Capítulo 24

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Multimedia: BTS- Butterfly

Aceleré el paso por el pasillo, iba tarde a matemática

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Aceleré el paso por el pasillo, iba tarde a matemática. Había ido a buscar los libros en mi taquilla y tardé más de lo que esperaba, la suela de mis zapatos resonaba en el suelo, era la única que estaba fuera de clases. Llegué al salón y abrí la puerta, la mirada de todos se posaron en mí. Me quedé paralizada por la incomodidad.

—Señorita Duval —nombró el Sr. Monroe. Miró la hora en el reloj que estaba en su muñeca—. Dígame, ¿por qué llega tarde?

—Fui a buscar los libros —se los enseñé—. Tarde más de lo que creía.

Resopló y con un movimiento de cabeza me dejo entrar, cerré la puerta a mis espaldas y me quedé parada; el lugar estaba lleno y no miraba ningún asiento libre.

—¿Se va a quedar ahí o va a sentarse? —inquirió en tono borde.

—Ehh...yo...

Volvió a resoplar.

—Siéntese al lado de Wilkes. —Señaló al fondo del salón—. También está agarrando la costumbre de llegar tarde como usted.

Mordí mi mejilla para no responderle feo. Aferré los libros a mi pecho y caminé hasta el asiento vacío bajo la mirada de todos, dejé los libros en la mesa y me senté sin tener contacto visual con Derek. Sabía que me miraba, podía sentir su mirada en cada uno de mis movimientos, no me atrevía a mirarlo.

No había hablado con Derek desde la pelea, él no me había buscado, no lo hacía. Solo se mantenía alejado como se lo había pedido. Extrañaba su olor, su voz, la manera tierna en la que me miraba, extrañaba verlo sonreír, lo extrañaba.

Y esa es la peor parte de alejarte de alguien, su ausencia te mata. Nos acostumbramos a verle sonreír, oírle hablar, sentir el calor que emana su cuerpo y su olor, ese olor que es difícil olvidar.

—Señorita Duval. —Escuché decir.

Parpadeé varias veces y observé el papel blanco del cuaderno. Alcé la mirada encontrándome con los ojos cafés del profesor Monroe. Quién se encontraba frente a mi lugar con una mirada confundida sobre mí.

—¿Sí?

—La clase terminó hace minutos. Y usted sigue aquí con la mirada perdida.

Fruncí el ceño y miré a mí alrededor, y efectivamente, no había nadie en el salón; a excepción de él y yo.

—Oh. —Tomé mis cosas y las guardé en la mochila.

—Tomé —me extendió unas hojas. Lo miré confundida—. Sé que no prestó atención y eso está claro. En estas hojas está lo que di hoy, así está al corriente con sus compañeros.

Las acepté dudosa y susurré gracias, terminé de agarrar mis pertenencias y caminé hacia la salida, pero su voz me detuvo

—¡Ah y señorita Duval! —Volteé a verlo—. Intenté solucionar los problemas que tiene con su novio.

El recuerdo de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora