Capítulo 8. Confesión

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Marion

El resto del fin de semana pasó muy rápido. La mayor parte del tiempo lo pasé estudiando para los exámenes que tenía la semana siguiente. Me costó mucho al principio porque en Ohara habíamos estudiado cosas de diferente forma y el cambio me costó, pero tenía que admitir que si algo me gustaba de mí misma era lo buena estudiante que era.

Cuando le conté a Ian de mi quedada con Álvaro el lunes en la escuela, no mostró ningún tipo de emoción y se comportó de manera extraña. Seguro que algo le pasaba.

—Qué suerte tienes. —Mientras sonreía, fue lo único que salió de su boca.

Ian cada día que pasaba estaba con una cara más triste. Cuando nos dieron las notas de los exámenes para su sorpresa había suspendido los de filosofía, dibujo técnico y literatura que eran de las materias que mejor se le daban. Le pregunté qué era lo que le sucedía porque también notaba bastante indiferencia por parte de los demás compañeros, pero él no quería decirme nada. Aun así, seguía teniendo muy buena actitud conmigo y con todos y no se le borraba la sonrisa de la cara. Yo le animaba, aunque no tuviese ni idea de lo que pasara por su cabeza:

—Eso es, que no se te quite esa sonrisa —le decía.

—Gracias —me sonreía.

Después de haber quedado para conversar con Álvaro, me encontraba bien. Pasaban los días y seguíamos hablando por WhatsApp, nos contábamos como nos iba el día, mandábamos fotos de prácticamente todo y empezamos a coger bastante confianza el uno por el otro. También me tenía loca "el misterio de Martina" pero preferíamos dejar que pasase el tiempo. Todavía no había tenido un segundo encuentro con Álvaro, pero lo tendría en breve, seguro.

En clase, seguía siendo la típica chica callada que no se relacionaba con nadie, la gente empezó a mirarme diferente. Cierto es que mantenía conversación con Sara e Ian, pero los demás compañeros miraban mal que solo me relacionara con ellos.
Me preguntaba el por qué.

Una Semana más tarde

El pensamiento que tenía acerca el colegio y la gente no era lo que me esperaba. «¿Cómo iba a ser todo tan perfecto?», pensé.
Me di cuenta aquella mañana del veintiséis de febrero a la hora del recreo.

Era lunes, un día soleado, pero seguía haciendo mucho frío. Ese día no habían asistido a clase Ian ni tampoco su amigo Charlie así que me fui a la hora del recreo fuera del colegio con Sara que estaba fumándose su cigarrillo diario.
Sara parecía enfadada con el mundo.

—¿Qué te pasa? —la pregunté. Al ver que seguía cabizbaja y mirando a un punto fijo, la di un empujón suave—. ¡Mujer! —insistí. Entonces me miró y vi su triste rostro.

—Bueno... —suspiró.

En ese momento mi teléfono sonó y vi que era Ian quien me estaba llamando.
Dudé en cogerlo por un instante porque estaba hablando con Sara y ya quedaba poco tiempo libre. Aun así, Sara resopló y me dijo con gestos que contestara.

—¿Ian? —respondí.

—Di que estoy enfermo y por eso no he podido ir a clase. —No parecía su voz

—¡Hey, Marion! —se oía también la voz de Charlie al otro lado de la llamada.

—¿Por eso no viniste? (...) ¿Ian? —me impacienté.

—Claro que no, solo que no vamos a volver a beber en la vida, pero bueno, te dejo... Un beso.

Parece ser que se le olvidó finalizar la llamada y entonces después de un rato, empecé a oír sonidos de gemidos y suspiros masculinos, o eso creo y colgué rápido.

«Debí colgar antes», me dije a mi misma.

Estaba de piedra. De alguna manera, Sara estaba escuchando la llamada y la miré a los ojos. Seguía triste.

—Ian es... ¿Homosexual? —pregunté.

—Sí —contestó deprimida—, no me lo había dicho antes... Ni Charlie ni Ian, pero al parecer hay personas del colegio que sospechan de ello y por eso nos miran a los cuatro de rara manera desde hace ya tiempo, eh.

Estaba asombrada. Podría habérmelo contado al fin y al cabo en mí podía confiar, aunque no me enfadé porque de alguna manera comprendía que eso era cosa suya y entendía que no confiara.

—¿Y desde cuándo lo sabes? —pregunté aun perpleja.

—Desde la fiesta de ayer.

No lo recordaba. Habían asistido los tres al cumpleaños de un amigo de Charlie este fin de semana.

—Ayer bebimos, bastante diría yo y por eso están hoy en casa de Ian los dos. Los padres de Charlie no lo saben —prosiguió—. Entonces ayer, al salir de la discoteca vi a los dos besarse, en un parque que había más alejado. Cuando volvieron dentro los volví a llevar fuera y me contaron que yo era la única que lo sabía a ciencia cierta pero que por favor no se lo contara a nadie.

—Anda. Qué bonito, y yo sin saberlo.

—Pregunté si tú lo ibas a saber y me dijeron que sí, que tenían pensado contártelo y que ya sospechaba mucha gente por verles juntos en los pasillos, los baños del colegio...

—¿Cuál es el problema entonces?

—Estoy muy enfadada con los dos. ¿Tú te crees? —dio un golpe fuerte al tronco del cerezo en el que estábamos sentadas bajo la sombra—. Tenían que habérmelo contado antes ¡Por eso estoy enfadada! —gruñó.

—Pero tampoco te pongas así —dije de manera amistosa.

Ella no parecía hacerme caso y seguía su discurso que parecía no tener fin.

—Aun así, no veo el problema de que sean gais. La gente de este instituto da asco y además exagera. En fin, tenías que haberte quedado en Ohara. Seguro que allí no habría estos problemas.

—Problemas así hay siempre. Relájate anda —seguía con mi voz calmada y amistosa.

—Yo en cambio, no veo nada malo en que se traten distinto a como son otros chicos, yo ya intuía algo, pero... —sonreí y rodeé mi brazo en su cuello.

—Vamos a clase, anda, llegamos tarde. No hay de qué preocuparse —la sonreí y ella también me devolvió la sonrisa.

Así es. Me había convertido en una especie de amiga optimista, como mi madre con Naomi.
Tenía ganas de cambiar el mundo y los pensamientos de la gente de aquel colegio, aunque tampoco imaginé demasiado, me gustaba ser realista.

MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora