Acto 5

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Ichimatsu no era de aquellos que dijera abiertamente las cosas que sentía, había algo en él que le impedía expresar sus sentimientos o emociones con el resto del mundo. En el fondo sabía que eso le podría atraer problemas en algún momento, pero jamás hizo algo por enmendarlo ni quiso cambiarlo, estaba perfectamente bien solo.

O casi.

Ichimatsu estaba relativamente tranquilo con que todos pensaran que no le interesaba hacer amigos. Antes de entrar al dichoso club, y que se viera bombardeado de gente de un momento a otro, vivía su vida tranquilamente, viendo los días pasar de forma monótona en la escuela, sin grandes emociones o cambios a su rutina. Para él esto estaba bien, no necesitaba a nadie externo a su lado que pudiera abandonarlo de un momento a otro.

Pero todo cambiaba cuando salía de clases y se dirigía hacia la única persona que realmente tenía miedo perder, aunque nunca se lo dijera directamente.

Su hermano era algo especial y, a diferencia de él, desbordaba una energía impresionante; usualmente estaba riendo o jugando rodeado de mucha gente y amigos. Ichimatsu sólo era un silencioso testigo de aquella explosión humana que era el muchacho, además no le gustaba que lo vieran con él demasiado tiempo ya que cuando estaban juntos se sentía incapaz de negarle cualquier cosa y usualmente terminaba cediendo a todas sus peticiones por absurdas que fueran. Era el único humano en la tierra que lo había visto en todas sus posibles facetas, incluyendo aquella vergonzosa y melosa que tanto ocultaba.

Quizás era porque en su infancia su hermano fue aquel que iluminó su vida sombría con esa excesiva energía, quizás porque gracias a él nunca estuvo realmente solo como se decía en ciertas ocasiones, quizás porque se sentía un poco responsable de que en el futuro él sea realmente una persona feliz. Quizás simplemente porque como era su hermano pequeño lo quería proteger de todo lo malo que puede mostrarle el mundo, un amor de hermanos, uno verdadero e incondicional.

Aunque Jyushimatsu jamás escuchará todo esto de su hermano mayor, ambos por un acuerdo silencioso lo sabían.

Jyushimatsu adora a su hermano mayor, era su compañero de juegos cuando pequeño, espantador de monstruos cuando tenía miedo, el que hacía caras raras para hacerlo reír cuando estaba triste, el que lo dejaba meterse en su cama cuando tenía frío, el que se dejaba abrazar a la hora que fuera aunque estuviera de mal humor y, por sobre todo, el que lo acompañaba cada día de su vida como un guardián. ¡Su hermano Ichimatsu era simplemente el mejor hermano que podía existir!

A pesar de lo diferentes que podían verse, Jyushimatsu adoraba pasar tiempo con su hermano, aunque fuera en silencio viendo la televisión o leyendo, y por su lado a Ichimatsu le alegraba que siempre que se reencontraba con su hermano este estaba sonriéndole como siempre. Quizás estaban muy acostumbrados a la presencia del otro, quien sabe, las relaciones de hermanos suelen ser algo difíciles de llevar y más aún con alguien tan arisco y mal genio como Ichimatsu.

Ese día se disputaban un partido amistoso entre dos escuelas, Ichimatsu se encontraba en las galerías mirando aquel juego de béisbol que a la fuerza comprendía por los largos años en que lo había presenciado; su atención se centraba principalmente en aquel "pequeño" e hiperactivo niño que bateaba con toda sus fuerzas las bolas que le eran lanzadas sin dejar su característica felicidad dibujada en su rostro, desde donde se encontraba podía ver como sus rostro estaba enrojecido y sudoroso, por eso mismo había pasado antes a comprar una bebida isotónica para que su pequeño no fuera a deshidratarse en el camino a casa.

Le dolían las piernas, el trasero y la espalda en aquellos asientos tan incómodos y duros, pero era un pequeño precio por hacer feliz a su hermano que de vez en cuando lo veía y agitaba su mano a modo de saludo, lleno de felicidad. El hecho de ir a esos pequeños partidos amistosos al parecer lo alegraban en sobremanera al menor. Nunca se lo había dicho, pero ya lo conocía, así que procuraba no perderse ninguno.

Cuando cierro los ojos / KaraIchiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora