Capítulo 64

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Multimedia: Lewis Capaldi- Lost on you

Durante los siguientes días que estuvimos allí fingimos

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Durante los siguientes días que estuvimos allí fingimos. Hablábamos como si nunca lo hubiéramos hecho, contábamos nuestros sueños y miedos, hablábamos sobre nuestras familias como si fuera la primera vez que lo hacíamos. En ocasiones decía cosas que llegaban a herirlo, se me olvidaba que estábamos fingiendo y terminaba pidiendo perdón, a lo que él respondía que estaba bien, pero nada estaba bien. Podía verlo en sus ojos.

—¿Así? —preguntó, alzando la mirada para encontrarse con mis ojos.

Sonreí de lado y meneé la cabeza en desaprobación, me levanté del taburete en el que me encontraba sentada, rodeé la isla de granito y me posicioné a su lado.

—Tienes que estirarla un poco más —dije.

Él asintió y siguió estirando la masa de galletas. Llevaba exactamente una semana en aquel lugar y lo había podido recorrer. Era una cabaña de dos plantas y era moderna, pero también tenía toques antiguos. Tenía una cocina de concepto abierto que daba hacia la sala, un pasillo en el cual había dos puertas, una conducía al sótano —donde se encontraba la lavandería—, y la otra daba hacia una pequeña oficina, y al fondo había otra puerta que daba al patio trasero.

En la planta superior estaban las habitaciones, cuatro en total. Mi habitación estaba cerca de las escaleras, y en la habitación en la que dormía Arthur era la que estaba al final del pasillo. En la cual no había entrado. Él me había dejado escribirles a mis padres una carta, la cual él después llevó hasta la casa, dejándola en la puerta principal. En la carta les decía que estaba bien, les decía cuánto los quería, y en ningún momento mencionaba a Arthur o la cabaña, en aquella carta prometía volver pronto, estar juntos de nuevo. Aunque el futuro era incierto.

En las tardes, Arthur y yo salíamos a caminar y terminábamos en el lago, lugar en el cual ya me había bañado. Realmente estaba fingiendo, si alguien nos hubiera visto, hubieran observado a una pareja de novios y nunca a una chica que había sido secuestrada por su ex novio. Pero, tengo que admitir que había momentos en los que se me olvidaba que estaba fingiendo, se me olvidaba como había llegado allí, luego reaccionaba y me recordaba que no podía seguir estando allí, que tenía que volver con mi familia.

Arthur se comportaba de una manera muy diferente, su cambio era radical. No había vuelto a tener un ataque de ira, lucía feliz en aquel lugar, plenamente feliz. Cuando él me abrazaba o me agarraba de la mano, sentía elefantes bailando en mi estómago y cosquilleos en mi piel. Una de mis preocupaciones era que él logrará convencerme de quedarme a su lado, me daba miedo, sentía pánico de estar volviendo a enamorarme de él. Porque si me enamoraba de él podría acceder a quedarme y estaría padeciendo el síndrome de Estocolmo.

—¿Ahora sí está bien? —preguntó.

Asentí satisfecha al ver la masa.

—Ahora tienes que cortarlas —susurré, sacando de un cajón los moldes de figuras y después de lavarlos, los coloqué cerca de la masa—. Luego colócalas en la bandeja y mételas al horno.

El recuerdo de un amor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora