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Hoy me levanto con energía, creo que voy a ir a correr. Me preparo antes de que me arrepienta y me entre la vagueza.

Me tomo un zumo de naranja, me como una manzana y unas galletas de chocolate. Cojo unas mallas por la rodilla, una camiseta transpirable (que no se note lo mucho que sudo), unas deportivas y me ato el pelo en una coleta rápida. Le hago una nota a mi madre, donde le aviso que he salido a correr, cojo las llaves, el mp3 (si, el mp3) y los cascos. Nada más salir a la calle me pongo un auricular (nunca me pongo los dos), y le doy al play de mi playlist personalizada estilo Spotify. No sé cuánto corro, pero solo paro cuando lo veo. Paro instantáneamente. Creo que me ve, porque se queda mirando hacia mi dirección. Me pongo nerviosa, mi cuerpo no responde. Quiero escapar, pero no puedo, estoy inmóvil. No había reparado en que está acompañado. Coje a su acompañante por la cintura, la atrae hacia él y la besa.

 Ahora sí, me doy la vuelta y corro, escapo. Una leve capa de agua me impide ver el paisaje, las lágrimas recorren mis mejillas, y me doy cuenta de que estoy llorando. Nada más llegar a casa me dirijo a la ducha. Noto la potencia con el que el chorro de agua golpea mi espalda, pero me da igual. Me noto más relajada al salir de la ducha, pero todavía no estoy de humor para las preguntas de  mi madre, aunque sean sin ninguna mala intención y totalmente inocentes. Le digo que luego hablamos, y me voy a mi habitación.  Me prometo a mi misma que no lo volveré a hacer, que no volveré a llorar, que no volveré a buscarle en redes sociales y que no esperaré que cada mensaje que me llegue sea suyo, pero no soy capaz de cumplir mi promesa. Quiero, pero no puedo.

Me pongo a mirar recuerdos de cuando era pequeña. En aquella época todo estaba bien, no tenía preocupaciones. Mi móvil anuncia un nuevo mensaje, y es lo que me despierta de mis pensamientos. Es de Maia, dice que si queremos quedar para ir a la piscina. Accedo nada más leerlo, no puedo dejar de hacer mis planes por él.No lo voy a volver a hacer. En seguida se apuntan Enara, Xare y Aizpea. Quedamos para ir en bici. Me pongo un bikini color salmón, y cojo la mochila.

Es agradable andar en bici, notar el viento fresco en la cara, echarle una carrera al tiempo, y ser el ganador. Pedaleo con fuerza, me olvido de todo, de la situación familiar, de Odei y disfruto. Me doy cuenta de que tengo unas amigas fantásticas, y de que no las puedo dejar escapar, aunque ya hayan empezado a hacerlo un par de ellas. No me queda otra que agarrarlas con fuerza, si no puede ser de las dos manos, de una.

Llegamos a la piscina, y como soy más de agua que de tierra les propongo ir a refrescarnos. Nada más meter un pie en el agua, Xare, Enara y yo cruzamos las miradas y nos empezamos a reír.

-Ufaa, cómo está.-Dice Enara.

-Ese me suena....-comenta Xare.

-A mi también, y eso que no se ven tíos así todos los días.....-Digo a carcajadas.

-¡Eeeehhhh! Veo que hemos hecho un gran progreso......-Contesta Enara victoriosa.Yo sonrío, decido no contarles el encuentro de esta mañana para no fastidiar el momento.

-¿Qué andáis cuchicheando vosotras?-Preguntan Maia y Aizpea. Las tres desviamos la vista hasta el chico que habíamos catado.

-Mmm, casi más bueno que  una napolitana de chocolate.-Dice Maia.

-Ey, pero solo casi, que superar la napolitanas de chocolate es muy difícil.-contesta Enara.

Seguimos haciendo el tonto, y nos colocamos sin darnos cuenta debajo de la desembocadura de los toboganes. De repente me doy cuenta de que algo me ha golpeado y que estoy debajo del agua. Me mareo, no tengo fuerzas para salir. Veo borroso.

ALGO QUE NO MATADonde viven las historias. Descúbrelo ahora