Capítulo 1

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Michirou siempre que escuchaba a sus padres hacer ruidos extraños, se asustaba. En su cabecita solo significaba que Mikaela golpeaba a su papi, y le consternaba bastante, en especial por no poder hacer algo al respecto.

Se encontraba al borde del llanto escuchando por la puerta aquellos sonidos provenir de los labios del de ojos verdes, suplicando y pidiendo por más. ¿Por qué pedía más golpes?

—¡Ahh... Ahh... Mika... Ngh.. Más... Mika!

—Ah... Guarda silencio, Yuu-chan... —gemía el ojiazul, sin embargo los jadeos seguían siendo tan altos como para alertar a su pequeño hijo.

Michirou tenía ganas de entrar, alejar a Mika y consolar a Yuu, pero, la única vez que lo intentó, la puerta estaba con seguro, y después de cinco minutos salieron los dos relativamente normales, lo llevaron a su cuarto y esperaron a que se durmiera explicándole que nada había sucedido, que a Yuu le dolía la espalda y Mika solo le había dado un masaje.

—¡Mmmhhh!

Michirou decidió ir a su cama, tapando su rostro entero con las sábanas y cobijas intentando conciliar el sueño e ignorar el chirrido del cuarto de Mika y Yuu así como los gritos y jadeos de ambos. Por lo menos no eran sonidos tan concurrentes.

~

—Papi, quiero un hermanito —pidió el menor con ojitos de borreguito.

Yuu dibujó en su rostro un puchero al escuchar la petición de su pequeña adoración, aún si las expresiones de Michi le resultaban tan adorables.

—Ya hemos hablado de eso mismo por mucho tiempo, cariño —farfulló, deseando que aquellas peticiones dejaran de existir.

—¡Pero quiero un hermanito!

—Quizás luego.

Yuu dejó el plato con panqueques frente a su hijo, acarició su cabello y le dio un beso en la frente. Aquello logró apaciguar un poco a su hijo, pero seguía disconforme con las respuestas a su petición.

—Siempre dices eso.

Yuu suspiró, sentándose al lado del pequeño para degustar su propio desayuno.

—Debemos de hablar seriamente Mika y yo, Michi.

—Pero ya se los he dicho a los dos por separado y cuando están juntos, y siempre me dicen lo mismo.

—Sé paciente, ¿Puedes, cielo?

Michi no respondió y comió sus alimentos con evidente molestia y rapidez. En cuanto terminó, se retiró a su habitación rápidamente sin dirigirle la palabra al hombre de ojos verdes. Los sábados Yuu no trabajaba, pero Mika sí. Menos horas por lo que después disfrutaban de la tarde. Aún así, Michi estaba tan molesto, que no les hizo caso el resto de la tarde, hasta que llegó la noche y olvidó por un momento que había estado enojado con sus padres.

~

El azabache menor se encontraba jugando con su comida, mientras Mika y Yuu medio coqueteaban, hasta que se dieron cuenta de la cara larga de su hijo, por lo que detuvieron sus insinuaciones y admiraron al menor con atención total.

—¿Sucede algo, Michi? —, pidió saber el mayor, observando cómo el pequeño cerraba sus ojos un poco molesto en cuanto escuchó la pregunta de su padre.

—No.

—Dinos lo que pasa—, pidió Yuu quitando su mano de la pierna de Mika, acercándose un poco a su pequeño.

—Quiero un hermanito.

Ambos enmudecieron ante la petición, parpadeado con sorpresa. Para que su pequeño fuera tan insistente ciertamente deseaba con mucha fuerza lo dicho.

¡Quiero un hermanito! #AwardsNoSeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora