Cap 13

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Solo tres horas pude cerrar mis ojos y descansar. Por un lado me sentía emocionada de que Madi haya tomado tan tranquilamente el hecho de que ya no es normal; por otro lado seguía sintiéndome angustiada porque Francis no aparecía desde hacía una semana.
Me incorporé lentamente en mi cama, la luz del sol atravesaba tenuemente las cortinas y podía ver las motitas de polvo revolotear en el aire. Me quedé mirando a la nada mientras recordaba el extraño sueño donde estaban dos hombres parados frente a mí, uno más joven que el otro, pero ambos proyectaban algo oscuro con sus miradas y tenían una media sonrisa que los hacía ver sombríos.
El sonido de la puerta me despertó del trance y vi a mi madre entrar tímidamente en la habitación, lentamente se sentó en la orilla de la cama y me miró por unos segundos sin decir nada, solo escrutaba mi rostro en busca de algo.
-¿Qué sucede? –Dijo al fin tomando mi mano.
Me le quedé observando de igual manera tratando de averiguar sus emociones que en ese momento era muy difícil de adivinar... ¿Preocupación? ¿Melancolía?...
-Has estado distante estos días.
¿Distante? Lo único que había hecho desde que Madi salió del hospital es tratar de pasar la mayoría del tiempo con ella para orientarla en su nueva vida. Quizá lo decía por eso, en esa semana casi no la había visto, ella salía a trabajar temprano mientras yo me escapaba a casa de Madi después de salir de clases (me habían transferido temporalmente a un grupo nuevo), donde me la pasaba toda la tarde.
-No lo estoy. –Respondí.
-Deberías estar contenta, Madi se ha mejorado mucho gracias a ti.
Di un respingo y abrí mis ojos como platos "¿Gracias a mí? ¿Es que ya lo sabes?".
-Haz estado con ella animándola. Tu compañía le hace bien. –Sonrió.
Lentamente dejé salir todo el aire y me relajé por su respuesta, sin embargo me puse a pensar que era hora de hablar con ella "¿Cómo lo tomará?". Me paré de inmediato y me puse frente al espejo negándome mentalmente a decírselo. Aún no era el tiempo. Fijé la vista en ella a través del espejo.
-Quizá.
-¿Qué es lo que te preocupa? –Mi madre se puso detrás de mí sujetándome por los hombros. Hablaba en un tono tan quedo que me relajó hasta lo profundo de mi ser y estuve a punto de soltarle todo.
"¿Cómo es que lo presiente?" Quité la mirada de ella y la pasé a mi rostro, entonces adiviné porque le preocupaba, mi rostro estaba notablemente pálido lo que hacía que las sombras bajo mis ojos se vieran más oscuras y a pesar de estar más que despierta tenía la mirada apagada, muerta.
-Nada -. Dije en un tono tan cortante que me maldije por dentro.
Mi madre bajó las manos y se alejó unos pasos con la mirada en el suelo. La culpa me invadió por completo al mismo tiempo que sentía alejarse el manto invisible que manaba protección de ella.
-Oye –me apresuré y volteé sobre los talones para mirarla, -¿Tienes algo que hacer hoy? Pensé que podríamos comer juntas en algún restaurante.
Alzó la mirada con una sonrisa contagiosa en el rostro y asintió.
-Nos vamos a... -levantó la mano para mirar su reloj de muñeca, -¿las tres está bien?
Asentí y después la vi marchar. Ya tenía un plan con mi madre y yo se lo había propuesto, pero  todo lo que yo planeo sale mal y aquello no iba a ser diferente... sino peor.
Pasadas las tres, íbamos en el coche de camino al restaurante favorito de mi madre, era un lugar agradable y amplio, con ventanas grandes en dos costados del lugar dejando pasar toda la luz posible pero sin que peguen los rayos del sol directamente y  mesas acomodadas por casi todas partes dejando un espacio razonable, como para que caminen dos personas a la par. En ese momento el restaurante no estaba lleno por lo que tuvimos la oportunidad de sentarnos junto a una ventana. Ahí estaba, sentada frente a mi madre que proyectaba una radiante sonrisa; cualquiera que la hubiese visto no pensaría que pasó una mañana en la que casi llora gracias a que su hija la trató tan fríamente.
-Me alegra que hayas  querido salir conmigo. –Comentó después de admirar el paisaje urbano a través de la ventana.
-Buenas tardes, mademoiselle.-Un hombre, de aproximadamente cuarenta años se acercó a nosotras con la carta en mano. Era tan alto como mi madre cuando usaba tacones, de piel clara, cabello cobrizo y ojos azules oscuro. – Permítame. –Dijo ofreciéndome la carta junto con una sonrisa encantadora y me fue imposible no devolverle el gesto. –Madame. –Se dirigió a mi madre cambiando el acento a un francés perfecto.
Lo miré detenidamente, su persona despertaba cierta curiosidad en mí, era muy alegre, junto a sus ojos aparecían pequeñas arrugas cada vez que ampliaba su sonrisa y más cuando dejó de hablar para solo mirar a mi madre...
Sonreí soltando el aire ruidosamente.
-¿Qué pasa, hija? –La voz de mamá sonó algo nerviosa cuando apartó la vista de aquel hombre. Noté un ligero rubor en su rostro, pero seguía teniendo una sonrisa radiante.
-Nada. –Sonreí. –Tengo que ir al baño.
Me paré y me puse detrás del hombre para quedar fuera de su campo visual, que en ese momento parecía ser solo mi mamá, observé fugazmente al hombre para luego guiñarle un ojo a mi madre y por último le di la espalda dejándola totalmente atónita ante tal gesto.
Solo me había ido para dejarlos un momento a solas. No me molestaba en lo absoluto, ella solo había intentado dos relaciones después de mi padre y ninguna funcionó,  merecía conocer a alguien más, pero era un tema del que no le gustaba hablar.
Me lavé la cara y las manos y, en el espejo frente a mí, me encontré con una chica sonriente, pero con mirada melancólica. La sonrisa fue desapareciendo gradualmente cuando recordé a Francis, lo había olvidado por cinco minutos... Hice una mueca recordándome a mí misma que Kyle no le puede hacer daño, después de todo es su sobrino, el único hasta donde tenía entendido.
Me sequé las manos y me dispuse a salir pero la vibración de mi celular en uno de los bolsillos de la chamarra  me detuvo a unos pasos de la puerta. Lo saqué desinteresadamente y, antes de ver el remitente abrí el mensaje.
"Hola preciosa. Te espero en la cabnaña dentroo de una hora.
Te extraño."
Francis lo había enviado. Perdí la noción del tiempo y no sé cuántas veces leí ese mensaje. "Yo también te extraño" respondí mentalmente. Inmediatamente después las dudas comenzaron a surgir. "Hay algo raro. El desapareció justo antes de llegar a mí. Ni siquiera respondió a mis llamadas ni trató de llamarme ¿Dónde había ido?" Todo estaba amontonado en mi cerebro impidiéndome pensar en alguna respuesta. En el mensaje no había algo raro, más que dos letras de más. Lo releí y la sangre se me heló de inmediato al captar el segundo mensaje: "no",  las dos letras de más...
"Maldita sea. Quizá sea solo un error ortográfico, una coincidencia... o talvez no..."
Pasaba la vista de la puerta al celular, como esperando una señal de cualquiera para empezar a actuar. Una chica rubia abrió la puerta y casi tropieza conmigo.
-Lo siento. –Se disculpó y siguió su camino.
Salí del baño y estuve a punto de dejar a mi madre sola en aquel lugar pero me arrepentí cuando levantó la cabeza y me miró junto con una sonrisa. Hice una mueca simulando una sonrisa y caminé rápido hasta ella.
-Señorita. –Se dirigió a mí con un falso tono de enojo. -¿Qué te crees al insinuar semejante cosa?
Tenía la mirada puesta en el paisaje urbano que se extendía a través de la ventana pero no miraba algo en particular, solo quería salir y buscar  a Francis... en una hora
-Evelyn. –Cambió su tono a preocupación haciendo que volteara a verla. -¿Qué pasa? Te ves pálida.
"Piensa, piensa..."
-Me han hablado por celular. –La voz salió débil, apenas perceptible.
-¿Qué? ¿Quién te habló?
-Fue... la señora Collins. Al parecer Madeleine se puso mal.
Frunció el ceño dándole un aire de disgusto a su rostro.
-Pero ayer hablé y parecía estar mucho mejor. Después de todo salió contigo.
-Pero en la noche se puso mal –Me puse muy a la defensiva. Me arrepentí inmediatamente después de ver el rostro de mi madre, ya no tenía la mirada alegre sino melancólica.
-No te preocupes... si quieres puedes ir con ella... -Hizo un notable esfuerzo por no sentirse triste el ver mi ansiedad.
El corazón se me encogió al mínimo y me sentí totalmente culpable. Solo de ver su rostro me sentí la peor hija que haya existido en la historia.
-No... no es tan grave... puedo ir dentro de una hora.
"Una hora, una lenta y agonizante hora"
Estuve observando el panorama urbano a través de la ventana, los coches pasaban tan lento que se me hacía una eternidad cuando los perdía de vista, pero esa eternidad solo eran dos segundos...
El hombre de ojos azules apareció de nuevo ya con nuestros platillos, percibí su incomodidad al acercarse a mi madre pero no dijo algo, simplemente se retiró.
La comida no me supo, solo masticaba y tragaba automáticamente sin apreciar su sabor, me sentía ansiosa por irme, mi pie no dejaba de moverse y sin darme cuenta todas mis habilidades se habían desatado al máximo, los olores provenientes de la cocina combinado con el humo de los coches eran nauseabundos, el ruido de la gente murmurando era insoportable y el constante golpeteo del dedo de mi madre en la mesa me estaba volviendo loca...
-¿Qué sucede? –Volteé a ver a mi madre para contestarle, pero la pregunta no era para mí sino para una persona inexistente al otro lado del teléfono, claramente escuchaba el silencio en la supuesta respuesta que estaba escuchando. -¿Ahora mismo? ... Te lo envío más tarde.
Era oficial, me había ganado el título de la peor hija en todos los tiempo... ¿Qué clase de hija se alegra porque su madre finja estar ocupada y así poder irse?
"Eres una estúpida, Evelyn"
-¿Tienes trabajo? –Pregunté cuando guardó el teléfono en la bolsa.
-Sí –contestó con un poco de indiferencia –Demasiado.
-¿Te vas ahora?
"Qué cinismo el tuyo" Me peleaba mi subconsciente.
-Solo termino de comer y me voy.
-¿Te molesta si me adelanto?
Solo negó con la cabeza mientras trataba de cortar un pedazo de carne.
-Está bien... gracias – Me levanté y le di un beso de despedida –Te veo al rato.
Solo le dio tiempo de sonreírme porque enseguida tomé rumbo hacia la cabaña. Faltaban veinte minutos para que se cumpla la hora, pero solo me tomaría cinco minutos en atravesar la ciudad...
De saber lo que ocurriría, jamás hubiera ido.
De saber lo que ocurriría, hubiera ignorado el mensaje.
De saber lo que ocurriría, me hubiera quedado a comer con mi madre.

Cerca del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora