Capítulo 4. Dejando atrás la timidez

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Marion

Al día siguiente era viernes, tardé menos en levantarme de la cama porque era consciente de que debía llegar pronto si no quería llamar mucho la atención al entrar en clase.

Desayuné, me puse el uniforme y mi hermana me llevó en coche como ayer.

Llegué a clase y me senté en mi sitio con Ian.

—¿Qué toca ahora? —pregunté por pereza a sacar el horario.

—Francés.

Que bien. Era lo que mejor se me daba. Adoraba los idiomas porque se me daban bien, más que nada.

Entonces vi a una mujer de cara delgada, pelo largo ondulado, pelirroja, ojos marrones y pequeños pasar por la puerta.

A simple vista parecía muy estricta.

—Bonjour a tous.

—Bonjour madame —repetimos todos a coro.

Vio que yo era nueva y ni si quiera se presentó. Eso sí que era ser borde.

—Hoy voy a explicar el pasado perfecto. Quiero a todos atendiendo, ¿d'accord? —la señorita cuyo nombre aun no sabía empezó a escribir en la pizarra.

—Oye, ¿entiendes algo? —Ian me dio empujones en el brazo porque vio que no estaba prestando atención. Pues yo ya sabía cómo hacer todos los tiempos en francés.

—Sí —respondí.

—Genial —dijo—. Así ahora me lo puedes explicar. Me he puesto a dibujar porque yo ya doy por perdido el francés.

Ian estaba dibujando a una chica con el pelo azul y larguísimo que ocupaba todo el dibujo y se suponía que el pelo era el mar porque había peces de colores en él.

—Que bien dibujas —le comenté.

—Muchas gracias, cuando quieras te hago a ti uno.

—Vale. ¿Cuándo aprendiste a dibujar así?

—Siempre me ha gustado. Para una cosa que me gusta, la verdad...

La profesora miró a Ian y se quedó callada.

—Ian, a la pizarra —gruñó ella.

—Pero Susana...

—¿Pero qué? Si voy a oír durante toda la clase tus susurros te puedes ir a tu casa.

—Solo la estaba preguntando a Marion sobre lo que acabas de explicar —trató de explicar.

—¡Allez! —gritó la maestra dando un golpe fuerte en la mesa—. A la pizarra he dicho.

Ian salió a la pizarra y tuvo que transformar las frases a pasado perfecto. Se quedó pensando que hacer, todas las frases las tuvo mal.

—Esto te pasa por estar haciendo otras cosas en mi clase, vuelve a tu sitio —farfulló la profesora.

Ian volvió a su sitio y guardó su dibujo, a lo que yo también empecé a atender, aunque ya supiese como hacer el pasado perfecto. Al final de la clase nos mandó muchísimos deberes.

El resto de horas por suerte pasaron muy rápido y sonó el timbre que anunciaba el recreo. Ian me dijo que fuese con él.

El patio era la entrada principal del instituto. Había muchos bancos y una pista de fútbol más abajo donde había unos niños que jugaban.

—Esos son algunos de los niños de nuestro curso que lo único que saben jugar es al fútbol —me explicó Ian.

—¿Te caen bien? —pregunté.

MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora