Capítulo 10 (Parte 4)

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Subo a la lancha y comenzamos el traslado, el señor que nos lleva es sumamente divertido, todo el camino bromea y cuenta chistes, es de lo más agradable, viajando así es imposible aburrirse. Pasan aproximadamente 10 minutos y a lo lejos observo otro muelle, pero en este no logro observar tantas personas como en el primero que visitamos, la lancha frena a un lado de este y el encargado del transporte nos ayuda a bajar.

-¡Disfruten la playa amigos!

Todos agradecemos y nos despedimos del caballero.

-¿Bien y ahora qué?

-Busquemos un taxi Eduardo, aun debemos movernos por la isla hasta la playa.

Buscamos a los alrededores y logramos encontrar un taxi, es extraño, creí que encontraríamos los clásicos escarabajos de la ciudad, pero de este lado de la isla los taxis y transportes son más del tipo jeep. Subimos al taxi y le pedimos al conductor nos lleve a la playa, el señor asiente, nos pide nos sujetemos bien y acelera. Durante el camino observo los alrededores, hermoso, simplemente hermoso, esto es tan diferente a la ciudad, las personas nativas de la isla no necesitan autos lujosos, ni ropa cara, tampoco casas enormes ni mucho menos zapatos costosos, todos son tan amigables y se ven tan contentos con lo que tienen, es un ambiente sumamente agradable. El taxi nos sumerge dentro de la isla, atravesamos caminos repletos de palmeras y el suelo es inestable repleto de rocas, la fuerza del jeep levanta un poco la tierra y esta golpea nuestras caras, debo admitirlo no es la mejor parte del viaje.

-Parece que te molesta un poco la tierra Eduardo.

-Nada personal, no estoy acostumbrado a esto.

-Debes salir más hermano, ¡Vive!

Giro mi cabeza hacia el camino y comienzo a verlo, logro ver bastantes comercios, arena por todos lados y más adelante observo, el mar, ¡Increíble! Se ve tan cristalino y puro, el reflejo del sol, le va también al agua, hace que reluzca todo el océano por completo.

-¡Sorprendente! El mar se ve excelente.

-Y eso que aún no nos metemos para disfrutarlo anciano. Vamos ya, ya quiero sentir el agua en mi cuerpo.

Todos bajamos del taxi, caminamos por la playa y nos situamos debajo de una palapa, las bancas son de madera y las mesas hacen conjunto con ellas, a un lado de nosotros una hamaca, quizá pueda tomar una siesta por la tarde.

-Vamos ya Eduardo, ¡Disfrutemos! Sara, Mariana, corran.

Me quito la playera y las sandalias, salgo corriendo a toda velocidad por la playa, el sol esta radiante, puedo sentir la arena caliente tocando las plantas de mis pies; me preparo, doblo las rodillas y doy un salto enorme ¡SPLASH!

-¿Te diviertes Eduardo?

-Así es Sara, mucho, bastante diría yo.

El sol comienza a ocultarse, es un atardecer maravilloso, toda la mañana lo hemos pasado nadando y por ahora supongo está bien descansemos mientras disfrutamos de una rica comida.

-Come Eduardo, no tienes buena cara ¿Te pasa algo?

Sin darme cuenta una lágrima sale por mi ojo y recorre mi rostro hasta que cae en la arena. Limpio mi ojo y con el mejor gesto posible respondo a Sara.

-Nada, solo observo el atardecer, es muy inspirador.

-Eduardo, apresurémonos a comer hermano, quiero platicar contigo.

-¿Sobre qué?

-Cosas sin importancia, solo quiero saber cómo has estado estos años sin mí.

Del Amor Al OdioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora