Capítulo 31

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Multimedia: Ariana Grande- Bad decisions

Cuando te entregas a una persona por primera vez, le entregas tu corazón, tu confianza, tu cuerpo, tu alma

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Cuando te entregas a una persona por primera vez, le entregas tu corazón, tu confianza, tu cuerpo, tu alma. Le entregas lo más preciado que tienes, aquello que te seguía haciendo una niña pequeña.

Alguien inocente.

Le entregué todo, todo se lo entregué a él.

Esparcía el jabón por mi cuerpo, intentando borrar sus caricias, sus besos, su tacto. Intentaba borrarlo, pero no podía. Cuando desperté él ya no estaba, lo esperé durante horas, lo llamé, y él nunca contestó.

Usada.

Así me sentía, ¿lo peor? Lo peor era que yo había dejado que me usara, le había dado permiso para que lo hiciera, pero de manera inconsciente. Cuando nos enamoramos dejamos de razonar, no escuchamos aquella pequeña voz que nos grita que nos detengamos, aquella voz que nos dice lo que está mal. Y después nos arrepentimos por no haberla escuchado.

Las lágrimas se mezclaban con las gotas de agua, los sollozos se mezclaban con el sonido del agua impactando contra el piso, no intenté apaciguar mis sollozos, nadie me escucharía llorar.

Nadie sabría qué lloré otra vez por él.

Dejé que mi cuerpo se resbalara por el mármol de la pared, atraje mis piernas hacia mi pecho, las rodeé con mis brazos y escondí mi rostro entre mis rodillas. El agua seguía cayendo sobre mi cuerpo y las lágrimas no daban señal de querer detenerse. Dolía, realmente dolía.

Pensé que nos habíamos conectado, que estábamos sincronizados. Pero no era así. Mientras yo hacía el amor, él tenía sexo y nada más. No importaba cuanto llorara, cuanto me dijera que fui una estúpida, lo hecho, hecho estaba y no se podía disolver. Limpiaba mi cuerpo con asco, porque así me sentía, pero no servía de nada. Porque el agua y el jabón no podían limpiar su tacto de mí.

Algunas personas son difíciles de borrar de nuestras vidas, ellos se meten debajo de nuestra piel y se tatúan en nuestra alma. Es por ello que cada vez que los intentas alejar, sientes como te desgarran el alma.

Y él se había metido debajo de mi piel y tatuado en mi alma.




—¿Cuándo irás a comprar el vestido? —inquirió mamá mientras picaba unos vegetales.

Dejé de colocar la mesa y me senté en una de las sillas.

—No lo sé. —Suspiré—. Aún tengo tiempo.

Ambas estábamos haciendo la cena, mientras que papá estaba en su oficina realizando una conferencia con un nuevo cliente. La gran parte del día me la pasé en mi habitación, no quise salir, no quería nada. Mamá me había preguntado qué tenía, pero no le respondí nada.

El recuerdo de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora