7. "La final del Mundial de Quidditch."

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Las veelas eran mujeres, mujeres hermosas que no eran (no podían ser) humanas. Esto desconcertó a Maddie por un momento, mientras trataba de averiguar qué eran realmente: qué podía hacer brillar su piel de aquel modo, con un resplandor plateado; o qué era lo que hacía que, sin que hubiera viento, el pelo dorado se les abriera en abanico detrás de la cabeza.

—Veelas —explicó Noa—, son una semi-humanas remanentes de las sirenas.

—Exacto —continuó Hermione—. Ellas aparentan ser muy jóvenes y bellas mujeres y su danza es seductora para la mayoría de los hombres. Cuando se enojan, se transforman en algo más parecido a una harpía.

—Sus rostros se convierten en algo parecido a la cabeza de un ave con picos largos y filosos y con lar plumas que nacen de sus hombros, también pueden lanzar bolas de fuego de sus manos.

—Pero no son tan lindas —dijo Maddie y automáticamente se volvió a ver a Cedric que, de cierta manera, no estaba hipnotizado: al contrario, se dio la vuelta y le sonrió a su novia.

Pero en aquel momento comenzó la música y las veelas se pusieron a bailar. Cedric se tapó los oídos, y a medida que las veelas aumentaban la velocidad de su danza, Ron abría más los ojos y Harry se levantaba sobre el asiento.

—Harry, ¿qué haces? —dijo Noa.

Cesó la música. Harry de había levantado del asiento, y tenía un pie sobre la pared de la tribuna principal. A su lado, Ron permanecía inmóvil, en la postura que habría adoptado si hubiera pretendido saltar desde un trampolín. El estadio se sumió en gritos de protesta. La multitud no quería que las veelas se fueran. Harry se miraba el trébol grande y verde en su pecho. Ron, mientras tanto, hacía trizas, sin darse cuenta, los tréboles de su sombrero. El señor Weasley, sonriendo, se inclinó hacia él para quitárselo de las manos.

—Lamentarás haberlos roto en cuanto veas a las mascotas de Irlanda —le dijo.

—¿Eh? —musitó Ron, mirando con la boca abierta a las veelas, que acababan de alinearse a un lado del terreno de juego. Noa chasqueó fuerte la lengua y tiró de Harry para que se volviera a sentar.

—¡Lo que hay que ver! —exclamó.

—Y ahora —bramó la voz de Ludo Bagman— tengan la bondad de alzar sus varitas para recibir a... ¡las mascotas del equipo nacional de Irlanda!

En aquel momento, lo que parecía ser un cometa de color oro y verde entró en el estadio como disparado, dio una vuelta al terreno de juego y se dividió en dos cometas más pequeños que se dirigieron a toda velocidad hacia los postes de gol. Repentinamente se formó un arco iris que se extendió de un lado a otro del campo de juego, conectando las dos bolas de luz. La multitud exclamaba «¡oooooooh!» y luego «¡aaaaaaah!», como si estuviera contemplando un castillo de fuegos de artificio. A continuación se desvaneció el arco iris, y las dos bolas de luz volvieron a juntarse y se abrieron: formaron un trébol enorme y reluciente que se levantó en el aire y empezó a elevarse sobre las tribunas. De él caía algo que parecía una lluvia de oro.

—¡Maravilloso! —exclamó Ron cuando el trébol se elevó sobre el estadio dejando caer pesadas monedas de oro que rebotaban al dar en los asientos y en las cabezas de la multitud. Entornando los ojos para ver mejor el trébol, Maddie apreció que estaba compuesto de miles de hombrecitos diminutos con barba y chalecos rojos, cada uno de los cuales llevaba una diminuta lámpara de color oro o verde.

—¡Son leprechauns! —explicó el señor Weasley, alzando la voz por encima del tumultuoso aplauso de los espectadores, muchos de los cuales estaban todavía buscando monedas de oro debajo de los asientos.

Pequeñas Black y el Caliz de Fuego {Libro IV-Harry Potter}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora