Capítulo 2: La Vida de los Twitteros de la Desesperación

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No voy a decir te lo dije, pero te lo dije. Vamos a empezar mejor que yo ya....


~o~


El día siguiente del juicio me dirigí animado al comedor. Vale, se había muerto dos de mis compañeros, pero nunca los llegué a conocer así que no me importaba mucho, además la vida sigue supongo. Sí, es un poco insensible por mi parte pero no iba a ponerme depresivo por eso.

Así que estaba yendo cuando Andrea y Bya salieron a mi paso.

—     Buenos díaaaas.

—     Buenos días :(

Adivinad quién es quién.

—     Buenas...—estaba algo confundido, teniendo en cuenta que el día anterior me habían dejado de lado y hasta acusado de ser un puto asesino.

—     Veníamos a disculparnos.— dijo Andrea. Había dislexia en sus palabras pero ya tenía puesto el traductor.

—     Lo sentimos....

—     Hm, bueno.— dije un poco seco y borde. No recordaba muchas cosas acerca de mi pero si sabía que era MUY rencoroso.

—     Pero.

—     Es normal que estés enfadado, te acusé sin motivos y lo siento.— Andrea continuó.— Pero era un poco sospechoso todo.

—     Supongo que lo era.

Y me largué sin más. Sinceramente, tenía hambre y no quería ponerme de mal humor. O sea, sabía que se estaban disculpando y todo eso, pero pensar en ese tipo de cosas agotan mi cabeza y en parte me sentía mal por ocultar el hecho de que no sé cual es mi talento...


Cuando al fin llegué a la cocina vi a Leyre, a Arnau y a la Natt esa desayunando en una mesa.

—     Buenos días.— dije saludando, gran aporte Juan, gran aporte.

—     No sé cómo puedes preferir a un tirillas en bicicleta antes que a mi

—     Pff

—     Cualquiera lo preferiría.

Adivinen quien es quien. Cómo no me enteraba de nada y parecían muy enfocados en lo que fuera eso (creo que algo de yoshi no toques el pedal), me senté a desayunar tranquilamente en una mesa. Bya y Andrea entraron un poco después pero no se acercaron a mí básicamente porque los fulminé con la mirada, que majo y sociable soy.


La gente fue llegando poco a poco, y en un par de minutos el comedor ya estaba lleno. Bueno, lleno no, pero sí que estaba lo máximo ocupado que podía estar teniendo en cuenta que sólo éramos 13 personas y mejor sigo.


—     Tu te llamabas Juan, ¿no?

Sin darme cuenta, la loca fan esa se había sentado delante de mí. En serio, ¿Cuándo había pasado? Lo peor es que estaba mirándome fijamente completamente seria.

—     Sí, soy yo.— estaba separándome lentamente de la mesa para empezar a correr en cualquier momento.

—     Bien, toma.— de su bolsillo sacó una cadenita dorada con una llave en ella y me la dio. La llave era un poco rara, como una cabeza de pájaro con pico rojo, alas blancas saliendo hacia los lados y gemas rojas en cada una. — Más te vale no perderla, y lo siento.

—     ¿Por qué te...?

Pero, tras eso, se levantó bruscamente de la silla y empezó a gritarme.

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