Capítulo 3

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Cuando Martinette se despertó tenía un fuerte dolor de cabeza, los oídos le zumbaban y todo se veía borroso, por lo que se vio obligada a cerrar los ojos. Qué había pasado? Lo último que recordaba era el oscuro bosque, un gran oso, gran dolor en el costado y un destello verde. Nada mas.

Abrió con pesadez los ojos y aunque todo se veía algo borroso, miró a su alrededor. No sabía donde estaba o que rayos estaba haciendo en ese lugar. Se encontraba en una pequeña cama, cubierta por una cobija azul.Era una pequeña habitación con paredes, piso y techo de piedra, por lo que dedujo que se encontraba en una cueva.

Había una pequeña fogata aunque no estuviera prendida, y también había una única ventana por la cual entraban unos débiles rayos de sol. A juzgar por la apariencia de los mismos, eran como las cuatro de la tarde.

En las paredes habían unas bonitas marcas como de mandalas que adornaban estas. Marinette pensó que se debieron de haber tardado siglos en hacerlas, pues aparte de que eran figuras muy elaboradas, la piedra se veía muy dura. También noto que en una de las paredes, había una colección de bonitas dagas, en la cual había por lo menos 100. Al final de la cueva, había un túnel, el cual, concluyó que llevaba a la salida.

De repente, recordó una escena que le helo la sangre: su padre. Donde estaba? Estaría bien? trató de levantarse con un rápido movimiento, pero un dolor lacerante en su abdomen, la atravesó, causando que regresara a su posición original.

Levantó un poco la cobija y noto, que casi todo su abdomen, estaba vendado, y debajo de las vendas, había unas cuantas manchas de sangre. Llegó a la conclusión de que alguien, le había salvado del oso, le había llevado a su casa y la había curado. Marinette  pensó que ya después, agradecería a quien fuera que la había salvado. Sin embargo, había muchas cosas que no entendía. Nadie tenía una casa así en el pueblo. Si Félix y Tommy no la habían podido salvar, quien fue entonces?

Una voz chillona la sacó de sus pensamientos

- Yo que tu, no me movería. Se te puede abrir la herida y no creo que eso sea lo que quieres.

Marinette miro a su alrededor, pero no vio a nadie. A nadie, excepto a un tierno gatito negro, el cual estaba sentado junto a una de las patas de la cama, mirándola con expectación. Juraría que hace un segundo no estaba ahí.

- Oh. Hola gatito, acaso tu no viste quién fue el que habló hace un segundo?

El minino no contesto, pero se acerco a donde estaba Marinette y en cuanto esta menos se lo esperaba, este saltó a la cama y se acurrucó junto a ella. Marinette se sintió sorprendida al inicio, pero después, se relajó y comenzó a acariciar al gatito. se quedaron así unos minutos, hasta que por la entrada del túnel, una voz retumbó por toda la habitación,

- Plagg, ya llegué! Traje comida, vienes a darme una mano?

Marinette se sorprendió un poco  cuando oyó la voz, y supuso que era el dueño de la casa.  Pero le sorprendió aún más cuando el pequeño gato abrió la boca y contestó.- Finalmente! Pensé que te tardarías ahí afuera, no se, siglos!!

El pequeño gasto salto de la cama y se dispuso a salir. Marinette estaba de piedra, pero consiguió voz suficiente para susurrarle al pequeño gato- H-Hablas?

El gato, el cual supuso que se llamaba Plagg, se volteó y mirándola con sus brillantes ojos verdes contesto- Si, hablo, y cómo puedo hablar, déjame darte un consejo. - Plagg era bastante distinto cuando abría la boca que cuando se mantenía callado- Si yo fuera tú, me acostaría, cerraría los ojos y me haría dormida.

- Que? por qué? No entiendo.

- Créeme, no te gustaría que mi amo te vea despierta.

- Por qué? Quién es tu amo? Si me ayudó, no creo que me lastime.

La leyenda de Chat NoirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora