Cap 5

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Tres días después, Bobi seguía sin aparecer ¿Cómo un perro con semejante poder no ha podido hacer un escándalo? Esa era la pregunta del millón, pero mientras lo averiguaba tenía que seguir buscándolo.
Ya me preparaba para salir de la escuela cuando la voz de Madeleine me sobresaltó en medio de toda la bulla.
-¡Evelyn! ¿Lista?
Me sobresalté un poco más.
-¿Para qué?
-Para ir a mí casa, por supuesto.
Creo que mi expresión de sorpresa fue tan notoria que se dio cuenta. Se me había olvidado por completo y eso que me había recordado el día anterior pero en esos últimos días mi cabeza no hacía más que pensar en que tenía que encontrar a mi perro.
-¿¡Lo olvidaste!? ¿Cómo puedes olvidarlo de un día para otro?
-No, claro que no, solo que ahora iba a... comprar algo; supongo que puede esperar.
-¿Segura? No quiero que me echen la culpa.
-Si estoy segura.
-Entonces solo hay que esperar a Tamara.
Hice una mueca con la boca y bajé la cabeza culpándome una y otra vez.
-Lo siento, se me olvido decirte... pero ella me avisó que no podría porque tenía un compromiso.
-¿Qué? No me dijo nada.
-¿Cómo te digo esto?... te veía tan emocionada que no podía decírtelo.
-¿En serio? ¿Me veo emocionada?
-Pues sí, un poco.
-Está bien, llegando a casa sabrás porqué.
-Entonces vámonos, si no llegaremos tarde.
Caminamos hasta la parada del camión (que por cierto demoró un largo rato). En cuanto subimos, me alegré de que estuviera casi vacío. En el camino casi no hablamos, nosotras lo llamábamos "pláticas silenciosas", lo que parece un silencio incómodo para muchos, para nosotras parece un silencio normal e incluso cómodo. Demoramos aproximadamente una hora en el camión. Su casa estaba muy lejos.
Bajamos en la esquina de la calle que daba directamente a su casa. Tuvimos que caminar hasta el fondo  porque su casa era de las últimas. Lo genial era que después de su jardín había un gran prado y después de éste, comenzaba el espeso bosque.
Abrió la puerta de la cerca, después sacó las llaves de la mochila y abrió la puerta. Su mamá estaba en la cocina  pasando la enorme sala.
-¡Evelyn! Que gusto verte, has crecido mucho.
-Señora Collins, también es un gusto verla. –Me abrazó con un fuerte apretón y sus rizos (iguales a los de su hija) cayeron sobre mi rostro.
-Y tu mamá, ¿cómo está?
-Está bien, algo ocupada con su trabajo.
-Dile que se tome un descanso, le hará daño tanto trabajo.
-Bueno, se lo diré en cuanto la vea.
-Claro, pero ahora vayan a cambiarse que ya vamos a comer. –Hizo una pausa para buscar a Madeleine con la mirada– hija ya todo está acomodado en el cuarto.
-Claro mami, gracias. –Dijo Madi que se encontraba detrás de mí.
Empezó a subir las escaleras y la seguí hasta que quedé junto a ella.
-Mi madre te adora –me susurró.
No le contesté. Solo sonreí ante el comentario.
El cuarto estaba limpió (e incluso olía a limpio), pero lo que me dejó asombrada fue que lo habían hecho más grande, ahora había más espacio para caminar entre las dos camas. Tenía un toque elegante y moderno a la vez.
-Con que por eso estabas emocionada –Dije mirando cada rincón.
-Sí, y ya te imaginarás lo que me costó guardarlo en secreto.
-¡Uf! Pues claro, con eso de que eres tan comunicativa –Me eché reír.
-Entra al baño y ya cierra la boca que te entrara una mosca.
Cuando salí, Madeleine ya estaba cambiada y sentada en su cama esperándome, traía bermudas azul ultramarino y una camisa amarilla. En lo único que coincidíamos era en el color de los bermudas solo que yo traía jean y una camisa roja.
-Te tardas demasiado cambiándote. Pero ya bajemos que nos están esperando.
La seguí hasta el pasillo y luego bajamos las escaleras. Su mamá apenas sacaba los vasos de vidrio de la alacena apilados unos sobre otro cuidadosamente cuando nosotras llegábamos.
-Déjame ayudarte mamá. –dijo Madi en lo que se recargaba en la barra para sacar los platos.
Cuando tuvo los platos en su mano los colocó junto a los vasos y al momento de bajar  el brazo empujó la pila de vasos. Solo se escuchó el grito de la señora Collins cuando vio los vasos caer.  Desde un ángulo que ninguna de las dos podía verme, me moví con tanta rapidez que  me percaté de lo lento que se vuelve el mundo a mí alrededor. La señora Collins y Madi tenían los parpados apretados (supongo que estaban esperando a escuchar los pedazos de vidrio esparciéndose) pero pude tomarlos a mitad del trayecto. Cuando los puse de nuevo en la barra y se escuchó un pequeño golpecito del vaso pegando en  el mosaico, las dos abrieron los parpados. La señora suspiro aliviada y contenta, y me percaté de que la fascinación que Madi había mostrado anteriormente se había convertido en una expresión de desconcierto muy parecida a  la de Tamara.
-Dios Santo. Evelyn, no sé cómo lo hiciste pero te lo agradezco.-  Me dio un golpecito en el hombro.
Solo sonreí. No sabía qué decir con la mirada de Madeleine sobre mí. ¿Qué había pasado para que cambiara su actitud? No lo sabía.
La tarde pasaba, comíamos y reíamos de lo que contaba la señora Collins. Cuando terminamos, traté de ayudar a lavar platos, pero la señora  no me dejó y tampoco a Madeleine.
-Hey, no, no. Ustedes ya se pueden ir a platicar de chicos o lo que vayan a hacer.
Solo esas palabras bastaron para que Madeleine me agarrara de la muñeca y me jalara hasta su cuarto. Ni tiempo medio de agradecerle a la señora por su amable gesto.
Cuando llegamos al cuarto me soltó  para abrir la puerta; entró ella primero y esperó a que yo pasara para luego sellarla y ponerle seguro.
-¿Por qué tanta prisa?
-Porque quiero respuestas de lo que acaba de pasar, y no solo de eso, también de lo que sucedió  en la cancha y  con mi celular. –Espetó en voz baja. –Estoy segura que estabas muy lejos como para detener los vasos.
Madi se había transformado completamente, jamás la vi tan desesperada por obtener una respuesta.
Yo, en cambio, estaba atónita ante la situación, no sabía si decirle la verdad o callarme.
-Pensé que te agradaba mi cambio –dije a la defensiva mientras  caminaba hasta la ventana que daba al prado, le di la espalda para tratar de calmar mis nervios.
-¡Vamos! –me exigió
-No hay nada que explicar. –Respondí enseguida sin dejar de mirar por la ventana.
Acto seguido, escuché a Madi tomar su celular y me lo arrogó directamente a la cabeza. Y una vez más mi cuerpo me controlaba: en cuanto escuché el celular lanzado al aire, me moví rápidamente y lo esquivé dejándolo caer por la ventana.
Miré a Madeleine anonadada.
-No... esto no... yo no... -farfullé.
-¡¿Segura que no hay algo que explicar!? – Adoptó un tono seco y serio. Seguía hablando bajo.
-¿Y qué pensabas hacer si me hubieras pegado en la cabeza?
Se detuvo a meditar la respuesta... no la había contemplado.
-Algo se me hubiera ocurrido.
Me quedé completamente rígida parada junto a la ventana, pensando que sería mejor contarle la verdad de una vez por todas, pero el problema era que no sabía cómo comenzar y si me iba a  creer. Ya habían pasado más de dos semanas y era el tiempo suficiente para que se dieran cuenta de que algo pasaba.
-Siéntate –suspiré– pero no quiero ninguna interrupción porque no será fácil de contar.
Madi se sentó en la orilla de la cama, yo me quedé en la ventana, las dos nos mirábamos, ella fulminándome y yo tratando de resistir su mirada.
-Como sabes, tengo algunos amigos cerca de la casa de mis abuelos. –Comencé  diciendo-. Fui a visitar a uno de ellos sin avisarles, pero... nunca llegué hasta su puerta. Frente a su casa, cruzando la calle,  me percaté de que un hombre estaba en su jardín teniendo problemas con unas cajas que no podía cargar. No me pareció un hombre peligroso y por mi estúpida compasión me atreví a ayudarlo. –Volteé a la ventana porque ya no aguantaba la mirada de Madi, preferí contarle todo sin mirarla. El cielo comenzaba a oscurecer rápido por las densas nubes que se formaban-. Me dijo su nombre: Kyle; y me ofreció agua, que lamentablemente acepté... Empecé a perder el conocimiento y lo último que recuerdo es que me estaba cargando sobre su hombro. –Tomé una bocanada de aire. Me di cuenta de que empezaba a lloviznar –. Cuando desperté, estaba en un cuarto con solo una lámpara que apenas iluminaba a mí alrededor. Estaba acostada en una mesa de metal atada de pies y manos y con un trapo en la boca.
-¿Te secuestró? –Me cortó -¡Por Dios! Eso no puede ser. Tu madre hubiera estado como loca... Suena absurdo.
Volteé de inmediato para suplicarle con la mirada que me comprendiera.
-Madeleine, es verdad –Dije-. No sabía lo que Kyle había hecho conmigo. Para mi sorpresa pude romper las cadenas, me sentí diferente en ese momento. Cuando traté de escapar... - tomé aire y el valor para poder pronunciar su nombre- Francis apareció frente a mí, él es su sobrino. –Me recargué en la pared, y bajé la mirada. Pude percibir que Madi se quedaba completamente rígida, pero no hizo ningún comentario-. Trató de calmarme, pero yo estaba muy asustada como para hacerle caso y pensando  que también me iba a hacer algo lo empujé con todas mis fuerzas, lo vi atravesar la habitación y se golpeó en lo más alto de la pared. No supe ni cómo lo hice. Destruyó parte de las cosas  de Kyle. –Terminé sentada en el piso -. Francis estaba inconsciente en una esquina, solo me vasto  verlo respirar para salir huyendo del cuarto, pero Kyle se interpuso en mi camino y  me encerró en otro cuarto.–Hice una pequeña pausa, con cada palabra que decía las imágenes se me venían a la cabeza.- Luego de un rato, Francis entró de nuevo, herido, y me ayudo a salir.
Levanté la mirarla y el  silencio se prolongó. Ya no podía hablar más de ese tema, sentía un nudo en la garganta.
-¿Y eso es todo?
Negué con la cabeza y con mucho pesar continué.
-Lo que hizo Kyle fue experimentar conmigo, al igual que ya lo había hecho con él mismo... ¿Cómo explicártelo?- dije tratando de encontrar las palabras adecuadas. –No sé cómo lo hizo... no sé lo que hizo. –Solté todo el aire-.El punto es que desperté siendo otra; digamos que ahora todas las actividades físicas que puede hacer un humano, yo las puedo hacer con más facilidad y mucho mejor, algo así como un aumento de mis habilidades. –Y después las palabras se atascaron en mi garganta, era un momento incómodo, lo único que me quedó fue esperar a que Madeleine hablara.
-Espero que ya hayas terminado, porque  no creí algo de lo que dijiste, todo eso parece sacado de una película o cuento.
-Madi...
-¿Te secuestró? ¿Experimentó contigo? Es una demencia lo que estás diciendo.
-Es verdad –la impotencia empezó a invadirme por completo.
-Tus abuelos hubieran estado preocupados si algo parecido hubiese sucedido. Suena como una completa loca. No hay necesidad de inventar todo un cuento para decir la verdad. Solo dime: Madi, me estoy acostando con alguien... o Madi hago kung fu....
Se levantó de la cama para dirigirse a la puerta, pero logré tomarla del brazo para detenerla.
-Pero es la verdad. –Espeté-. Te lo puedo jurar.
-¿Acaso te estás escuchando? Me estás diciendo que puedes correr más rápido que un atleta.
-Mucho más rápido. Desde aquí puedo escuchar a tu madre hablar por teléfono con tu padre, que por cierto llegará más tarde a casa por cosas del trabajo. También puedo oler lo que está cocinando la vecina de enfrente, puedo ver... -Volteé a la ventana en busca de algo –a la ardilla, brincando de una rama a otra allá en el bosque.
Madeleine ya se había quedado sin palabras.
-Te lo estoy diciendo porque ya no aguanto más esta situación. No puedo desahogarme con nadie... Estar en la escuela es como traer bocinas a todo volumen pegados mis oídos, siento que voy a estallar en cualquier momento, tengo que andar con extremo cuidado para no lastimar a alguien. –La solté -. Lo que le sucedió a Francis en el brazo fue culpa mía...  tengo que callarme todo lo que me sucede, aguantarlo, sufrirlo en silencio; tengo disimular que no pasa nada.
-Y yo te ayudaría... pero si me cuentas la verdad.
Fui a su armario, busqué algo filoso. Una pequeña navaja fue lo que encontré. La miré, después empecé enterrar el filo en la palma de mi mano, era una larga herida y dolorosa al principio. Madi me miraba con horror y estaba a punto de gritar.
-Ni se te ocurra. –le dije-. Ven a ver esto, y luego me dices que es lo que piensas.
Ella se acercó lentamente viendo la sangre manar a borbotones por mi mano hasta el suelo; pero no duró por mucho, la larga herida comenzó cerrarse de inmediato como si se estuviera cerrando una bragueta sin dejar rastro alguno de la herida.
Madeleine se quedó atónita y sin palabras, sus ojos estaban abiertos como platos, su mirada pasaba de la herida curada a mis ojos y viceversa. Se abalanzó  sobre mi mano, la palpó varias veces ahí donde había estado la herida.
Seguía asustada, pero era la única forma de que me creyera.
-Pero... como... -las palabras salían temblorosas de su garganta. -¿Qué truco es este?
-Cuando te dije que aumentó mis capacidades, me refería a ¡todo! 
-Eso... no-es-posible.
-Lo de hace un par de semanas... pude oír la pelota acercarse a mí; lo de tu celular... pues mis reflejos son mucho más rápidos, mis sentidos son más agudos.
-Entonces tu...
- Sigues sin creerme – reconocí entristecida.
Me dirigí a la ventana y sin pensarlo me aventé. Pude sentir el aire en mi cara, caí limpiamente sin ningún rasguño, tomé el celular de Madi que estaba a unos cuantos metros, después con un solo brinco, pude llegar de nuevo a la ventana donde Madi me espera completamente sorprendida.
-Creo que tu celular se estropeo un poquito.- Se lo di, pero no le importó en lo absoluto. Lo aventó a la cama y siguió mirándome.
-¿También vuelas?
Solté una carcajada.
-¡No!, como crees. –Di unos pequeños golpecitos en mi muslos –Fuerza.
-Lo siento, es que me emocioné.
La Madeleine que conocí ya había vuelto, ahora estaba emocionada como una niña pequeña.
-Pero entonces... Francis... él es ¿Malo?
- No creo... - Levanté los hombros.
Yo seguía parada en el filo de la ventana cuando escuché a alguien subir por las escaleras, me bajé  y le hice señas a Madi.
-Rápido, alguien viene, tráete un rollo de papel.
Reaccionó enseguida y me aventó el rollo desde la puerta del baño. Tomé mucho papel, y lo puse en el piso, ahí donde había caído la sangre de mi mano, lo limpiamos lo más rápido y cuando ya estaban tocando la puerta, estábamos recogiendo los papeles ensangrentados.
-En un momento abro. –gritó Madi
Envolví los papeles en uno solo y luego los metí al baño, en ese momento Madi abrió la puerta.
-¿Qué sucede? –era su madre quien llamaba a la puerta.
-Solo para decirte que tu padre llegará tarde, está muy ocupado.
Madi movía la boca pero no lograba pronunciar las palabras hasta que le di un golpe disimulado en la espalda.
-Está bien, gracias por avisar mamá.
-Bueno, entonces ya me voy.
Madi cerró la puerta enseguida, se recargó, luego me miró  y soltó todo al airé que había estado conteniendo. Yo me quedé rígida; pero luego me dejé caer en la cama del alivio.
En ese instante me sentí libre, porque no tenía algo que ocultar, al menos no ante una de mis mejores amigas. Podía usar mis habilidades libremente con ella.

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