Cap 9

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Cinco minutos más tarde estaba en el cuarto de Madi. Podía oír a mi madre hablar nerviosa, insinuando que ya me tardaba mucho. Bajé las escaleras azotando mis pies intencionalmente para alertar a Madi.
-¡Llegué! –dije mirando a Madi que se encontraba detrás de su mamá con el celular en la mano y con un alivio en su rostro que no podía ocultar.
-¿Dónde estabas? –preguntó mi madre.
-En donde más... en el baño. –Le dediqué una sonrisa nerviosa.
Mi madre me miró con cierta severidad. Pero para mi sorpresa, no estaba preocupada por lo que me diría, simplemente le sonreía; y la razón era que ya no podía dejar de pensar en Francis.
El silencio se prolongó por varios segundos.
-Bueno, ahora que estás aquí, será mejor que nos vayamos.
-Pero madre...
-¡No! –Interrumpió de inmediato Madi –No se puede ir, estaba por explicarle un tema nuevo. –Su seriedad casi me mata de la risa.
La señora Collins nos hizo señas para que nos fuéramos a la cocina y enseguida Madi me jaló del brazo.
Pasaron un par de minutos en los cuales ella aprovechó para abordarme.
-¿Pero qué estabas haciendo? –Susurró emocionada.
-Nada  interesante –Dije en tono serio... pero una estúpida sonrisa se me escapó y me delató.
-¡Lo sabía! –Mencionó en un gritito.
-Baja la voz – Me adelanté.
-He convencido a tu madre para que te quedes el fin de semana. – La señora Collins se asomó a la cocina  y sonrió –Gracias a la persistencia he insistencia de Madeleine.
La miré de reojo, Madeleine seguía inmóvil junto a mí. Movió la boca diciéndome en silencio: "me debes una".  Nos reunimos de nuevo en  la sala y luego miré a mi madre que seguía con la severa mirada sobre mí. Al final bajó la cabeza y accedió a dejarme.
-No sabe cuánto la adoro –comentó Madeleine que, después de abrazarla torpemente, me jaló el brazo y me hizo correr hasta su habitación.
-¡Cuéntamelo todo! –dijo con exasperación al cerrar la puerta. -¡Vamos!
-¿Qué? No te contaré nada.
-Me lo debes. De hecho me sigues debiendo. Yo le llamé a Francis y te salvé de una muerte segura con tu madre.
Bajé la mirada y de solo pensar lo que había pasado con Francis sentí que mi corazón se aceleraba y que me sonrojaba de inmediato. Una sonrisa tonta se me salió y Madi comenzó a gritar de emoción.
-¡Shhhh! –Le tapé la boca. –Me lastimas los oídos.
Asintió varias veces, pero seguía tan emocionada que trató se sofocar los gritos.
-Sabía que estaba interrumpiendo algo cuando te llamé. Tu voz sonaba chillona y te temblaba a más no poder. –Dijo mirándome divertida. –Menos mal que te adelantaste. Si no, yo estuviera en tu lugar. –Jugaba un rizo de su cabello.
-¿Amenaza?
-No... ya no... ya tengo a Jadzzet
-Ah, se me olvidaba... bueno ¿qué quieres oír?
-Pues nada me haría más feliz que escuchar un gran, gran, gran: ¡Gracias, Madi!
-Tampoco abuses –le dije sonriendo. – y... tú y Jadzzet... ¿a dónde irán?
-Lo clásico, me invitó a comer, luego... no lo sé... ¿Quieres venir?
-Amm... Mejor no, eso implica mucho ruido y...-me quedé pensando un momento- Sabes que me molesta.
-Es eso... o quieres pasar todo el día con él. –Me miró con picardía.
-¿YO? ¿Con Él?- dije entre risas. Luego miré al suelo. –Quizá...
El resto de la tarde fue puro interrogatorio hacia mí. Tuve que salirme por la tangente en algunas preguntas.
Iniciada la noche, a lo lejos pude percibir débiles ladridos. Madi seguía hablando, lo que significaba que no podía escucharlos. Deduje que era mucho más lejos de lo que se escuchaba. Me paré de inmediato y miré por la venta.
-¿Qué sucede? –Dijo Madi mirando en la misma dirección.
-¿No lo escuchas? Creo que es...
Más allá de la pradera, logré ver una sombra, una pequeña sombra que se movía entre los árboles a toda velocidad... era Bobi... Se estaba acercando  a casa de Madi.
-¿Qué es? No logro ver algo con lo oscuro que esta.
Por un momento pensé que  iba a hacerle un hueco a la  casa, pero bajó la velocidad varios metros antes. Ladraba hacia donde estábamos.
-¿¡Tu perro también!?
-Creo que ya te lo había mencionado... ¿o no?
Madi enarcó una ceja e hizo una mueca con la boca.
-Será mejor que lo calles, si no mi madre lo agarrará a palazos.
Me subí de inmediato al marco de la ventana y me lancé. Caí junto a Bobi. Enseguida se abalanzó hacia mí quedando parado en solo dos patas.
-¡Hola pequeño! –le acaricié detrás de las orejas. Empezó amover la colita y a brincar encima mí. –También te extrañé.
Lo malo es que seguía ladrando. Tuve que buscar algo con qué entretenerlo. Había una rama a pocos metros; corrí hasta ella y se la mostré a Bobi.
-Mira chico... eso es... mira la vara –La seguía con la mirada. –Vamos chico... alcánzala. –La arrojé lo más fuerte que pude... y me sorprendí de lo lejos que llegó. La vara atravesó la pradera y se perdió entre los árboles del bosque.
El perro enseguida fue tras ella.
Volteé hacía Madi... Estaba con la boca abierta y con los ojos bien abiertos. Subí de un salto a la ventana.
-¡Que brazo!
-Es la primera vez lanzo algo tan lejos... ¿quieres bajar? –Le señalé por la ventana.
Se asomó y dejó soltar todo el aire.
-Paso. Mejor bajo por las escaleras... Cuando quiera morir te aviso.
-Vamos, será divertido.
Miró de nuevo.
-Son como tres o cuatro  metros de altura. Moriré.
-Depende. Si te dejo caer, pues sí. –Bromeé. – ¡Vamos!
Me miró y sin decir algo salió por la puerta.
Pocos minutos después estábamos las dos detrás de la casa recargadas en la pared esperando a que Bobi llegara con la rama que le había lanzado.
-Entonces... ¡¿el tío de Francis también experimento con tu perro?!
-No...fui yo.
-¿Qué? ¿Experimentaste con tu perro?
-No –Dije enseguida –Fue un accidente... Me lastimé la mano y sangró un poco. Bobi  lamió la sangre... Al parecer mi sangre es contagiosa.
Bajó la mirada con decepción y movió la cabeza negativamente.
-¿Y cuándo pensabas contármelo? ¿Hay algo más que deba saber?
Respiré profundamente y comencé a preguntar:
-¿Ya te conté que viviré más que cualquiera?
-¿Y eso cómo es?
-Como efecto secundario, la vida se prolonga, digamos que me enteré que Kyle, el cual aparenta como veinte y tantos, tiene treinta y siete.
-¿Luego?
-Desde que experimento con él, envejece cada dos años.
Estaba totalmente anonada, no se movía y, a pesar de ser morena, noté su palidez.
-¿Te sientes bien?
-¡No! Claro que no. ¿Cómo pudiste ocultar algo así?
Volteé a mirarla y sonreí.
-¿Sabías que eres  muy sentida?... No te lo conté porque simplemente se me había olvidado.
Sonrió sin mirarme y alzó una ceja.
Las dos miramos a Bob que regresaba, traía una vara mucho más grande de la que le lancé; la dejó caer entre las dos y se abalanzó a Madi. Ella calló y se azotó contra el suelo.
-¡Quítamelo! –Gritó tratando de quitárselo de encima.
Me apresuré a agarrarlo y lo dejé a un lado de mí. Le ofrecí una mano a Madi para ayudarla a levantarse.
-Esta algo pesadito, ¿no lo crees?
Me encogí de hombros y disimulé una sonrisa.
-Creo que tiene algo en el collar –Dijo Madi limpiándose la tierra de los pantalones.
Me le acerqué a Bobi y me hinqué junto a él... había algo envuelto y atorado en su collar. Lo saqué e intercambiamos miradas Madi y yo.
Desenvolví aquello y encontré una llave que tenía la cabeza en forma de "S"... era la llave de la cabaña.
De inmediato sentí que todo el rubor apareció en mi rostro.
-¿Y para que se supone que es?
La miré vertiginosamente y guardé la llave en  el bolsillo izquierdo de mi pantalón.
-Pues para abrir una puerta.
Me puso una de sus típicas miradas de "¡no me digas!".
-¿Cuál de las mil millones de puertas abre esta pequeña llave?
Si le decía de inmediato, sabía que iba a pegar el grito en el cielo por la emoción, así que mejor dejé su pregunta en el aire y me quedé callada aun con mi rostro ruborizado.
Solo pasaron cinco segundos y después estallaron mis oídos.
-Lo siento, lo siento... -Se puso una mano en la boca. –Es que esto es tan hermoso. ¡Ya te dio las llaves de su ca-sa!
Nunca le dije que esa cabaña era de Kyle, la verdad no le vi la importancia en su momento.
-Sabes... es raro que un chico de diecisiete años tenga su propia casa –Hablaba demasiado a prisa –pero aun así, es un hermoso detalle. –Se puso las dos manos, una encima de la otra a la altura del corazón.
-No tiene diecisiete –le dije recargándome en la pared.
-Bueno, dieciocho, da igual  ¡Pero el detalle sigue siendo hermoso!
-Dieciséis- dije encogiéndome de hombros.
Ya iba a hablar, pero se quedó con la palabra atorada en la garganta y razonó lo que acababa de decir.
-¿Un año menor que tú?... ¡Me has matado! Te estás aprovechando de  un niño.
-Oye ¡solo es un año!
Levantó el dedo índice en forma de protesta, pero no dijo nada.
Hasta yo lo encontraba raro, pero no lo parecía, su madurez sobrepasaba la de Madeleine y se puede decir que la mía también. Sabía más cosas que nosotras dos juntas, tenía más experiencias de la vida e incluso recuerdo que le había mencionado a unos maestros que Kyle le enseñaba cosas que veían los universitarios. Francis tenía dieciséis años, pero se comportaba como alguien maduro, en lo que cabe; tenía casa propia, una moto y prácticamente ha estado  viviendo solo y "trabajando".
Dejamos el tema en el aire y cambiamos drásticamente la conversación, me preguntó sobre el tío de Francis,  aun no le había quedado claro por qué yo, por qué me escogió como su conejillo de indias. Le expliqué que ni yo tenía la menor idea, quizá ya me tenía en la mira, o quizá fue la primera estúpida que cayó en su trampa de hombre débil que no podía con unas simples cajas.
Después de eso, nos quedamos platicando de cómo Bobi había terminado en la casa de Francis y de vez en cuando le lanzaba una vara lo más lejos que podía.

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