Marion
—Hija, ha venido un tal Álvaro a verte, ¿le invito a pasar?
Esas fueron las palabras que me despertaron a la mañana siguiente. No me lo podía creer, ¿cómo se atrevía a venir a mi casa después de liarse con Martina?
—Mamá, dile que no estoy.
—Hija, está esperándote en la puerta...
—¡Pues dile que se vaya!
Me había despertado con mala leche. Ese otro de mis muchos defectos que iréis descubriendo.
Mi madre era demasiado... ¿Cómo llamarlo? ¿maja con todos? A ella le daba igual que hubiese venido tarde de la fiesta, que estuviese durmiendo en la noche con Sara en mi casa mientras lloraba en su hombro... ¡Oh Dios! me había olvidado completamente de Sara.
—¡Sara! ¡Sara! —la llamé para despertarla.
Naomi se había ofrecido a dormir en el salón porque sabía que yo estaba triste y entre Sara y yo logramos convencerla.
—¿Qué hora es? —decía entre bostezos.
—La una y media. Ayer nos fuimos demasiado tarde a dormir...
—Joder. La una y media. Me tengo que ir, mi madre tiene que estar súper preocupada.
—Sara, Álvaro está en la puerta de mi casa.
—¿Álvaro?
—Sara...
—Si ha venido, es por algo. Quizás no esté tan enamorado de Martina el parecer —decía con una sonrisa de oreja a oreja.
—Bah —me quejé—. Seguro que debe estar en el salón. Mi madre le ha hecho pasar —puse una cara de pena mezclada con miedo y enfado.
—Vaya tela. Bueno, luego me llamas y me cuentas todo eh.
—Espera, bajo contigo y te acompaño a la puerta.
Cuando bajé hasta el salón, efectivamente no me confundía. Mi madre estaba tan tranquila hablando con él, había conocido a mi secreto: Álvaro.
Y yo estaba muerta de vergüenza.—Hola señora Hayashi —la saludó Sara.
—Por favor, llámame Minori. ¿Qué tal has dormido?
—Bien, señora... Digo Minori.
Mi madre rio.
—Bueno Sara, ¿te apetece comer algo antes de irte?
—No, de verdad. Es que tengo prisa... Mi madre me va a matar como llegue tarde.
—Mira Marion, a ver si aprendes de ella.
En situaciones normales, hubiese contestado algo, pero estaba Álvaro mirando la escena en el sofá y no me apetecía dar la nota.
—Bueno... Muchas gracias por todo eh. Me tengo que ir —dio un beso a mi madre y un abrazo a mí y seguidamente salió por la puerta.
Cuando salió, mi madre desvió la vista de la puerta y me miró a mí.
—Hija... ¿Qué haces? —gritó.
Primero me pregunté por qué me gritaba, pero después descubrí que estaba en sujetador y en pantalones cortos del pijama. Lo peor no era eso, era que Álvaro estaba ahí.
Fui deprisa a coger la primera camiseta que vi en el armario. Pensé en peinarme, pero no iba a hacerlo, era mi propia casa. Cuando me la puse, bajé.
Hubo un silencio sepulcral al principio.
—Mamá...
—Yo ya me iba. Tengo que ir a hacer la compra.
—Vale.
—Hasta luego cielo —me dio un beso en la frente. Siempre que había gente me trataba de manera más cariñosa que de normal, en fin...
Entonces me quedé con Álvaro sola en el salón. Me dispuse a sentarme en el otro sofá en el que no estaba él sentado.
—Marion, siento presentarme de manera tan brusca en tu casa, pero...
—¿Qué quieres?
—Te olvidaste de esto —se levantó hasta donde yo estaba, tendió la mano y me dio un sobre.
—¿Qué es esto? —pregunté sorprendida.
—Ábrelo.
Cuando lo abrí, vi que era una nota.
-¿Podrás perdonarme?
—Tampoco hacía falta que lo escribieses, con decírmelo bastaba.
—Soy de escribir cartas y notas.
—Se ve...
—Perdóname, enserio... Después de que me besara no me encontré a gusto conmigo mismo.
Me quedé callada, sin entender nada. Entonces... ¿Ella le había besado?
—Es que... Es muy complicado que me pase ahora esto, ¿me entiendes?
—Es raro, pero sí, supongo.
—Sé que estás molesta...
—No, no pasa nada. Lo nuestro fue un beso, nada más.
—-Eso no significa que no sintiese nada al besarte, ¿vale?
—Mejor, tranquilízate y aclara tus sentimientos.
—No, de verdad Marion. No quiero que estés mal.
—Gracias... No me siento mal, no te preocupes —mentí.
Estaba deseando que se fuese. Odiaba tener que mentirle y, además, no era el momento para aclarar las cosas. Estaba cansada, quería estar sola.
—Es que... Me preocupé al ver que te fuiste tan pronto ayer.
¿Era tonto o qué le pasaba? De verdad... No hay quien le entienda.
—Que va, está todo bien. Es que nos aburrimos de estar allí.
—Entonces... ¿Amigos?
Ahí fue cuando me entró la risa tonta. Odiaba que me ilusionase, y lo seguía haciendo viniendo a mi casa.
Quise decirle todo lo que me tenía guardado dentro, pero pensé que era demasiado pronto...—Sí, claro.
Estaba muerta.
—Sabía que lo entenderías —me abrazó mientras me acariciaba el pelo. Quise apartarme, pero el corazón no me dejaba hacerlo.
—Bueno, creo que me voy ya —decía mientras se apartaba de mí.
Al fin. Le acompañé hasta la puerta y nos dimos dos besos.
—Cuídate —soltó.
Cerré la puerta de un golpe. Álvaro no era el único que estaba confuso, yo también lo estaba. Me había jodido verles besándose, pero no quería preguntar si estaban juntos de verdad ni pensar en ello todavía porque yo no podía hacer nada.
Aunque quisiera.
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Marion
Teen FictionAl mudarse, Marion encuentra una carta que fue enviada por un chico hace cuatro años. Decide decírselo e involucrarse en la historia, pero lo que no se imaginaba ella es que cupido iba a hacer de las suyas.