Capítulo 10

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Mikaela abrió la puerta del coche, y ayudó a Yuu a subir. Dejaron a Michi con Fumie y ellos se dirigieron a su cita mensual como cada mañana con cita programada.

Yuu apenas y podía moverse, no es que tuviera molestias pero sentía que en cualquier momento podría romper la fuente.

En cuanto llegaron al hospital, Mika se guardó sus enormes ganas por cargar a su esposo y llevarlo hasta el consultorio, y solo se abstuvo porque Yuu era demasiado independiente y respetaba eso.

—Buenos días—saludó la castaña, mientras ambos esposos correspondieron el saludo en cuanto se adentraron al lugar.

—¿Algunas molestias?

—Solo las molestias del mes pasado, el bebé es muy inquieto —rió tenuemente.

Akane soltó una risilla, y le guiñó un ojo a Mikaela de manera cómplice al escuchar al azabache, sin embargo eso causó celos en Yuu quien sonrió falsamente viendo de soslayo con enojo a Mikaela.

—No hay nada de qué preocuparse, todo ha estado en orden, así que pasemos a revisión.

Yuu asintió aún con sus gestos falsos de alegría acatando las indicaciones de la mujer.

—Afortunadamente todo sigue siendo muy bueno. Aquí les dejo la fecha del nacimiento nuevamente, cualquier cosa que se complique pueden acudir aquí mismo, ¿Vale?

Ambos asintieron tomando la hoja que la ginecóloga había dejado en la mesa, para retirarse.

Mika tenía una cara soñadora como cada vez que asistían a revisión médica, mientras Yuu en vez de reclamarle pensaba en Akane. Le daban celos porque se notaba que se llevaban bien, y realmente, Yuu sentía que a veces era poco cariñoso, no era muy bueno con las palabras pero podía jurar amar a Mikaela con la intensidad de mil soles.

El rubio al notar la cara larga de Yuu, imaginándose a qué se debía, lo abrazó.

—Yuu-chan...

—¿Dime?

Realmente Mika esperaba que Yuu le respondiera con enojo o cortante pero le respondió normal, y si era sincero le preocupó.

—¿Por qué frunces tu linda carita?

—No tengo el ceño fruncido, Mika.

—Entonces, ¿por qué no hay en tu hermoso rostro una tierna sonrisa? ¿Me regalas una? Es la mejor medicina para el cáncer, el estrés, la tos, y cualquier malestar que se tenga, ¿lo sabías?

—No.

Mika vio fijamente a Yuu, intentando adivinar lo que había en su mente.

—¿Yuu-chan? ¿En qué piensas?

—En nada en particular.

Llegaron al coche, Mika abrió la puerta de Yuu volviendo a ayudarlo, para después depositar un beso en su frente y volver al asiento del conductor.

—No sé lo que piensas, pero no me gusta verte triste, anda, dime lo que te pasa —pidió llevando su mano a la de su esposo para apretarla levemente, Yuu entonces dejó escapar un pequeño suspiro frustrado.

—Ya te dije que no me sucede nada.

—¿Son celos?

—No.

—Si estás celoso de Akane, déjame decirte que, aparte de que no me gustan las mujeres, nunca podré sacarte de mi corazón.

Yuu no sonrió ni se sonrojó como siempre, preocupando aún más a Mikaela.

—Yuu-chan, Yuu-chan...

—Quizás estoy un poquito celoso.

—¿Por qué? Para mí tú eres perfecto.

—No lo soy, tengo muchísimos defectos, Mika. Y, siempre que vamos a ver cómo está el bebé terminan regalándose sonrisas sin disimular siquiera, y, me molesta, ¿si? Lo siento, yo... Ella es demasiado bonita, y es médico por lo que seguramente es inteligente, y... Lo siento, lo siento Mika, pero... No puedo evitar sentirme así. No es como si mi personalidad fuera la mejor, si tú... Si tú te cansas de mí, está bien, puedes dejarme.

Yuu jugaba con sus dedos, quizás lo que decía era obra de las hormonas, pero provocó que Mikaela sintiera un nudo en la garganta, y realmente se sintió horrible por ello. Siempre le recordaba a Yuu que lo amaba, y que era lo mejor en su vida, ¿por qué lo dudaba en ese momento? Quizá era verdad que no debió de mantener el secreto de sus bebés, pero aquellos gestos que se enviaban Akane y él no iban más allá de algo oculto que de todos modos en un mes saldría a la luz, literalmente.

—Si no me gustaras, si no te amara, créeme que no estaría contigo.

—Lo sé, lo siento, pero, solo... Soy un idiota, lo siento.

Yuu suspiró apoyando su rostro en sus manos, sintiéndose como un tonto por sentirse así a sabiendas que Mika jamás sería infiel y de mentiroso no tenía un pelo.

Mikaela salió del coche para dirigirse a donde su esposo, una vez abierta la puerta Yuu lo observó dudando de lo que hacía el rubio, que se había arrodillado tomando las manos del ojiverde.

—Adoro tus mil y un defectos, y créeme, me sé todos y cada uno de ellos, tu personalidad me encanta, adoro tus cambios de humor aún sin que estés embarazado, me importa una mierda si eres romántico o no, te amo, Yuu. Te amo como no tienes una idea, y odio que lo dudes, ¿no te he dicho y demostrado lo suficiente todo lo que siento por ti? Yuu-chan, me duelen tus palabras, me duele que pienses esas cosas—, agachó la mirada y apretó un poco las manos del menor—. Quizá fue mi error sonreír de esa manera a su presencia, pero mis gestos y miradas siempre van dirigida a nuestra familia, amor mío. Solo conozco el nombre de Akane, en cambio, jamás me cansaré de repetir besar tus labios y tus lunares, de pronunciar tu nombre o decirte que te amo con todo el corazón. Fuiste mi primera vez en todo y quiero que seas el último también —admitió recostando su mentón en las piernas de Yuu que temblaban levemente por las emotivas y profundas palabras en su esposo—. Eres el motivo de mis alegrías, y la razón por la que vivo plenamente feliz, mi Yuu-chan, por favor no pienses en que puedo tener o querer a otra persona que no seas tú porque eso no podría suceder, mi corazón y mi cuerpo te pertenecen totalmente, hoy, mañana y siempre.

Entonces, el azabache mordió su labio sin saber qué responder exactamente, por lo que quitó sus manos de las de Mika para ponerlas en su rostro, lo levantó y jaló para unir sus labios, mierda, Mikaela tenía una manera hermosa de hacerlo sentir mejor siempre.

—Te amo—susurró bajito, arrepintiéndose de haberse sentido celoso de su ginecóloga, y aún peor sabiendo que su esposo siempre había demostrado con hechos reales que no había nadie más aparte de él.

—Y yo a ti, Yuu-chan, no lo vuelvas a dudar.

El azabache asintió.

—Lo siento. Te amo.

Cuando llegaron a casa, Michi los recibió emocionado con un millón de preguntas que fueron respondidas por Mikaela, Fumie se despidió de ambos adultos y Michi y se retiró.

Pasaron el día restante en familia, entre divertidas charlas y juegos.

¡Quiero un hermanito! #AwardsNoSeraphDonde viven las historias. Descúbrelo ahora