acuerdo, lo diré, Rebeca y yo peleamos el día de ayer en el trabajo, no se de ella desde que salimos de la tienda, ni un mensaje, ninguna llamada; trate de llamarla hoy en la mañana pero, no me contesto.

-Así que pelearon; ¿Y se puede saber el motivo de su pelea?

-Bueno, sucede que el día de ayer atendí a una señorita bastante guapa, para serte sincero, la jovencita era de lo más agradable y simpatizamos bastante, ambos reímos y platicamos durante la venta; para cuando termine de atenderla, Rebeca lanzaba espuma de la boca, se veía muy molesta. Trate de hablar con ella pero no respondía como yo lo esperaba, me dijo que no le gusto para nada como se comportó la señorita conmigo, creyó que me estaba coqueteando y que yo estaba accediendo a ese coqueteo; para cuando me di cuenta ya me encontraba molesto también y bueno, ¡Discutimos!

-Ja ja ja, digno de Rebeca, un ataque de celos suena exactamente a algo que ella haría.

-Dímelo a mí hermano. Ahora no sé qué voy a hacer.

-¿Has pensado en ir a verla a su casa?

-Claro, pero no me contesta y ayer me dijo que no quería ni que me parara ahí.

-Ja ja ja ¡No puedo con esto! Ja ja ja; veras hermano cuando una mujer te dice no te quiero ni ver, no se refiere a eso exactamente, debes pensar bien las cosas Eduardo, o, de lo contrario, las cosas se pondrán peor.

Terminamos nuestra comida, pedimos la cuenta y ambos salimos del lugar.

-¿Qué puedo hacer Iván? Es increíble, los celos de Rebeca se salieron de control y al final yo termine como el culpable.

-Animo Eduardo, lo único que debes hacer es ir a su casa, buscarla y terminar con este mal entendido, créeme ella está esperando por ti.

-Tienes razón hermano, eso mismo haré, solo que no iré con las manos vacias. Acompañame.

Del Amor Al OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora