Cap 2

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Mis ojos se abrieron al instante y de un salto me puse en pie. Por primera vez pude ver a la perfección como era el chico que me ayudó a escapar, porque aquella noche, después del incidente, era difícil verlo  con la inmensa oscuridad que albergaba el cuarto donde me encontraba. Sus ojos no eran tan oscuros como los recordaba, tampoco su tez. Sus ojos eran color miel y su piel estaba bronceada, lo único a lo que le atiné fue a su cabello, era muy oscuro, y era algo alto, me rebasaba como media cabeza. Lo que me desconcertó fue que llevaba uniforme de conserje: un pantalón gris y camisa blanca de tejido fino con el escudo de la escuela del lado del corazón, sostenía una escoba y mi celular lo sostenía en lo alto con la otra mano. Era algo ilógico que el trabajase ahí, pero quizá en las escuelas de gobierno no sean tan exigentes con respecto a la edad, aun así no era una coincidencia.
-¿Qué demonios haces aquí y vestido así?- le espeté.
-Bueno supongo que no es tuyo- dijo bajando la mano para guardar el celular.
-No, dámelo.- se lo arrebaté de un manotazo–. Ahora explícame ¿cómo me encontraste y que haces vestido así?
-¿Así me agradeces después de lo que hice? –Dijo con gran cinismo.
Estuve a punto de golpearlo en el rostro, pero logré contenerme, solo apreté mis puños hasta que me dolieron los nudillos.
–No hiciste nada extraordinario –raspé la voz –es un simple celular.
-Parecías muy preocupada por un simple celular, pero no me refería a eso.- Me cortó enseguida poniendo un sonrisa en su rostro- Quise decir  lo que sucedió  hace una algunos días.- Tenía un tono que a mi parecer sonaba algo burlón, como si fuera algo divertido lo que me pasó.
-Te diré que aun no comprendo por qué lo hiciste, pero ahora, por si no lo sabes, estoy tratando de borrar todo lo que pasó  y eso te incluye junto con tu hermano; en especial tú hermano. Así  que mejor vete, no quiero tenerte cerca.- Volví a sentarme esperando a que me reclamara o algo por el estilo, por no ser agradecida con él.
-Pues tendrás que  seguir  viéndome porque trabajo aquí- respondió mientras barría unas hojas secas.
Eso fue el colmo.
-¿Acaso eso es legal?, solo tienes dieciséis  años. –Me  paré.
-Es legal en cuanto cumplas los catorce y tengas autorización de los padres.
-Ah... –exclamé de mala gana - es claro que tu hermano te envió. Pues si tanto me quiere para sus estupideces, porque no viene él por mí, a ver si puede.- Lo reté.
-En primera  él no me mandó a nada,-  se enojó y se acercó a mí para retarme. Ahí estábamos los dos, frente a frente, enojados  y yo con ganas de golpearlo.  -  Sabes bien que él puede ser aún más agresivo de lo que parece. Tú eres igual que él, que no se te olvide.
-Tu hermano y yo somos iguales, pero tú no,- lo amenacé-  así que mejor vete de aquí.
Ya iba a contestarme pero se detuvo en cuanto lo empuje, casi pierde el equilibrio y yo, en un arranque de asombro, estuve a punto de pedirle perdón, pero me callé enseguida. Madeleine se estaba aproximando, podía escuchar el taconeo de sus zapatos desde lejos, pero era obvio que él no podía.
-¿Qué te sucede? –Seguía enojado, pero ahora con algo de asombro.
-Alguien viene.
Se incorporó y tranquilamente se sentó en la banca con la cabeza baja, mientras que yo me aparté a un más colocándome del otro lado de la banca y empecé a revisar mi celular.
-Evelyn, no pude encontrar tu celular.- gritó Madeleine desde donde estaba.
Levanté la mirada y sonreí, luego le mostré el celular.
-¡Vaya!, ¿dónde estaba?-
Balbuceé pensando en lo que iba a contestar, pero al final contesté con la verdad.
-El chico lo encontró.- desvié la mirada al chico, que empezaba a caminar en cuanto escuchó su entrada.
-Si bueno, me merezco un “gracias” por lo menos.- sonó indignado.
Lo miré por el rabillo del ojo algo molesta.
-Nos tenemos que ir. –Dije a la nada.
Empecé a caminar pero Madeleine me detuvo jalándome el brazo.
-Sabes… es de mala educación no ser agradecida y no presentar a alguien. –Esto último lo dijo mirándolo de pies a cabeza nada disimulada.
-De hecho… -respondí –yo tampoco tengo el placer, pero será otro día, el joven tiene prisa.
-Claro que no, ya terminé lo que tenía que hacer… Mi nombre es Francis, mucho gusto.
Y el chico coqueto la besó en la mejilla, típico.
Eso era lo único que me podía faltar en mi fantástica vida: que a mi amiga le gustara un chico que era parte de mí espantoso pasado del cual no quería saber absolutamente nada.
-Mucho gusto –Madi le siguió el juego –Me llaman Madeleine, pero tu dime Madi.
-Madi –dije molesta –hora de irnos.
-No hay prisa.
-Pero yo sí tengo algo de prisa. Nos vemos Francis. – Dije con desdén.
Tomé la muñeca de Madi y empecé a jalarla, por un momento pensé en cargarla porque se resistía a irse conmigo, prefería quedarse con Francis.
Pero al final yo gané.
Cuando estuvimos fuera de ese lugar Madeleine comenzó a interrogarme.
-Oye, y ¿quién es él?, ¿lo conoces?
-No... Oye, acompáñame a comprar una pizza, tengo hambre.- traté de cambiar de tema.
-Mm ¡rico! –dijo muy por lo bajo y que alguien normal no lograría escuchar.
-Bueno, si quieres te invito una.
-No me refería a la pizza-. Río disimuladamente mientras volteaba a ver el lugar donde se encontraba Francis.
-¡¡Por Dios!! ¿Cómo es posible que te haya gustado?  Ni siquiera lo conoces- me desconcerté y me interpuse en su camino.
-Amor a primera vista.- contestó canturreando.
-¡Vaya! Esto no puede empeorar-. Retomé mi camino con la cabeza baja.
-¿Por qué lo dices?
-Por nada, solo sigue caminando.
Por suerte estaba completamente distraída pensando en Francis como para que se diera cuenta de mi estado de ánimo.
Fui directamente hacia mí mochila, Madeleine me insistió en ir al jardín- solo para poder ver a Francis- pero me negué. Cinco minutos después mi madre me llamó en señal que estaba en el coche esperándome.
-Ya me tengo que ir- informé. – Te veo mañana.- Tomé mi mochila y me despedí
Tuve que caminar dos calles para llegar a mi madre porque ella evitaba a toda costa el tráfico. Mientras caminaba todos los olores se mezclaban y se impregnaban en mí haciendo una bomba de gases tóxicos y, para empeorarlo todo, pasó un camión tirando humo a más no poder, aquello me dejó completamente noqueada, aguanté la respiración mientras me alejaba de aquel lugar.
Mi madre me saludó desde lo lejos. Mientras llegaba a ella traté de tomar una postura correcta y normal, para que no notara que me estaba muriendo por dentro por tanto olor mezclado.
-Hola madre.
-¿Y? Cuéntame cómo te fue. Alguna novedad, algún chico nuevo o chica, hubo pleitos…
-No mamá –me apresuré a meterme al coche  -nada de eso. Todo normal.
Suspiró profundamente.
-Algunas veces desearía que la vida no fuera tan normal, lo normal aburre. –Comentó mi madre.
-Terminaríamos extrañándolo, créeme.
-Vaya, que profundo. –Se burló mi madre.
-Bueno, tú diste la opinión, yo solo pensé en voz alta.
-Sabes, últimamente piensas en voz alta, ¿qué sucede?
-Creo que… despertó el poeta que llevo dentro.
Mi madre rio.

Cerca del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora