28

1.6K 234 50
                                    

El panorama que Owen había esperado resultó ser erróneo. Por un momento, esperó que el portal de Aurora los hubiera transportado de regreso a Europa, o de pérdida, a algún país africano cercano a Egipto. Su asombro se elevó bastante cuando él, junto con Johnson y Chase aparecieron en una costa bastante amplia, sin ningún puerto en los alrededores, y con los cielos totalmente despejados.

—¿Ahora dónde demonios estamos? —preguntó Johnson en casi un grito.

Haber caído sobre la áspera arena después de casi morir en los interiores de la Pirámide de Keops era una grata sorpresa.

—Seguramente Aurora está siguiendo a un Pasajero en las costas del Mediterráneo o algo parecido —dijo Owen mientras se levantaba con lentitud—. Tiene unas uñas demasiado largas. ¿Se las limpiara, al menos?

—Sigues sangrando, viejo —dijo Chase, al acercarse a él—. Gracias a Dios traigo lo necesario.

—¿Jugarás al doctor conmigo? —soltó Owen—. ¿Alguna vez jugaste Operando?

Chase no se rió. Le pidió a Owen que, con calma, se recostara sobre la playa, y que abriera la camisa con lentitud. Aurora no había perforado ningún órgano importante, pero sí había dejado cada rasguño con algo de profundidad. La sangre, aún fresca, estaba manchando la ropa de Owen por completo.

Durante la siguiente hora, Chase intentó cerrar sus heridas, e ignorando las quejas de Owen, vertió un poco de agua oxigenada, seguida por un par de analgésicos para mantener la sensibilidad al mínimo.

—¿Dónde aprendiste todo esto? —preguntó Owen—. Heridas así son curadas por muy pocos hombres novatos de la MI6... y estoy seguro de que no lo aprendiste viendo totorales de youtube.

—Cuando se es joven, uno quiere atrapar al mundo en sus manos, hacer lo que siempre ha soñado —respondió Chase, con calma—. Estudiar donde uno quiere, lo que uno quiere, y anhelar algún día llegar lejos. Mis padres no lo vieron así. Aprendí medicina desde muy chico. Mi padre es médico.

—Oh, vaya.

—No le tengo miedo a la sangre, ni a un cuerpo abierto —prosiguió—; los cuerpos que llegaban a la MI6 yo los inspeccionaba. Pensé que las heridas eran hechas por algún lagarto, o felino. Pero una mujer que le hace eso a sus víctimas... es digna de temerse.

—Cuando se trata de Pandora, el miedo ya no es una opción... ¡OUCH!

—¿Ya quedó nuestro príncipe? —preguntó Johnson—. No le veo las llantitas de apoyo.

—¿Ya averiguaste dónde estamos? —Owen se levantó, con ayuda de Chase, y se quitó la camisa llena de sangre. Sus fuertes brazos, así como su fortalecido tórax también estaban cubiertos con el líquido rojo—. ¿Camboya?

—La señal de mi teléfono no conecta con ninguna red, ni siquiera mis datos sirven —indicó Johnson de mal humor—. ¿Alguna isla no descubierta por el hombre? ¿Qué tal tu mítico Triángulo?

—No, Chase cortó la raíz —respondió Owen—, eso nos deja totalmente fuera de la Isla. ¿Qué hay en los alrededores?

—Arbustos, parte de un lago, un río hacia el sur —dijo Johnson—. Todo tranquilo, como si no existiera nadie.

—Mi teléfono tampoco tiene nada —murmuró Chase, mientras sacaba el suyo de su bolsillo del pantalón—. No tiene red, señal, ni siquiera la hora correcta. ¿O sí? Cuando estábamos en Egipto era apenas el mediodía.

—Seguro cambió la hora por donde estamos, zopenco —lo ofendió Johnson.

—¿Y cómo explicas eso si no hay red que actualice la zona horaria? —le respondió Owen—. Sí, también sé de tecnología.

Travesia [Pasajeros #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora