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Río fuertemente, pero no logro escuchar mi carcajada, es extraño, pero frente a mí está Taehyung sonriendo, su sonrisa no alcanza a sus ojos, es como un camino recorrido demasiado largo... y lejos.

—¡No me dejes! ¡No te vayas! —escucho a lo lejos, pero a la vez increíblemente cerca, Taehyung no mueve el rostro, busco a nuestro alrededor y no encuentro a nadie.

Taehyung susurra, susurra algo levemente, sin hacer un solo sonido y da media vuelta.

—¡No me dejes, Taehyung! —me hayo de rodillas y caigo en cuenta de que soy yo, quien grita desesperado por alguien que no volveré a ver, jamás.

Despierto tan vacío como siempre, es casi un rito que sueñe estas cosas en estas fechas, cercanas a mi cumpleaños, cercanas al día en el que Taehyung decidió terminar con su vida.

Me levanto y no me sorprende hallar la almohada húmeda, llena de lágrimas. Me seco el rostro con la remera y camino hacia el baño, ahí doy el agua fría y como si fueran agujas de hielo, despierto dolorosamente en la realidad.

Minutos pasados salgo de la ducha y camino desnudo al cuarto, vivo solo, en el departamento que solía compartir con él. Me pongo un bóxer y jeans negros, mis movimientos son lentos, sin ánimos. Me muevo como un zombie. Termino de colocarme la sudadera negra y me coloco los botines.

Lo extraño tanto.

No puedo evitarlo. No puedo soportarlo, no logro entender como, ni porqué. Pero miro un punto perdido en el piso mientras aprieto mis labios y se me llenan los ojos de lágrimas.

No puedo seguir llorando, no sirve de nada.

Me muerdo el labio inferior y me sorbo los mocos que bajan asquerosamente mi naríz. Me levanto y cogo la mochila que está en el suelo, el cuarto está oscuro, lo prefiero así, con las cortinas cerradas. Mientras cierro la puerta, me quedo quieto y levanto levemente la mirada hacia al frente, la puerta de su cuarto. Inmediatamente bajo la mirada y camino por el departamento, paso del desayuno y salgo.

Cuando bajo del edificio la luz de la mañana me da de lleno en el rostro, pero aún así hace frío. Me coloco unos lentes de sol y camino.

Luego de casi una hora caminando llego al cementerio, no compro flores, llevo algo más especial en la mochila. Entro sin problemas, ni interrupciones y me dirigo únicamente a la gris lápida con su nombre.

—Hola, amigo —lo saludo, sé que es estúpido y loco, pero no puedo evitarlo y tampoco me importa si hay gente cerca, dado que es temprano.

Me agacho y me siento al lado de su tumba, el césped está bien cuidado y tiene varios peluches infantiles, cualquiera creería que es un niño, básicamente lo es, era.

—Hoy también vine temprano, otra vez soñé contigo —comienzo, es un acto algo masoquista, pero quizá algo de locura me hará bien—. Ah, Tae... te extraño tanto. Faltan cuatro días y... no quiero despertar otra vez sin tí.

Miro la lápida como si él estuviera ahí viéndome y escuchandome, no me interesa que esté llorando, es bastante habitual.

—Te extraño —repito y la voz me tiembla, me siento demasiado débil.

Abro la mochila y saco el peluche, me río levemente y me seco los mocos.

—Mira, traje a Tobi, otra vez. Sé que te gusta mucho, pero si lo dejo aquí se lastimará.

Le dejo el peluche junto a la lápida con la intención de entretenerlo mientras descanza.

—Ah, Tae... —suspiro—. ¿Puedes decirme? ¿Por qué? ¿Por qué en mi cumpleaños?

Lost | 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora