Acto 11

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Hay momentos en la vida, en que las cosas no salen como uno las planifica. Pequeños o grandes problemas aparecen frente a nuestros ojos sin saber cómo enfrentarlos o lidiar con ellos; muchas veces creemos que caemos inevitablemente hacia las terribles garras de la incertidumbre cuando esto ocurre, pero siempre hay una grieta que nos dará luz pese a que la obscuridad replete nuestros cerebros con ideas estúpidas. No siempre saldrá todo como planeas, no siempre lograrás tus metas como lo querías, no siempre será fácil, no siempre estaremos seguros. Lo importante, es que sepas adaptarte a estas adversidades y lograr hacerles frente cómo sea. Eres fuerte y maleable, independiente y autosuficiente, eres perfecto o perfecta tal cual cómo estas ahora, las piedras te podrán hacer caer, pero nunca no dejar levantarte más. La vida está hecha para que falles, y está en ti y sólo en ti demostrar que eres más fuerte que todo el drama.

Las heridas que hay en el corazón son difíciles de sanar, pero no imposibles. No hay que apresurar las cosas, todo logra cicatrizar al final, sólo con tiempo y paciencia seguirás tú camino y recompondrás heridas pasadas.

El joven mesero estaba corriendo de un lado a otro con bandejas en sus manos, aquella mañana había más gente de lo acostumbrado y no daba abasto con todo. Definitivamente necesitaba más personal aquel lugar, debía decírselo a su jefe pronto.

Llevaba ya cerca de un año trabajando en aquel café, lo agradecía ya que con él podía mantenerse bien y le quedaba tiempo para sus estudios.

Se había esforzado de sobremanera para entrar a la carrera de Ingeniería biomecánica en la prestigiosa universidad de Osaka y no descansaría hasta ser el mejor de todos, más aún con la beca que había logrado ganar.

Estaba precisamente donde quería luego de una vida completa de sacrificio por parte de su madre, al fin sentía que le retribuía de alguna manera. No la defraudaría por nada de este mundo.

Su turno acabó después de la hora de almuerzo. Se cambió de ropa, arregló su cabello y colocó en su espalda la pesada mochila llena de densos libros de texto y apuntes pulcramente ordenados. Tenía la mirada cansada y unas ganas insoportables de llegar prontamente a su hogar a mirar la televisión, cenar y dormir un poco antes de que tuviera que regresar a la rutina.

Normalmente hacía el camino de vuelta a su hogar por la misma ruta, era muy esquemático y no le gustaba encontrarse con sorpresas inesperadas en el camino. Caminaba erguido y siempre atento a su entorno para no perder ningún detalle importante.

Parte de su proceso de retribución hacía su madre era no ser una carga para ella de ninguna manera, por eso vivía sólo en un pequeño departamento que le quedaba cerca de su universidad y de su madre por partes iguales. Así ahorraba dinero en movilizarse también, era muy riguroso con sus gastos.

Primero pasaba por la casa de su madre, para saludarla como cada tarde, contarle un poco de su día, antes de encaminarse a su propia casa, sólo unas cuadras más allá por comodidad; cocinaba algo pequeño cuando lograba que su madre no lo llenara de comida alegando a lo delgado que estaba, estudiaba un poco mientras oía las noticias o alguna repetición de algún concierto de alguna de las artistas que le gustaba. Una vida sencilla, sin muchas emociones pero que a él le parecía adecuada y fácil de llevar.

Esa tarde le tocaba pasar al supermercado a comprar la mercadería para la semana. Comparaba valores, buscaba las rebajas y revisaba todo meticulosamente. Era parte de él, le gustaba ser de aquella manera y hasta ahora le había resultado bien. Salió con las bolsas, caminó lento y constante hacía su pequeño hogar, tachando mentalmente las tareas pendientes, las cosas que debía estudiar y los conciertos que quería grabar.

Cuando cierro los ojos / KaraIchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora