Epílogo

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Yūmi se encontraba pintando en una tableta gráfica que amaba, la cual le había regalado el tío Ferid, le encantaba el arte así que todo el tiempo dibujaba y coloreaba. Siempre que dibujaba, parecía demasiado concentrada, y a decir verdad eran obras de arte demasiado bellas para su corta edad. Cualquier pincel, crayón, lápiz o color parecía saberlo utilizar mejor que nadie. Sea para lo que fuese el material, lo sabía entremezclar en el lienzo que pusiesen en sus manos.

Debido a su amor por el arte, Mika y Yuu decidieron ingresarla en una escuela de dibujo, y la niña adoraba asistir a sus clases de arte.

Por otra parte, Yūka amaba en demasía el deporte. Habían decidido que a Yūka, a diferencia de sus hermanos, la llevarían a un club deportivo más capacitado que a Michirou y Yūmi por aquel amor que poseía a las actividades físicas.

Michirou por otra parte, a sus catorce años de edad había decidido empezar a trabajar para ser un poco más independiente, no obstante, aquello causaba que pasara menos tiempo con sus hermanas y padres, pero le servía bastante en su proceso de maduración, el cual afortunadamente había llevado a cabo de manera sana.

El joven de cabellos negros, incluso ya había informado a sus padres de su relación con Gyurei. Al principio Mika pareció reacio, sin embargo poco a poco les daba más libertad a los adolescentes de pasar tiempo solos. Confiaba en su hijo y sabía que jamás haría algo que le perjudicara. También sabía que el novio de Michi nunca le dañaría, pero Mika aún no se encontraba preparado para aceptar que su pequeño bebé era niño grande con novio.

~

El mayor de los hijos ya estaba pronto a cumplir quince años más de vida, así que Yuu había decidido organizar una fiesta sorpresa para su pequeño bebé grande.

La familia se encontraba presurosa en preparar la comida y ordenar la casa para cuando Michi llegara a la misma.

Gyurei quiso ayudar en la organización, sin embargo la familia de su novio solo le pidió que distrajera al azabache menor, así que este se tomó muy en serio su tarea, procurando tener cuidado con lo que decía o hacía. Para fortuna de todos, Michi parecía haber olvidado qué día era aquel, así que parecía que ambos mantenían una cita como otros días comunes, mientras la familia de Michi seguía con los arreglos del convivio.

—Oye, Yūmi—comenzó Yūka viendo a su hermana que acomodaba los platos en la mesa.

—¿Qué pasa?

—Michi apenas y nos hace caso —suspiró con tristeza, pensando en que el mayor ya era un adolescente y que apenas pasaba tiempo en casa por sus actividades diarias—. Sería genial si tuviéramos una hermana menor —rió inocente.

Una sonrisa surcó el rostro de Yūmi, viendo a su hermana como si fuese una genial.

—¡Sí! ¡Sería fantástico! ¿Y si hacemos una carta para la cigüeña?

Ambas niñas dejaron de ayudar en la cocina y subieron a su cuarto comenzando a escribir la susodicha carta. De un momento espontáneo es que habían decidido que sería lindo si tuvieran una hermanita menor.

Al finalizar, bajaron y se pudieron percatar de que la casa ya se encontraba totalmente ambientada para su hermano mayor, pero por el momento decidieron darle más importancia a su pequeño deseo.

—¡Papá, papi! —llamó Yūka, así que ambos nombrados fueron al encuentro de sus pequeñas.

—Pequeñas traviesas, nos dejaron solos en este arduo trabajo llamado adornar—dramatizó Mikaela colocando con exageración su mano derecha justo donde su corazón se encontraba.

—Esque,  miren lo que hicimos—murmuró Yūmi entregándoles el papel con emoción y orgullo.

Yuu lo tomó leyéndolo, mientras Mika también lo hacía dejando su mentón en el hombro del azabache.

¡Quiero un hermanito! #AwardsNoSeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora