IV Parte 5

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El público comenzó a enojarse con Rivera. ¿Por qué no lo apaleaba como estaba previsto? Por supuesto que lo iba a machacar, pero ¿por qué se resistía tanto? Muy pocos estaban a favor de él, y los que lo estaban eran precisamente el porcentaje de esa multitud de apostadores que juegan al riesgo. Aun creyendo que Danny iba a ganar, habían apostado su dinero a favor del mexicano, cuatro a diez, y uno a tres. No apostaban a ganador, sino sobre cuantos rounds podría aguantar Rivera. Había mucho dinero por quienes aseguraban que no podría durar siete rounds, o incluso seis. Los que ya habían ganado, ahora que su dinero estaba seguro, se unían animando al favorito.

Rivera se negaba a ser vencido. Durante el octavo round su oponente trató en vano de repetir el uppercut. En el noveno, Rivera volvió a aturdir al público. En medio de un cuerpo a cuerpo, rompió la guardia con un movimiento ágil y rápido, y en el estrecho espacio entre sus cuerpos su derecha se alzó desde la cintura. Danny fue directo a la lona y halló refugio en la cuenta. La multitud estaba horrorizada. Danny estaba siendo superado en su propio juego. Su famoso uppercut de derecha se usaba en contra suya. Rivera no hizo ningún intentó de alcanzarlo cuando se levantó a los "nueve". El réferi estaba bloqueándolo abiertamente impidiéndole combatir, aunque no hacía nada cuando la situación era a la inversa y quien trataba de levantarse era Rivera.

Dos ocasiones durante el décimo round, Rivera utilizó el uppercut de derecha, encajado por entre los brazos de su contrincante y directo a la barbilla. Danny se estaba desesperando. La sonrisa nunca dejó su cara pero volvió a su ataque implacable. Torbellino como él era, no conseguía dañar a Rivera, mientras que Rivera mediante sus movimientos para eludirse y esquivar, lo hizo caer a la lona tres veces seguidas. Danny ya no se recuperaba tan rápido ahora, y ya por el round número once se encontraba en una situación seria. Pero desde de entonces y hasta el catorce hizo la mejor exhibición boxística de su carrera. Detuvo y bloqueó, peleó cuidadoso y se esforzó para reunir fuerzas. También combatió tan suciamente como sabe hacerlo un campeón exitoso como él. Cada truco y artimaña los empleó, embestía con la cabeza en los clinch como en forma accidental, apretando el guante de Rivera entre el brazo y el cuerpo colocaba su guante a la boca de Rivera para obstruirle la respiración. A menudo, en los clinch, a través de sus labios partidos y sonrientes gruñía insultos inefables y viles en el oído de Rivera. Todos, desde el réferi hasta el último en el público, estaban a favor de Danny y apoyaban a Danny. Y sabían lo que él tenía en mente. Conmocionado por esta caja-sorpresa de un desconocido, estaba apostando por todo en un solo golpe. Se ofrecía para que lo golpearan, hacía fintas y se cubría, buscando provocar una separación que le permitiera lanzar un puñetazo con todas sus fuerzas y darle la vuelta a la pelea. Como otro también gran boxeador había hecho antes que él. Podría conseguirlo, una combinación de derecha e izquierda, al plexo solar y a la mandíbula. Podría hacerlo, porque él se destacaba por la fuerza de sus puños y la potencia que permanecía en sus brazos en tanto pudiera mantenerse en pie.

Los asistentes de Rivera casi no se ocupaban de él durante los descansos entre rounds. Sus toallas se agitaban, pero era poco el aire que llevaban a sus pulmones jadeantes. Spider Hagerty le daba consejos, pero Rivera sabía que eran consejos equivocados. Todos estaban contra él. Estaba rodeado de traición. En el round número catorce volvió a derribar a Danny y él se quedó en reposo, las manos caídas a los costados, mientras el réferi contaba. En la otra esquina Rivera había notado susurros sospechosos. Vio a Michael Kelly dirigir sus pasos hacia Roberts y que se inclinaba junto a él y le susurraba algo. Los oídos de Rivera eran los de un felino, entrenados en el desierto, y captó fragmentos de lo que estaban diciendo. Quiso oír más, y cuando su contrincante se levantó, maniobró el combate para agarrarse a él y llevarle contra las cuerdas.

—Tengo que —pudo escuchar a Michael, mientras Roberts asentía—. Danny debe ser el ganador. Estoy a nada de perder un dineral. Tengo una tonelada de dinero apostada en esto. Si llega al round número quince me arruinaré. El muchacho te escuchará. Seguro puedes persuadirlo.

Y después de eso Rivera no tuvo más visiones. Estaban tratando de jugarle sucio. Una vez más derribó a Danny y se quedó descansando con los brazos colgando a sus costados. Roberts se puso de pie.

—Ya está bien —dijo—. Ve a tu esquina.

Habló con autoridad, como solía hablar a Rivera durante los entrenamientos. Pero Rivera lo miró con odio y esperó a que Danny se levantara. De nuevo en su esquina en el minuto de descanso, Kelly, el promotor, se acerco y habló a Rivera.

—Déjate caer maldita sea —él gruñó con voz baja y ronca—. Tienes que tirarte, Rivera. Hazme caso y yo me ocuparé de tu futuro. Te dejaré que derribes a Danny la próxima vez. Pero ahora debes dejarte derribar.

Rivera mostró con los ojos que lo había escuchado, pero no hizo ninguna señal de asentimiento o negación.

—¿Por qué no contestas? —preguntó Kelly enfadado.

—De todos modos tú vas a perder —añadió Spider Hagerty—. El réferi no va a dejar que ganes. Escucha a Kelly y déjate derribar.

—Tírate, muchacho—Kelly suplicó—, y yo te ayudaré para el campeonato.

Rivera no respondió.

—Lo haré, así que ayudarme, chico.


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EL MEXICANO | Jack LondonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora