El juego comienza

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Al abrirse las puertas del elevador pude notar que no había nada esepto un escritorio de cristal y varias puertas enormes, de repente una de ellas se abre, saliendo Alejandro con una cara de diversión que al percatarse de mí presencia su semblante cambio, se mostró serio.

Se acercó a mí me miro directo a los ojos por unos segundos, después de ese momento incómodo desvío la mirada para dirigirse de nuevo a mí.

- buenos días señorita Robinson.

Que le pasa a este hombre a caso sufre de lagunas mentales, en la entrevista me trato con tanta familiaridad y hasta coquetería, y también me tuteaba y ahora me trata con tanta formalidad.

- buenos días señor Duarte.

No se que rayos pasa, pero respondí de la misma manera. Supongo que si fue así de relajado conmigo ayer fue porque quizá no pensó que conseguiría el puesto y ya que lo tengo no quiere que me tomé ciertas confiancitas con el, no lo sé, en muchas ocasiones no entiendo al género masculino y eso que ellos dicen que las mujeres somos las complicadas.

- Alejandro, llámame por mí nombre.

- esta bien con una condición.

Alejandro me mira perplejo, como pensando bien su repuesta, o que se yo.

- ¡Así!, ¿Cuál condición?.

- que también te dirijas a mi por mí nombre, odio las formalidades.

- jajajajaja esta bien Akane. Por lo que veo eres de carácter fuerte y eso me gusta, creo que será divertido.

- perdón, pero a que té refieres con eso.

- a nada, nada linda, no te preocupes. Ven acompáñame, te presentaré a tu nuevo jefe.

Me hizo una seña con la mano para que entrará en la puerta de la que salió hace unos minutos, y obedecí de inmediato, al entrar no pude evitar sentir escalofríos, era una oficina majestuosa digna de un Rey. El espacio era gigante, grandes ventanales de cristal, sillones de cuero negros y sin tocarlos podía sentir su suavidad, un escritorio de mármol fino, y ahí estaba el, mí jefe de espaldas en su silla giratoria.

Sin verlo ya estaba nerviosa hasta el punto que sentía que me desplomaría en cualquier segundo.

- señor Valtierra, le presentó a Akane Robinson su secretaria.

De inmediato se dio la vuelta, y no no podía ser era el, el bruto del aeropuerto, el que ese día me robó un beso, con el que ayer me enfrente, al que le dije lo que pensaba. Diablos de saber que sería mí jefe no le abría dicho todo eso.

A quien engaño, claro que lo hubiera hecho, si se portó fatal conmigo.

- bu... buenos días señor.

- gracias Alejandro, nos vemos en media hora en la sala de reuniones.

- claro, nos vemos, con permiso. Suerte. - esto último me lo dijo cerca del oído susurrándolo.

Y así se fue, quedando sólo el y yo.

- tome asiento.

Me senté en unas de las sillas frente a su escritorio, sin poder articular ninguna palabra. Me sentía tan vulnerable ante la mirada fría e intimidante de este hombre. Pero no le daría el gusto de que notará el efecto que causó en mí.

- señor yo...

- usted no se esperaba encontrar a este cavernícola, patán, bestia y ya no recuerdo como más me llamo, aquí verdad, y que además sería su nuevo jefe.

Lo dijo en un tono sarcástico que me hacía hervir la sangre, sabía que esta situación le divertía. Pero no era momento de doblegarme, no frente a él, no le daría el gusto de verme derrotada, mí orgullo es más fuerte.

- bueno lo lamento, pero lo merecía y lo sabe.

- vaya vaya veo que todavía no se da cuenta de con quien esta hablando.

- claro que me doy cuenta señor.

El sé levantó abruptamente de su silla y puso sus manos con enojo sobre el escritorio.

- sabes ya me está cansando esa manera tan irreverente tuya de dirigirte a mi, soy tu jefe y aquí se hacen las cosas como yo digo y cuando yo lo digo, estamos claros. No soporto que me contradigan.

Me quedé callada por unos momentos, no sabía que decir sin reventarle el zapato en la cara.

- claro, algo más.

Se acercó quedando a sólo centímetros de mí, y yo me quede paralizada, sin saber que hacer quería correr de ahí pero mi cuerpo no respondía.

- esta jugando con fuego y créame se quemara.

- no se a que se refiere. - Levante la cabeza para encontrarme con esos ojos azules que me ponían como tonta.

- que le encanta provocarme, y las reglas del juego las impongo yo únicamente.

- " juego" , pensé que se venía aquí a trabajar no a jugar.

- mejor váyase de aquí antes de que me haga perder los estribos, y quiero mí café en cinco minutos entendió.

- shh, si no tengo problemas para entender, con permiso.

Me levanté de la silla para dirigirme a la salida cuando algo me impide abrir la puerta, al darme vuelta el me toma de ambas manos las pone arriba de mí cabeza presionando su cuerpo contra el mío haciendo imposible zafarme ya que me tenía contra la puerta.

- PERO QUE LE PASA.

- tu me pasas, tu maldito carácter, que aún sin conocerte bien ya me vuelve loco.

Esas palabras bastaron para sentir arder mis mejillas, seguro estoy de lo más cómica.

Su cercanía hace vibrar mí cuerpo de una manera extraña, saca mí planeta fuera de su órbita. Respirar su aroma, sentir su cuerpo bien trabajado pegado al mío, DIOS que tiene este hombre, si no hago algo para detenerme, sucumbiré ante el deseo.

- suelte me ya, no quiero perder mí empleo, sin antes haber comenzado.

- así y según tu como perderías tu empleo.

- evitando que pueda tener hijos... y lo haré si no me suelta yaaaa.

Me soltó riéndose el muy maldito, con su cara triunfal. Pero que ni crea que va a doblegarme, o no, no lo hará. Casi en seguida note que era la segunda ocasión en que me tuteaba.

- puede retirarse, pero esto aún no termina, téngalo por seguro.

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