III parte 3

147 14 0
                                    

—Bien, entonces vamos a hablar de negocios —Danny hizo una pausa y calculó—. Por supuesto, el sesenta y cinco por ciento de los ingresos en taquilla, igual que con Carthey. Pero el reparto será diferente. Con el ochenta por ciento me conformaré —y volteando hacia su mánager— ¿Está bien así?

El mánager asintió.

—¿Qué dices a eso? —preguntó Kelly a Rivera.

Rivera negó con la cabeza.

—Bueno, pues así será —expuso Kelly—. La bolsa será el sesenta y cinco por ciento de los ingresos en taquilla. Eres un novato y un desconocido. Tu y Danny se lo dividirán así: el veinte por ciento para ti, y el ochenta para Danny. Eso es justo, ¿no te parece Roberts?

—Muy justo Rivera —, Roberts agregó—. Rivera como sabes bien, todavía eres un desconocido.

—Cuánto sería ese sesenta y cinco por ciento que ingresarán en taquilla? —preguntó Rivera.

—Oh, serán unos cinco mil; tirando alto, unos ocho mil —explicó Danny—. Algo por el estilo. Te llevarás como unos mil o mil seiscientos. Creo que es bastante por recibir una paliza de alguien con mi reputación. ¿Qué dices a eso?

Rivera respiró profundamente.

—El que gane se lo lleva todo —dijo con decisión.

Prevaleció un silencio sepulcral.

—Será como quitarle el dulce a un niño —exclamó el mánager de Danny.

Danny negó con la cabeza.

—Llevo demasiado tiempo en este negocio —explicó—. No es que desconfíe del referí o de alguno de los presentes. Tampoco hablo de los corredores de apuestas o de trampas. Lo único que digo es que se trata de un mal negocio para un luchador como yo. Yo juego seguro. Nunca se puede saber. A lo mejor me rompo un brazo. O alguien me da droga —negó solemnemente con la cabeza—. Tanto si gano como si pierdo, me corresponderá el ochenta por ciento. ¿Tú que contestas a eso, mexicano?

Rivera negó con la cabeza.

Danny explotó. Estaban tratando de cosas prácticas.

—¡Pero cómo! ¡Asqueroso grasiento! Me está apeteciendo noquearte ahora mismo.

Roberts se interpuso entre los dos para evitar agresiones.

—El que gane se lo lleva todo —repitió malhumorado Rivera.

—¿Por qué te empeñas en eso? —preguntó Danny.

—Puedo azotarte —fue la inmediata respuesta.

Danny estaba a punto de volver a ponerse el abrigo. Pero, como ya sabía su mánager, sólo era parte de su número. Nunca terminó de ponerse el abrigo, y Danny permitió que el grupo lo sujetara. Todos simpatizaban con él. Rivera estaba solo.

—Escucha, pequeño idiota —retomo el argumento Kelly—. Tú eres un don nadie, sabemos lo que has estado haciendo estos últimos meses... hacer a un lado pequeños peleadores locales. Pero Danny es de primera clase. Su siguiente pelea será por el campeonato. Y tú eres un desconocido. Nadie ha oído hablar de ti fuera de Los Ángeles.

—Ya lo harán—respondió Rivera encogiéndose de hombros— después de esta pelea.

—Pero ¿de verdad, piensas por un segundo que me puedes vencer? —soltó despreciativo Danny.

Rivera asintió con la cabeza.

—Oh, vamos, entra en razón —suplicó Kelly—. Escucha los buenos consejos.

—Quiero el dinero —fue la respuesta de Rivera.

—No me podrías ganar ni en mil años —le aseguró Danny.

—¿Entonces por qué no aceptas mi proposición? —respondió Rivera—. Si vas a ganar el dinero con tanta facilidad, ¿por qué no dices que si?

—Bien, así será —gritó Danny con abrupta convicción—. Te moleré a golpes en el ring, amigo. Nadie se burla de mi así como así. Prepara el contrato, Kelly. El que gane se lo lleva todo. Que salga en los periódicos. Diles a los cronistas deportivos que se trata de un combate sin cuartel. Yo le enseñaré a este novato un par de cosas.

El secretario había empezado a escribir, cuando Danny interrumpió —¡Espera un momento! —se volvió hacia Rivera—. ¿Y el pesaje?

—Antes del combate —fue la respuesta.

—Nada de eso, novato. Si el ganador se lo lleva todo, el pesaje será a las 10 A.M.

—¿Y el que gane se lo lleva todo? —preguntó Rivera.

Danny asintió. Eso arreglaba todo, subiría al ring en su momento de mayor fuerza.

—El pesaje a las 10 —dijo Rivera.

El secretario llevo la pluma a rascarse.

—Eso significa cinco libras —Robert se quejo hacia Rivera—. Le estás dando demasiadas facilidades. Acabas de entregar la pelea. Danny estará tan fuerte como un toro. Eres un idiota. Seguro que te noqueará. Tienes menos posibilidades que las de una gota de lluvia en el infierno.

La respuesta de Rivera fue una mirada calculadora de odio. También despreciaba a este gringo, le encontraba incluso más gringo que todos ellos. 

                              - - -

                              - - -

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
EL MEXICANO | Jack LondonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora