35. "El comienzo."

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Los siguientes días fueron largos e intensos: en especial para Maddie. La ausencia de Cedric la agobiaba. Y el dolor propio la inundaba, así como a los Diggory. Las recapitulaciones que hacía resultaban muy dolorosas. Lo peor fue, tal vez, el encuentro con los Diggory y Harry que tuvo lugar a la mañana siguiente.
Nadie culpó a Harry de lo ocurrido. Por el contrario, ambos le agradecieron que les hubiera llevado el cuerpo de su hijo. Durante toda la conversación, el señor Diggory no dejó de sollozar. La pena de Annabella Diggory era mayor de la que se puede expresar llorando.

—Sufrió muy poco, entonces —musitó ella, cuando Harry le explicó cómo había muerto—. Y, al fin y al cabo, Amos... murió justo después de ganar el Torneo. Tuvo que sentirse feliz.

Al levantarse, ella miró a Harry y le dijo:

—Ahora cuídate tú.

Harry cogió la bolsa de oro de la mesita.

—Tomen esto —le dijo a la señora Diggory—. Tendría que haber sido para Cedric: llegó el primero. Cójanlo...

Pero ella lo rechazó.

—No, es tuyo. Nosotros no podríamos... Quédate con él. Maddie, quiero hablar contigo. Si nos disculpas... Harry...

Amos, Annabella y Maddie abandonaron la enfermería y fueron a los jardines del colegio.

—Maddie, sabemos que tu también sientes esta horrible pena que nos invade —musitó Annabella—, y que tú amabas a Cedric tanto como él lo hacía.

—Le ruego que no hable de él en pretérito imperfecto —pidió Maddie—. Él... Él jamás va a abandonarnos realmente.

—Tienes... Tienes razón —reconoció la mujer—. Queremos...

—Queremos agradecerte por todo el amor que le has dado a Cedric estos dos últimos cursos —completó Amos—. Tú... tú lo hacías muy feliz.

—Y él a mí.

—Y queremos pedirte —siguió Annabella—, que no pierdas el contacto con nosotros porque... para nosotros Cedric aún vive en ti, y eres su propio reflejo.

—Ustedes son el reflejo de Cedric para mí también —respondió Maddie—, así que permanecer en contacto será un gusto y un alivio para mí.

—Por favor, si necesitas algo —dijo Annabella—... Cuenta con nosotros. Yo no quiero dejar de ser madre, Amos no quiere dejar de ser padre, y tú eres lo que queda de nuestro hijo...

—Conmigo usted se ha comportado como la madre que no he podido conocer, Annabella —se emocionó Maddie—. Cuento con ustedes, lo prometo. Cuenten conmigo y con mi apoyo también. Para lo que fuera que necesiten...

—Gracias —dijeron Amos y Annabella al unísono.

La noche siguiente, Hermione, Lavender y Parvati volvieron al cuarto, y Harry volvió al suyo.
La única persona aparte de Noa, Sirius, Harry, Ron y Hermione con la que se sentía capaz de hablar Maddie era Hagrid. Como ya no había profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, tenían aquella hora libre. En la del jueves por la tarde aprovecharon para ir a visitarlo a su cabaña. Era un día luminoso. Cuando se acercaron, Fang salió de un salto por la puerta abierta, ladrando y meneando la cola sin parar.

—¿Quién es? —dijo Hagrid, dirigiéndose a la puerta—. ¡Chicos!

Salió a su encuentro a zancadas, aprisionó a Maddie con un solo brazo, la despeinó con la mano y dijo:

Pequeñas Black y el Caliz de Fuego {Libro IV-Harry Potter}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora