EL NIÑO

357 31 9
                                    

Erase una vez un niño desahuciado,
que apretaba fuerte el brazo de su peluche malgastado,
veía como otros pasaban al lado,
pero estos tomaban la mano de su madre,
pobre niño desahuciado,
le tocó vivir duro y estar ahí botado.

Lavaba su frágil rostro inocente,
con las saladas lágrimas que lanzaba,
la noche fría lo abrazaba,
almenos ella lo cobijaba,
de cualquier peligro lo alejaba,
para que aquel pobre niño nunca se quejará.

El hambre no lo deja dormír,
este aún no entiendo que no hay que comer,
pero igual lo obliga, hace que se levante.
que valla pidiendo ayuda como un mendigo,
arrastrando por las calles sus marginales vestiduras,
pero todos rechazan y le lanzan lisuras.

Una señora de traje rojo le ofrece,
una manzana acaramelada,
le lava la cara con su bufanda,
toma su chaqueta y enrolla su espalda,
con lástima abraza al niño de piel canela,
y luego de la generosa obra,
camina y camina y nunca más voltea.

El desdichada infante coge las manos frías de aquella mujer,
Y exclama, grita sin mesura,
¿Porqué nadie me quiere a mí?
¿Porqué mis padres me olvidaron aquí?
¿Porqué la vida debe tratarme así?.

La mujer atarantada y conmovida,
besa la frente de aquel muchacho,
lo rodea con sus abrazos,
con intención de calmarlo,
seca sus verdes ojos que lágrimas había soltado,
y lo mira no hace nada más que observarlo.

Van al basurero donde se hallaba,
el humilde hogar de aquel alma lastimada,
lo único que coge es su oso de un  botón,
la mujer ofrece comprarle uno mejor,
pero la sucia cara del menor
afirmaba que no y que no.

Llega a casa de la adinerada mujer,
paredes altas con cuadros finos,
son los que inundan su mirada con un gran brillo,
lava el triste rostro del pequeño,
y este olvida aquel desdichado ceño,
palmea su cara para saber qué no vive un sueño.

Los días se hacían semanas,
y la mujer en la solitaria casa al niño olvidaba,
no le interesaba ni como estaba,
amaba al dinero y por eso se esforzaba,
y como a un sirviente,
al frágil niño trataba.

La luna era una madre,
Y el frío suelo mi cobijo,
ahora ni eso tengo,
ni la mujer que llamó madre me trata como a un hijo,
el niño eso decía mientras fregaba el piso, sucio y maltratado,
Pobre niño desahuciado,
aún no hay nadie que el dolo de su pecho halla arrancado.

MI PROBLEMA CON LA VIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora