Capítulo 17

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Multimedia: Already Gone- Sleeping at last

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Tiempo.

A veces creemos que tenemos tiempo para todo; pero la realidad es que el tiempo puede escurrirse entre tus manos como la arena, rápido, sin dejar huella. Había intentado hablar con los padres de Anne, necesitaba que buscaran otra alternativa, porque no quería perderla, había vivido toda mi vida junto a ella y no quería tenerla a miles de kilómetros de distancia.

Pero no funcionó, ellos no iban a echarse hacía atrás, parecían firmes en lo que querían, en lo que necesitaba su hija y no sabía cuanto tiempo tenía, Ann seguía sin saber nada y me dolía verla tan apagada, tan ida y era tan difícil lograr que saliera de casa, no iba a clases, no quería comer.

Estaba cayendo en lo más profundo de su mente y sentía que todo se me iba de las manos.

—Mamá me ayudó a hacerla ya que soy un desastre —susurré mientras sacaba de la cesta la torta que le había hecho; era de naranja, una de sus favoritas.

Sus ojos miraron la torta entre mis manos y luego subió la mirada hacia mi rostro. Había tristeza, cansancio, podía imaginarla llorando, gritando, sintiéndose perdida y yo no podía hacer nada más que ver. Absolutamente nada de lo que intentaba parecía funcionar, y estaba desesperada, me sentía inútil, una completa estúpida que no podía salvar ni ayudar a la persona que amaba.

—¿Quieres un pedazo pequeño? —inquirí con cuidado.

—Sí.

Sonreí de manera honesta y me apresuré a cortar el pedazo, luego dejé la tarta a un lado cuando corté el mío y ambas nos colocamos a comerla en completo silencio. Estábamos en un parque, escuchaba los gritos de los niños en la distancia y el viento era suave. La había invitado a un picnic, no sé como fue que acepto en venir conmigo y salir de su casa, quizás era un pequeño avance.

Quizás la terapía podía ayudarla, quizás no todo estaba perdido y ella estaría bien. La volvería a ver sonreír, escucharía sus carcajadas y se vestiría son sus vestidos llenos de flores y colores, dejaría su cabello suelto y sus ojos volverían a brillar.

Porque la Anne junto a mí, tenía el cabello recogido, vestía un suéter holgado y pantalones holgados, no se vestía como normalmente lo hacía, no le importaba mirarse bien o lucir bien, solo existía, solo estaba allí.

—¿Sabes que te amo? —la escuché susurrar y volteé a verla—. Lo hago mucho, Layla, siempre has sido mi pilar, siempre estás aquí.

—Es porque también te amo, eres mi hermana, Ann.

Volteó a verme y una pequeña y triste sonrisa se deslizó por sus labios.

—Estaré bien —dijo con firmeza—. No dejaré de intentarlo —hizo una pequeña pausa—. Ya he salido de aquí —su voz se quebró—. ¿Lo volveré a hacer? ¿Cierto?

El recuerdo de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora