Capítulo 8

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—Entonces... ¿Cocinas?— Guillermo y Samuel estaban en la cocina del hogar. El mayor de ambos había invitado a Guillermo a quedarse para pasar el rato. Además de que su hijo amaba pasar tiempo con él y les había insistido en que se quede. Obvio que para Samuel aquello no fue un problema.

Gracias a la invitación, Guillermo se había ofrecido a cocinar en el almuerzo, ya que la última cena que había preparado le había quedado realmente buena al paladar de Samuel.

—No, no te creas... cocino lo básico: algunas pastas, carnes y... huevos revueltos— Respondió Guillermo.

—Eso es mucho más que yo... Mi esposa solía cocinar, yo nunca he aprendido— Samuel miró la fotografía que posaba en el estante frente a ellos y Guillermo se quitó todas las dudas de sobre quién era aquella mujer. Aunque ya se lo olía, siempre estaba la satisfacción de haber resuelto una duda.

El silencio predominó, pero sólo por algunos segundos.

—¿La extrañas mucho?— Dijo Guillermo, mas por seguir el indagando en el tema. En realidad, quería conocer más sobre la historia de esta pequeña familia.

—¿Cómo?— Preguntó Samuel confundido.

—Oh, Esperanza me contó sobre ella, espero que no te haya molestado—

—Oh... no, no me molesta, tranquilo. Respondiendo tu pregunta, sí... la extraño. Menos que antes tengo que admitirlo. Y no quiero sonar mal, pero con el pasar de los años el dolor cada vez disminuye...— Miró de nuevo a la foto, pensando en qué decir.— Y no sé si eso es bueno, ¿Sabes? Por un lado, ya no lo sufro, pero por el otro... me da miedo olvidarme de ella... La he amado demasiado, en realidad— Guillermo detuvo el batir de la salsa que estaba en la olla frente a él. Miró atento a Samuel y como este jugaba nerviosos con una de sus pulseras. Aquello le hizo sonreír, aunque rápidamente borró la sonrisa.

—¿Crees que... podrás volver a amar a alguien así de fuerte? Digo... Quizás no casarte de nuevo, pero ¿Juntarte con alguna otra persona?— Tomó la sal que estaba a un lado de él y la echó sobre el líquido que reposaba en la olla. La salsa secreta de su familia se estaba preparando y estaba casi lista para ponerla sobre aquellos ricos spaguettis. Eran su especialidad, por lo que amaba cocinarlos.

Samuel lo miró atentamente, logrando que Guillermo conecte con su mirada. Sus ojos se habían perdido profundamente en los del otros tratando de encontrar alguna forma de entrar en sus pensamientos: siendo, claramente, imposible.

—No lo sé, ¿Tú podrías amar a otra persona, luego de ya haber amado?— Aquello había salido en forma de casi susurro. Guillermo lo había escuchado porque estaba atento a él, pero sino estaba seguro que hubiera pasado por alto aquella pregunta. Pregunta que había retumbado en toda su cabeza.

¿Había amado a alguien alguna vez? Además de familia y amigos a los cuales quería con el alma entera, Guillermo no creía haber amado al nivel en que Samuel describe su amor por su esposa.

—Primero tendría que encontrar a la persona a la cual amar...— Sus ojos no se desviaban. Ambos hundidos en lo más profundo de la mirada del contrario, perdido en sus ojos, perdido en todo el universo que puedan ocultar tras ellos.

—¿Nunca has encontrado una persona a la cual amar?— Instintivamente, Samuel dió un pequeño paso acercándose al cuerpo quieto de Guillermo. Aquel movimiento hizo que las mejillas del menor se tornen rojizas, formando un pequeño pómulo colorado. Sumamente tierno a los ojos de Samuel.

Guillermo tragó saliva, nervioso, y negó con la cabeza, sin ser capaz de poder emitir sonido alguno, por el nerviosismo que estaba recorriendo ahora mismo su cuerpo. ¿Por qué se sentía así con su cercanía? ¿Por qué parecía que su pecho se saldría de lugar al estar tan... cerca?

El Niñero de Mi Hijo⚽WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora