Anna se dejó caer sobre su cama y abrazó sus almohadas, eran por ahora el único consuelo que tenía.
Había sido un viaje muy largo de regreso a Nueva York, en el avión parecía que iba a deshidratarse de tanto llorar. Estaba muy cansada, pero el corazón le dolía más que el cuerpo.
«Todavía no puedo creer que esto haya pasado, no puede ser cierto. Se sentía tan real, no puede ser que me haya dejado», pensaba desconsolada.
Por momentos hacía un esfuerzo en calmarse.
«Yo valgo mucho más, no puedo dejar que me afecte». No obstante, cuando recordaba la nota se volvía a deprimir.
«No puede ser, mi vida se ha acabado ¿Qué haré ahora?».
Anna lloraba sin parar, por cortos instantes se secaba las lágrimas y respiraba profundo.
«No es para tanto, solo fue un mes», se decía.
Hacía un verdadero esfuerzo, pero no le duraba mucho la serenidad y comenzaba a sentirse insegura.
«¡Fue un mes maravilloso! Justo antes de nuestra primera vez me abandona ¿Quién deja a alguien en medio de algo así? ¿Será que vio algo en mi cuerpo que no le gustó?, ¿será que soy muy delgada? Algo tiene que ver, ¿por qué justo en este momento?».
Se levantó de la cama sintiéndose acabada de tanto llorar. Se quitó la ropa del viaje y se fue hasta la cocina.
—No fue lo suficiente hombre para decírmelo de frente —murmuró—. Una ridícula nota para no verme a los ojos. Es un imbécil.
Anna comenzó a buscar algo de comer, pero no había mucho, solo una zanahoria, dos tomates a punto de dañarse y agua.
«¿Cómo es posible que esto esté tan vacío?» se preguntó.
Enseguida recordó que Alexander se estuvo encargando de sus cenas que por lo general sobraban para desayunar, y lanzó la puerta del refrigerador con tanta fuerza que los imanes con notas, que tenía pegados a ella, se cayeron en su mayoría. Se secaba las lágrimas al tiempo que los recogía del suelo.
Volvió a su habitación. Consideró la opción de ordenar comida, pero lo haría luego, con lo mal que se sentía no iba a digerir bien nada.
De nuevo entre las almohadas comenzó a sentir lástima por ella misma. Su cabeza no dejaba de inventar posibles excusas para el escape de Alexander ¿Acaso su repentina huida tendría que ver con aquella llamada? Tal vez él tenía unos familiares muy delicados que no había querido mencionar, se habían enterado de que estaba saliendo con una mujer de clase media y que andaba costeándole viajes por el mundo, a lo mejor, para proteger su dinero le prohibieron continuar con la relación.
—Me volveré loca tratando de encontrar una respuesta —reflexionó.
Anna era muy hermosa, ella era consciente de eso, pero había estado soltera toda su vida, si no tenía experiencia en relaciones, mucho menos sabía cómo sobrellevar una ruptura. Durante años se estuvo preguntando por qué nadie la había invitado a salir. Cada vez que parecía triste, porque sus compañeras de estudio y trabajo le contaban que habían sido invitadas a una cita, su madre le decía que su belleza acobardaba a los hombres y por esa razón no se aproximaban a ella, porque suponían que serían rechazados de manera instantánea. Cuando conoció a Alexander, pensó que era el destino, en ese primer encuentro sintió algo muy especial que no hubo sentido con nadie, mas ahora ya no tenía importancia, todo había acabado.
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El ángel de su alma gemela © [DISPONIBLE EN FÍSICO]
RomanceA los veintinueve años, Alexander no es capaz de mantener una relación que sobrepase más de una noche; para él, la idea de comprometerse es absurda. Una mañana conoce a Anna, una hermosa pelirroja, y al instante desea saber todo sobre ella. Justo cu...