James notó que la expresión de Anna no era buena, se veía como si se fuera a desmayar. Se dio cuenta de que su mirada estaba fija, dio un vistazo en aquella dirección y no tardó en encontrar a su amigo entre la multitud. Entonces recordó cómo se había sentido él al saber que Julia ya no quería estar a su lado. Anna le había dicho, con mucha seguridad, que suponía que Alexander no quería verla, y ahora lo descubría bailando con otra mujer, se dio cuenta entonces de que esa relación ya había terminado, o estaba por hacerlo.
—Ven, ¡vamos a otro lugar a hablar!
Anna no respondió y James tuvo que halarla por el brazo para hacerla reaccionar. La condujo hacia la izquierda por el camino estrecho, con barandillas, tuvo que tomarla por la espalda y empujarla con delicadeza para que se moviera, parecía en shock.
Cuando estuvieron frente a otra puerta de color negro, James sacó de nuevo el manojo de llaves.
Una vez que ambos estuvieron dentro y con la puerta cerrada, la música se dejó de escuchar por ser la oficina a prueba de ruido.
James buscó en un armario pequeño una toalla, procedió a quitarse el suéter que cargaba y sacó otro, por suerte, la franela que tenía debajo no se había mojado. Luego de cambiarse, comenzó a secarse el exceso de agua del cabello y se sentó en su sillón verde manzana que resaltaba de manera excesiva, toda la oficina era de diferentes tonalidades de marrón. Hizo una seña a Anna para que se sentara en una de las sillas que resultaron muy cómodas y que se encontraban justo frente al escritorio lleno de papeles y carpetas. Además de una laptop, había un gato chino de la suerte, que en realidad es de origen japonés.
James percibió que Anna se sentaba con lentitud, tenía la mirada perdida y desenfocada, no miraba nada en específico. Él la observaba mientras pensaba en cómo iniciar la conversación, todo este tiempo no le había caído muy bien, pero en ese momento sentía lástima por ella. ¿Qué podía hacer para ayudarla?
—Voy a suponer que no te sientes bien —soltó al fin, era una afirmación tonta, sin embargo, necesitaba decir algo urgente.
—No estoy segura de que quiero estar aquí —respondió Anna entre una mezcla de profunda tristeza y odio. Tenía las mejillas rojas y el cabello empapado.
—Debe ser por ese abrigo —bromeó—. ¿No te estás sofocando?
—No puedo quitármelo, apenas tengo puesto algo de ropa aquí abajo —se lamentó.
—Si de verdad quieres, puedes marcharte, puedo llamar un taxi para que te lleve a tu apartamento.
—Quiero irme, pero, por otro lado, necesito entender qué está pasando —contestó todavía sin mirarlo.
—Bueno, está bien, pero no quiero que te me desmayes —dijo poniéndose de pie—. A ver, explícame qué quieres saber, tal vez yo puedo ayudarte —sugirió mientras ajustaba la temperatura.
—¿Cómo pudieras ayudarme? —preguntó Anna y esta vez lo miró—. No creo que eso sea posible.
—Soy James —respondió como si eso pudiera darle la respuesta.
—Lo sé, ya me lo habías dicho, pero no te recuerdo —repitió.
—Soy el mejor amigo de Alexander —explicó mientras se sentaba de nuevo—. No me recuerdas porque no nos han presentado, pensé que Alex te había contado de mí, pero ya veo que no, soy el dueño de este club.
—¿Eres el dueño?
—Bueno, bueno, ya sé lo que vas a decir —se disculpó y se recostó del asiento—, prácticamente Alexander es el dueño, yo solo lo manejo y... —Se interrumpió él mismo.
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El ángel de su alma gemela © [DISPONIBLE EN FÍSICO]
RomanceA los veintinueve años, Alexander no es capaz de mantener una relación que sobrepase más de una noche; para él, la idea de comprometerse es absurda. Una mañana conoce a Anna, una hermosa pelirroja, y al instante desea saber todo sobre ella. Justo cu...