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Ahora mismo mi cuerpo está lleno de rabia, necesito descargarla de alguna manera, tengo que ir a entrenar o explotaré. Después de dos semanas sin nadar, es agradable volver a sentir el agua por todo mi cuerpo. Una de las cosas que más me gustan de nadar es que puedo llorar todo lo que quiera y más, porque nadie lo sabrá, nadie más que el agua y yo, sólo dos cómplices. Mis lágrimas se pierden en el agua, expulso toda esa rabia y tristeza que me han acompañado durante todo el día, no pienso, solo lloro.
¿La razón?
Mis padres me acaban de anunciar que se van a divorciar. La verdad es algo que ya me lo esperaba, pero aún así duele, y es que ya nada volverá a ser lo mismo.

Hago metros buceando, siento la presión de estar debajo del agua, lo siento en el pecho y en la cabeza, pero sigo, necesito no pensar, necesito dejar la mente en blanco. Estoy tan concentrada que no me doy cuenta de que me he acercado demasiado al suelo y es entonces cuando noto un fuerte dolor en las rodillas, y es que con la rabia y las ganas de seguir nadando no me he dado cuenta de que me he dado contra el suelo y no me queda otra que subir a la superficie a respirar.

Mientras me siento en el bordillo para que mi respiración coja un ritmo normal, veo a unos niños jugar con el agua, parecen felices. Hasta ahora nunca me había planteado si era feliz, porque lo daba por hecho. Me sorprendía cuando le preguntaba a mi madre si era feliz y me contestaba que por momentos, o cuando vi un documental sobre los trabajadores explotados de la India por comercios textiles como Nike o Mango, y decían con total tranquilidad que no lo eran. Pero ahora yo me pregunto, en estos momentos, ¿soy o no soy feliz?

Creo que me estoy aferrando al pasado, debo de pasar página, no puedo seguir alimentándome de recuerdos pasados, porque como bien me ha dicho Aizpea, algún día esos recuerdos se acabarán y ya no tendré a qué aferrarme. Tengo que enfrentarme a la realidad.
Faltan menos de dos días para la fiesta, y ahora mismo no es lo que más me apetece hacer, pero lo haré por ellas. No puedo permitirme que me vean de esta manera, no sería justo.

Ahora me siento mejor. Noto que mi rabia se ha perdido en el agua, y que ya no está conmigo. Me he liberado de ella. Cuando llego a casa me pongo los cascos, recuerdo la idea del otro día, cojo mi viejo diario y escribo, me desahogo.

Hacía tiempo que no escribía, y creo que estaría bien hacerlo ,y hablar sobre lo que me ha pasado, para poder aprender para la siguiente. De todas las relaciones se aprende algo.
Todo empezó haceseis meses más o menos. Lo conocí, a Odei. Nos conocimos en el instituto. Sinceramente el era un chico en el que nunca me habría fijado. Él es un chico guapo, con confianza en mismo, a lo que podríamos llamar malote. Yo sabía que no era la persona adecuada, pero no pude evitar no pillarme por él en cuanto nos conocimos, por circunstancias de la vida. No se me ocurrió que si no le importaban ni los estudios, ni su salud (porque si, fuma) tampoco le iba a importar yo, así que caí. En cuanto empezó a contarme (lo que yo creo que fueron mentiras), que le gustaba mucho, que estar conmigo era especial, y toda la película, me pillé más por él. El problema fue que él iba a lo que iba, y quería ir demasiado rápido, por lo que yo lo paré. Vio que no sería fácil hacerme cambiar de opinión por lo que decidió dejarme con un mensaje, en el que decía que ya no quería nada conmigo.

ALGO QUE NO MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora