Capítulo 8.

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Así pues, tras recorrer un largo camino escapado por el bosque, llegamos a donde Len tenía escondido un carruaje que contaba con grandes túnicas negras desgastadas,  esto con el propósito de mantenernos ocultos en caso de que nos cruzásemos con alguien en lo que quedaba de trayecto hacia la mansión situada en la periferia del reino Tarp.

Nunca había mostrado realmente mis emociones. Me había encerrado en el papel que se suponía que debía desempeñar; sí, ese tan desagradable para mi persona, aquel que ponía tanta presión sobre mis cansados hombros... La pesada obligación de ser la heredera de la familia Erice y, aún peor, que ésta fuera una de las más prestigiosas familias en el reino.

Tenía que ser así, yo debía cumplir con todas las expectativas puestas en mí por lo que nunca me atreví a renegar el matrimonio arreglado por parte de mis padres y suegros. Fue así, que eventualmente me reuní con mi futuro marido y a pesar de que nos tratamos desde pequeños, en realidad no pude desarrollar ningún sentimiento especial por él a excepción de una sincera amistad, pero nada más. Sin embargo, yo lo sabía muy bien. Era tan obvio que dolía. Sabía que dado el estatus que se intentaba perpetuar tras el matrimonio político, a mí nunca se me permitiría ser egoísta y no podría reflejar lo que realmente era: una tonta niña que añoraba un sincero afecto.

Desde mi niñez siempre estuvo tan claro y establecido mi papel en la familia que me limité a aceptarlo. En el fondo siempre supe que no estaba al alcance de mis manos el poder para manifestar un cambio en esas decisiones. Por eso pretendí que ninguna de esas obligaciones tristes y dolorosas existía, fingiendo que no me afectaban y enterrándolas en lo profundo de mi ser.

Pero a pesar de todo, de no estar conforme con los mandatos de mi familia, no me atreví a revelarme por el miedo de perder mi lugar y quedarme sola, esa posibilidad me corroía mis adentros, me paralizaba y todo el tiempo me impedía actuar. Sin embargo, quizá en lo profundo de mí se había formado el anhelo de ser salvada. La tenue esperanza de querer ser liberada por alguien que me llevara lejos de mi dura vida impuesta.

Por supuesto que no iba a negar mi debilidad, sabía de mis deseos egoístas y dolorosa esperanza. Al final era claro, que lo único que en verdad necesitaba y quería era que alguien me abrazara. No obstante, siempre había creído que precisamente en eso se quedarían; simplemente en vanos deseos y esperanzas, pero no fue así: Len se encargó rápidamente de tomar un lugar en mi corazón al encarnar todo lo que siempre había querido.

Aun así, me era incomprensible el por qué en ocasiones su cercanía me resultaba tan nostálgica al grado de querer llorar mientras nos divertíamos juntos. Para mí ese hecho era inexplicable, pero, al mismo tiempo, se anteponían mis deseos de permanecer a su lado.

El suave traqueteo del carruaje al ser totalmente detenido me despertó. Es verdad, en algún momento del tranquilo trayecto me había adormecido por las continuas oscilaciones del carruaje en el caprichoso camino. Len había permanecido siempre en silencio mientras sujetaba mi mano y veía el paisaje por la ventana. Me estremecí un poco por el repentino cambio de clima pues el cielo empezaba a nublarse y la temperatura había bajado considerablemente en comparación al que yo estaba acostumbrada. Era de esperarse, por lo visto, el área donde nos encontrábamos estaba rodeada de montañas y bosque.

Len se apresuró a bajarse y me tendió la mano para ayudarme a bajar, acto seguido se despojó de su túnica y me cubrió con ella; de seguro había notado mis escalofríos.

La mansión de Len era más bien antigua y tal como había dicho anteriormente, su localización estaba en medio de un bosque del cual no sabía con exactitud el cómo llegamos. El lugar era bastante extenso, aunque no podía compararse en extensión con la mansión principal de mi familia, sin embargo, eso realmente no me importaba pues había estado viviendo los últimos meses en la pequeña casa que tenía mi prometido en el barrio bajo de la ciudad, no a muchos metros de la célebre Catedral Central. A pesar de su antigüedad, se notaba que estaba perfectamente cuidada por los pocos sirvientes que Len tenía a su servicio, en general era un lugar bonito y tranquilo para vivir. Estaba segura de podía acostumbrarme.

Himitsu ~ Kuro No Chikai (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora