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La puerta se abrió de golpe, y Owen dio un paso al frente, seguido de media docena de guardias de seguridad. La mayoría de ellos estaba al tanto de cada uno de los movimientos que hacía el intruso. La habitación, vacía a excepción de una mesa que estaba al centro, junto con un par de sillas en ambos extremos de la misma, estaba fría; no tenía ventanas, pero sí una pared de cristal que sin duda tendría a un grupo de expertos del otro lado, listos para averiguar todo lo que querían por parte de Owen.

—Mueves un músculo y te volamos los sesos —lo amenazó el primer guardia, que lo guiaba directamente a una de las sillas.

—Te aseguro que, no sólo te despedirán, sino que te encerrarán el resto de tu vida si llegas a hacer eso —murmuró Owen con una sonrisa—. No soy estúpido, tu jefe quiere algo de mí.

Dos de los guardias sentaron a Owen con fuerza, y un tercero apareció a sus espaldas para poder quitarle las esposas.

—¿No tienen café y galletas? —preguntó Owen mientras abandonaban la habitación.

Lamentablemente, detrás de todos los guardias, apareció un hombre que apenas iba entrando. Su cabello estaba completamente despeinado, negro y al parecer, húmedo por el sudor. Tenía un gran moretón en el rostro, y un vendaje muy notorio a lo largo del hombro. Se trataba de Johnson, un agente que le había dado caza a los Pasajeros a lo largo de tres semanas, y que había recibido un disparo por parte de Owen mientras estaban en El Cairo, tan sólo unos días atrás.

Después de aquél encuentro, Owen y Johnson se volvieron a ver en dos ocasiones, donde la tensión del asunto, y el rencor entre ellos, fue bastante notoria. En esos instantes sería un verdadero milagro si ninguno de los dos desataba su furia contra el otro.

—¿Dos de tres, sin limite de tiempo? —murmuró Owen al ver a su adversario.

Johnson traía un folder en las manos, y pasaba las páginas de su reporte con rapidez. Ignoró el comentario de su prisionero, y se sentó frente a él sin decir palabra.

—¿El juego del mimo?

—¿Podrías cerrar la boca mientras intento seleccionar las palabras para lo que sigue? —Johnson no alzó la vista, más su comentario duro y serio fue suficiente para Owen volviera a sonreír.

—Entonces no nos vamos a golpear hasta la muerte.

—Como quisiera que sí.

—¿Entonces por qué tan alarmado?

Johnson cerró el folder de golpe y lo azotó en la mesa, para luego dirigirle una mirada de potente odio a su adversario.

—No apareces en la base de datos —musitó Johnson—, ¿quién eres?

—Me llamo Owen —terció él, casi de golpe—; y no aparezco en ninguna base de datos por que no soy de por aquí.

Johnson gruñó.

—Tenemos un sistema de grandes proporciones, que fácilmente podría reconocer tu rostro en cuestión de...

—No soy de este universo.

Como si un balde de agua helada le cayera encima, Johnson se quedó quieto. No era asombro, ni sorpresa, sino temor. Como si algo se hubiera encendido en su mente y hubiera despertado el peor miedo que un hombre podría sentir.

—¿De este universo?

—Si vamos a ser sinceros el uno con el otro, debemos comenzar bien —Owen entrelazó ambas manos y miró directamente a su oponente—. ¿No?

—¿De qué hablas? Te pudieron haber matado hace un par de horas en el aeropuerto. Eran más de cien contra ti. Solo. Abandonado. ¿No te da miedo lo que puedo hacer?

Travesia [Pasajeros #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora