33. "La poción de la verdad."

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Harry cayó de bruces. No se movió. Se aferró con más fuerza a las dos cosas que estaba agarrando: la bruñida asa de la Copa de los tres magos, y el cuerpo de Cedric. Maddie se soltó de Noa y corrió hacia él como nunca antes había corrido.
El estrépito la ensordeció: había voces por todas partes, pisadas, gritos...
Se arrodilló junto al cuerpo de Cedric, y ahora sí se echó a llorar desconsoladamente: estaba frío, rígido. Estaba muerto, y Maddie no quería aceptarlo. El dolor que aquello implicaba no podía expresarlo con palabras.
Noa y Dumbledore llegaron corriendo tras ella. Noa miró el cuerpo de el que había sido uno de sus mejores amigos, luego miró a su hermana, y compasivamente le dio su espacio: entre ellas había tal unión tan fuerte que podían sentir la miseria la una de la otra.
Dumbledore agarró a Harry con fuerza y lo volvió boca arriba.

—¡Harry!, ¡Harry!

Harry abrió los ojos.

Harry soltó la Copa, pero agarró a Cedric aún con más fuerza. Levantó la mano que le quedaba libre y cogió la muñeca de Dumbledore.

—Ha retornado —susurró Harry—. Ha retornado. Voldemort.

—¿Qué ocurre? ¿Qué ha sucedido?

Cornelius Fudge apareció sobre Harry. Parecía blanco y consternado.

—¡Dios... Dios mío, Diggory! —exclamó—. ¡Está muerto, Dumbledore!

Aquellas palabras se reprodujeron en la mente de Maddie, y las sombras que los rodeaban se las repetían a los de atrás, y luego otros las gritaron, las chillaron en la noche: «¡Está muerto!», «¡Está muerto!», «¡Cedric Diggory está muerto!».

—Suéltenlo, Black, Harry —oyó que le decía la voz de Fudge, y Maddie notó dedos que intentaban separarla del cuerpo sin vida de Cedric, pero Maddie no lo soltó.
Entonces se acercó Dumbledore.

—Ya no puedes hacer nada por él, Maddie. Todo acabó. Suéltalo.

—No —sollozó Maddie.

Harry se agarró la cabeza.

—Quería que lo trajera —musitó Harry: mirando a Maddie—. Quería que lo trajera con sus padres, contigo...

—Ced... —volvió a sollozar Maddie sin dejar de observar los ojos cerrados de Cedric.

—Ahora suéltalo, Maddie.

—Déjela, profesor Dumbledore —pidió Noa, entre lágrimas, aún de pie junto a su hermana—. Dele tiempo.

Dumbledore asintió, se inclinó y levantó a Harry del suelo y lo puso en pie. Harry se tambaleó. Alrededor de ellos, la multitud daba empujones, intentando acercarse, apretando contra ellos sus oscuras siluetas.

—¿Qué ha sucedido? ¿Qué le ocurre? ¡Diggory está muerto!

—¡Tendrán que llevar a Potter a la enfermería! —dijo Fudge en voz alta—. Está enfermo, está herido... Dumbledore, los padres de Diggory están aquí, en las gradas...

—Maddie, ya vienen los padres de Cedric... —susurró Noa al oído de su hermana—. ¿Quieres... quieres quedarte con ellos?

Maddie asintió lentamente, aún sollozando.

—Yo llevaré a Harry, Dumbledore —decía Moody—, yo lo llevaré...

—No, yo preferiría...

—Amos Diggory viene corriendo, Dumbledore. Viene para acá... ¿No crees que tendrías que decirle, antes de que vea...?

Pequeñas Black y el Caliz de Fuego {Libro IV-Harry Potter}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora