No podía dormir, desde aquel incidente esto no paraba de ocurrirme, tenía pesadillas. Lo mejor que podía hacer era quedarme despierta porque me sería de lo más difícil volver a coger el sueño.
Miré hacia el techo para pensar en cómo pasar el rato hasta que saliese el sol e irme al instituto. Cuando aparté las mantas tenía frío así que me envolví en ellas para mantener el calor. Cada vez que daba un paso la madera del suelo crujía, no era de extrañar porque la casa en la que vivíamos era bastante vieja, abrí la puerta del balcón y salí para tomar el aire que era húmedo y limpio, esa era una de las ventajas de vivir en un pueblo con bastante vegetación, en el cielo aún resplandecían algunas estrellas y como no tenía nada más interesante que hacer me puse a contarlas.
Al cabo del tiempo empezó a salir el sol.
- ¿Por qué estas ahí, hijita? -dijo la mujer de mi padre, la verdad es que era como una madre pero una parte de mí aún no estaba preparada para aceptarla, mi verdadera madre desapareció hace bastantes años cuando yo era un bebé. Susan era una gran amiga de mi padre y de mi madre que tras esa tragedia acabó cuidandonos a mi hermano mayor y a mí. Cuando finalmente cumplí los cinco años y agarraba un hermoso ramo de flores, ellos estaban a punto de darse el sí quiero.
- Susan, ya se que intentas hacerme feliz tratando de ser la madre que nunca tuve, pero creo que nunca estaré preparada para llamarte mamá.
- Oh... - bajó la cabeza - pues dejaré de hacerlo. - salió de mi habitación cerrando la puerta.
Me vestí y bajé las escaleras, para desayunar.
- ¡Eh, despierta! Se te va a caer la cabeza en el tazón de leche. - le dije a mi hermano.
- Mmmmm... ¿El qué? - dijo medio dormido.
- Mmmmm... ¿El qué? - le repetí para burlarme. - Cojo la mochila y te espero fuera ¿vale? Date prisa sino llegaremos tarde.
- Vale mocosa. - me dijo Mike, le enseñé la lengua y me fui.
Después de unos minutos recorrimos juntos el camino, que a sus lados se encontraba el jardín,hasta la puerta de madera roja que nos lleva a la acera, giramos a la derecha y esperamos al autobús que nos llevaba directamente a la escuela.
Teníamos bastante suerte porque éramos los primeros en ocupar el transporte y podíamos elegir dónde queríamos sentarnos.
- ¡Buenos días! - le dije al conductor.
- Buenos días Alice, ¿Hablará algún día tu hermano, o es que le a comido la lengua el gato?
- No seas mal educado Mike. - le susurré y le di un codazo para que saludara.
- ... Hola ... - dijo mi hermano.
Nos sentamos al fondo como siempre, en parte porque era nuestro lugar favorito y por otra parte era para ocultarnos de los demás chicos.