Cap 12

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En la entrada del hospital había un policía, pero no me interesaba entrar por ahí, sino ir directo al cuarto de Madi. Rodeé el edificio y me situé debajo de la ventana del cuarto, había memorizado el panorama desde la ventana la única vez que me dejaron entrar, desde ese día se me pasó por la mente planear lo que estaba haciendo.
De un pequeño impulso llegué a la barda del segundo piso, me acomodé mirando hacia la pared y brinqué de nuevo pero ahora con un poco más de fuerza hasta llegar al quinto piso. Me sujeté con fuerza del borde de la ventana  y la intenté abrir, pero para mi mala suerte estaba cerrada, tuve que ocupar un poco más de fuerza al abrirla hasta que lo logré dejando un eco del pequeño seguro destruido tocando el suelo.
Me aventuré casi a ciegas en el cuarto hasta que llegué junto a Madi. Seguía teniendo el aparato que la ayuda a respirar, el collarín, una vía por la parte interna del codo y varios tubos que rodeaban su cuerpo desorganizadamente,  su piel morena estaba pálida y sus cabellos estaban alborotados en la almohada, daba la impresión de ser una niña. Aquella imagen no hacía más que empeorar mi remordimiento.
Después de unos segundos localicé mi objetivo. Había un tubo de metal que sostenía el suero por lo alto y llevaba el líquido por el catéter hasta la flexura del codo. De ahí salía otra vía no más larga que la palma de mi mano y terminaba en un punto de inyección rojo. Eso era lo que estaba buscando. Me apresuré a la mesita junto a la cama y busqué  entre tanto aparatejo lo que necesitaba, por suerte la encontré junto a un frasco pequeño de vidrio que contenía un líquido transparente: una jeringa.
Estaba algo nerviosa, jamás había utilizado una jeringa, y justo ahí se me vinieron los vagos recuerdos de Madi explicándome con gran emoción que le habían enseñado a inyectar.
-Ojala te hubiera puesto más atención – Le susurré a Madi con una sonrisa melancólica.
    Palpé mi brazo con extrema concentración para localizar la vena, no estaba segura si lo estaba haciendo bien pero destapé la jeringa y antes de introducirla, me empezó a temblar la mano.
-Tranquila Evelyn. –Musité.
En el fondo sabía que estaba nerviosa no por usar la jeringa en mí sino por lo que le causaría a Madeleine cuando le inyectara mi sangre.
-Si no lo haces podría morir- Dije entre dientes.
Introduje la jeringa y la sangre empezó a salir, extraje como cuatro mililitros si no es que un poco  más. Repentinamente me acordé de lo que le hice a Bobi con solo una diminuta gota de sangre pero no sabía si esa misma cantidad serviría para alguien a punto de morir.
Saqué la jeringa de mi brazo y me acerqué al punto de inyección rojo, dudé por un momento, traté de imaginar su reacción al despertar y ver que era como yo ¿Se pondrá enojada o feliz? Me pregunté. La miré por última vez antes de verter mi sangre en el catéter.

Me sobresaltaron unos pasos afuera de la habitación, afortunadamente nadie entró. Miré a mí alrededor, todo estaba normal, el sol apenas salía y la luz débil  atravesaba tenuemente las cortinas. Saqué el celular para ver la hora; faltaban diez minutos para las seis.
Me había colocado junto a la puerta para que nadie me viera por la ventana, y  terminé sentada, recargada en la pared y dormida después de tres noches.
Me incorporé en el mismo lugar y le eché un vistazo a Madi, seguía inconsciente con todos esos tubos alrededor; se me encogió el corazón de solo pensar que no había funcionado mi plan. Pensé que talvez necesitaba más sangre y de un intento desesperado por salvarla, tomé la jeringa de donde la había dejado y dispuse a sacarme sangre por segunda vez.
La jeringa ya estaba dentro cuando escuché un leve gemido que provenía de Madi. Totalmente atónita, dejé caer la jeringa con un poco de sangre dentro y me acerqué a ella.
-¿Madi? –Mi voz salió temblorosa. Solo la miraba a ella, a su pequeño rostro que empezaba a moverme delicadamente. La alegría invadió mi ser de una manera inexplicable, tenía ganas de gritar, de saltar... pero lo único que hice fue soltar una risita tonta y dejar escapar todo el aire que había estado conteniendo.
"Madeleine sobrevivirá... ahora es como yo..."
Ese repentino pensamiento borró mi sonrisa y la cambié por una mueca. ¿Cómo lo tomará? Pensé instantáneamente. Le tomé una mano entre las mías y la sujeté con fuerza.
-¿Madeleine? –Repetí al ver que sus ojos se movían debajo de sus párpados  -¿Puedes oírme?
La mano que le sostenía me sujetó con fuerza, tanta que ahogué un grito y tuve que apartarla de mí. En ese momento sus párpados empezaron a abrirse lentamente entre pestañeos, parecía estar desubicada mirando a todas partes hasta que se encontró con mis ojos.
-Hola. –Dijo apenas en un susurro y esbozando una sonrisa.
-Hola.
Siguió mirando a todas partes como si buscara algo que no podía encontrar.
-¿Te encuentras bien? ¿Sabes dónde estás?
Sus ojos oscuros y desorientados se volvieron a encontrar con los míos.
-A juzgar por el golpe que recuerdo, estoy en el hospital.
-Entonces ¿Sí recuerdas todo lo que pasó?
Ella asintió levemente sin dejar de mirarme.
-¿Cómo te sientes?
Madi sonrió y cerró por un momento sus ojos.
-Como si tuviera bocinas en los oídos –Abrió los ojos de nuevo pero esta vez para buscar algo.
Ese comentario fue como una sacudida a mi corazón ¿Qué significaba eso? No sabía si ya sospechaba lo que había hecho.
-¿Por qué no le bajan el volumen a esa tele? –Dijo ella buscando el televisor inexistente.
-Madi –La llamé para que me prestara total atención pero no sabía cómo empezar. Bajé la mirada y me encontré con la jeringa, la tomé y se la mostré esperando a que entendiera el mensaje.
-¿Qué es eso? –Musitó sin comprender.
Jugueteé con la jeringa entre mis dedos mientras pensaba en las palabras correctas: "Madi te he convertido a lo que soy ahora"... "Madeleine ¿Sabes cómo se convirtió Bobi?"... Al final, después de muchas opciones formuladas en  segundos solo salieron tres palabras de mi boca.
-Es mi sangre.
Madi pasaba la mirada de la jeringa a mí. No comprendía lo que decía.
-¿Te acuerdas que dije que mi sangre es contagiosa?... -.Dejé el resto de las palabras en el aire.
Madeleine abrió los ojos de par en par  y miró la jeringa como si fuera un objeto que jamás había visto, su mano se movió para tomarla y palparla como comprobando que fuese real.
-Tu... has... -No terminó la frase pero sabía que ya había entendido el mensaje.
-Si no lo hacía, me arriesgaba a que murieras... créeme que estaba muy asustada...
Dejó caer la jeringa y se llevó ambas manos a la cabeza mientras fruncía el ceño.
-Y supongo que ese ruido no es de un televisor...
Tuve que quitar ese bloqueo de mi mente para que mis habilidades salieran por completo, después entendí por qué se tapaba los oídos.  Una sonrisa se me escapó de los labios al igual que una mueca de dolor.
-No es gracioso –sus ojos estaban muy apretados y seguía con una expresión de dolor en el rostro. –Ahora entiendo a qué te referías, y... -arrugó su nariz - ¿Pero qué demonios es ese olor?...
-Ya te acostumbrarás... ¿Qué sientes? –Inspeccioné más a fondo su rostro que, al oír mi pregunta, suavizó su expresión.
-Aparte de este constante martilleo en mi cerebro  y las náuseas, estoy bien, no me duele nada.
Suspiré profundamente por el alivio que sentía, sus palabras me devolvieron el alma al cuerpo y después percibí que todo el cansancio de estos últimos días caía sobre mí tan repentinamente que contuve las ganas de recargar mi cabeza en la orilla de la cama y dormir una eternidad.
-Dime algo –Pronuncié débilmente.
Oí sus gemidos de dolor y después frunció el ceño aún más.
"Está enfada. Ya no te quiere ver. No le gustó que hicieras eso. Prefería morir a ser como tú". Muchas cosas negativas por mi mente y me estremecí. Estaba preparándome para los gritos que me iba a dar Madeleine, pero opté por irme, no quería sentirme más culpable de lo que ya me sentía. Antes de un paso, sentí la presión de su mano sobre la mía impidiéndome la huida.
-Te diré que... -Sonó cortante y molesta, - la cabeza está a punto de estallarme –. Se esforzó por hacer una sonrisa para luego mirarme. –Gracias Evelyn. –Su mirada era sincera. Sentí tal alivio que un suspiro salió de mí junto con el llanto. –Te debo la vida, amiga.

Cerca del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora